Las diversas actitudes religiosas, predominantes en distintas sociedades, dependen tanto del lugar como de la época. La primera etapa estuvo constituida por el animismo, creencia en que todos los objetos existentes tienen atributos similares a los de los seres vivos. Clifford Geertz escribió: “La definición más concisa de religión es la siguiente: «la creencia en seres espirituales». La comprensión de la religión se vio reducida, pues, a la comprensión de la base de esa creencia en su nivel más primitivo”.
“La creencia en los espíritus surgió de un esfuerzo acrítico, pero racional, para explicar fenómenos empíricos tan misteriosos como la muerte, los sueños y la posesión. La noción de un alma separable del cuerpo hizo inteligibles tales fenómenos, que se interpretaron respectivamente como el abandono del alma, el errar del espíritu y la invasión de un cuerpo por un espíritu”.
“Tylor creía que la idea de la existencia de un alma se utilizó para explicar fenómenos naturales más y más remotos, y por tanto más y más abstrusos, hasta llegar a pensar que prácticamente todo árbol y toda roca estaban habitados por alguna especie de presencia sutil. De esta base animista, filosofía primigenia de toda la humanidad, se derivaron formas superiores más evolucionadas de la «creencia en seres espirituales», primero el politeísmo y más tarde el monoteísmo, depuradas por pensadores más avanzados a través de un proceso de análisis crítico” (De la “Enciclopedia Internacional de las Ciencias Sociales”-Aguilar SA de Ediciones-Madrid 1979).
Puede hacerse una síntesis de la secuencia de las actitudes religiosas, previendo “la religión del futuro”, posiblemente constituida por la religión natural:
a- Espíritus distribuidos (animismo)
b- Dioses especializados (politeísmo)
c- Dios único (monoteísmo)
d- Humanismo evolucionista (religión natural)
Algunos autores consideran que la visión primitiva del mundo permitía a todo individuo sentirse parte importante de lo que le tocaba vivir, sensación que se fue perdiendo con el tiempo, por lo que resultaría necesario “reencantar” nuevamente la realidad. Morris Berman escribió: “La visión del mundo que predominó en Occidente hasta la víspera de las Revolución Científica fue la de un mundo encantado. Las rocas, los árboles, los ríos y las nubes eran contemplados como algo maravilloso y con vida, y los seres humanos se sentían a sus anchas en este ambiente. En breve, el cosmos era un lugar de pertenencia, de correspondencia. Un miembro de este cosmos participaba directamente en su drama, no era un observador alienado. Su destino personal estaba ligado al del cosmos y es esta relación la que daba significado a su vida. Este tipo de conciencia –la que llamaremos «conciencia participativa»- involucra coalición o identificación con el ambiente, habla de una totalidad psíquica que hace mucho ha desaparecido de escena. La alquimia resultó ser en Occidente la última expresión de la conciencia participativa” (De “El reencantamiento del mundo”-CuatroVientos Editorial-Santiago de Chile 1987).
A la visión mencionada, consecuencia de opiniones subjetivas, se le opone la moderna visión científica de la realidad, que con una validez objetiva, permite también que el hombre “viva a sus anchas”, fascinado por los complejos fenómenos naturales que la humanidad ha ido descubriendo. Richard P. Feynman expresó: “Decía una vez un poeta: «El universo entero está en un vaso de vino». Probablemente nunca sabremos lo que quería decir, pues los poetas no escriben para ser comprendidos. Pero es cierto que si miramos un vaso de vino lo suficientemente cerca, vemos el universo entero. Ahí están las cosas de la física: el líquido que se arremolina y se evapora dependiendo del viento y del tiempo, las reflexiones en el vidrio, y nuestra imaginación agrega los átomos. El vidrio es un destilado de las rocas terrestres y en su composición vemos los secretos de la edad del universo y la evolución de las estrellas”.
“¿Qué extraño arreglo de elementos químicos hay en el vino? ¿Cómo llegaron a ser? Están los fermentos, las enzimas, los sustratos y los productos. Allí en el vino se encuentra la gran generalización: toda vida es fermentación. Nadie puede descubrir la química del vino sin descubrir, como lo hizo Louis Pasteur, la causa de muchas enfermedades”.
“¡Cuán vívido es el vino tinto que imprime su existencia dentro del conocimiento de quien lo observa! ¡Si nuestras pequeñas mentes, por alguna conveniencia, dividen este vaso de vino, este universo, en partes –física, biología, astronomía, psicología, etc.-, recuerden que la naturaleza no lo sabe! Así, reunamos todo de nuevo sin olvidar en última instancia para qué sirve. Dejemos que nos dé un placer final más: ¡bébanlo y olvídense de todo!” (De “Lecciones de Física” de R.P. Feynman, R.B. Leighton y M. Sands-Fondo Educativo Interamericano SA-California 1971).
Puede decirse que la visión científica de la realidad, que es natural y objetiva, puede hacer que el mundo nos resulte tan encantador, o más, que la visión animista de la realidad, que es subjetiva. De forma similar, las religiones politeístas y monoteístas tienden a considerar que todo lo existente está dividido entre lo natural y lo sobrenatural, predominando lo subjetivo. Por el contrario, la ciencia experimental, al describir las leyes naturales que rigen todo lo existente (las leyes de Dios), tiene la posibilidad de fundamentar una religión natural y objetiva. Julian Huxley escribió: “El concepto de Dios ha alcanzado los límites de su utilidad: no puede continuar evolucionando. Los poderes sobrenaturales fueron creados por el hombre para que llevasen la carga de la religión. Del difuso «maná» mágico a los espíritus personales; de los espíritus a los dioses; de los dioses a Dios –así, en líneas generales, ha ido la evolución”.
“Sin embargo –y esto es vital- el desvanecimiento de Dios no significa el fin de la religión. La desaparición de Dios es, en el sentido más estricto de la palabra, un proceso teológico; y mientras las teologías cambian, los impulsos religiosos que les dieron origen persisten”.
“La desaparición de Dios significa una refundición de la religión, y una refundición fundamental. Significa que el hombre tome sobre sus hombros la carga de responsabilidades finales que anteriormente había traspasado a Dios”.
“El derrumbe de la teología sobrenaturalista ha sido acompañado por el derrumbe, primero de las sanciones morales sobrenaturales y luego de todo fundamento absoluto para la moral. Esto también debe considerarse como un proceso que, en caso de continuidad de la civilización, es irreversible”.
El citado autor vislumbra que, en el futuro, será la psicología social la que podrá orientar al hombre siendo la rama científica central del humanismo evolucionista, denominación que Huxley atribuye a la religión del futuro. “Los hombres se darán cuenta de que el planeo económico y social no resuelve sus problemas en tanto que la ignorancia y la falta de control continúen respecto a sus propias mentes. La ciencia psicológica ocupará entonces el lugar que le corresponde, con la psicología social como rama dominante. Y esto significará una nueva comprensión de los fenómenos religiosos y nuevas posibilidades de integrarlos en la vida de la comunidad”.
“El resultado probable será que, en el Estado socializado, la relación entre religión y ciencia cesará gradualmente de ser una relación de choque y se convertirá en cooperativa. La ciencia será llamada a aconsejar qué manifestaciones del impulso religioso son intelectualmente permisibles y socialmente deseables, si este impulso ha de ser adecuadamente integrado en otras actividades humanas y uncido para participar en el arrastre del carro del destino del hombre a lo largo de la ruta del progreso” (De “El hombre está solo”-Editorial Sudamericana SA-Buenos Aires 1947).
Si bien la religión natural surgió varios siglos atrás, cuando el conocimiento científico era un tanto rudimentario, nunca antes la humanidad tuvo la imperiosa necesidad de “unir a los adeptos” como en la actualidad. Los conflictos sociales y religiosos escapan a las posibilidades de las religiones vigentes, de ahí la importancia del planteo establecido por Julian Huxley, quien escribió: “La hipótesis sobrenatural, considerada como una reunión de la hipótesis teísta, de la hipótesis espiritual y de las diferentes consecuencias derivadas de ellas semeja haber llegado al límite de su utilidad como interpretación del universo y del destino humano y como base satisfactoria para la religión”.
“Una consecuencia casi universal y tal vez inevitable de la hipótesis teísta en sus formas desarrolladas es la suposición de la verdad absoluta. Una religión monoteísta casi invariablemente sostiene estar en posesión de la verdad absoluta sobre el destino humano; el hecho de que las religiones rivales afirmen criterios semejantes generalmente se supera afirmando que son «falsos» en tanto que únicamente la propia religión es «verdadera»”.
“Considero que los descubrimientos de la fisiología, la biología general y la psicología no sólo tornan posible sino que requieren una hipótesis naturalista, en la cual no hay lugar para lo sobrenatural y donde las fuerzas espirituales que funcionan en el universo se consideran como parte de la naturaleza, en la misma forma que las fuerzas materiales. Lo que es más, esas fuerzas espirituales son un producto particular de la actividad mental en el sentido amplio y las actividades mentales en general se consideran como poseedoras de una mayor importancia e intensidad en el curso del tiempo cósmico. Por lo tanto, nuestra hipótesis básica no es naturalista por oposición a lo sobrenatural, sino monista por oposición a lo dual y evolucionista por oposición a estática”.
“Otro postulado del pensamiento moderno es que la verdad no se revela de una vez por todas, sino que tiene que ser descubierta progresivamente. Esto en sí es un descubrimiento científico de primera magnitud. También es una consecuencia inevitable de nuestra hipótesis básica del naturalismo evolutivo, y el hecho de que la ciencia moderna ha determinado el descubrimiento progresivo de nuevas y mayores verdades confirma esa hipótesis” (De “Religión sin revelación”-Editorial Sudamericana SA-Buenos Aires 1967).
Teniendo presente las tendencias básicas de cooperación y competencia, y la existencia de la actitud característica, con sus componentes afectivas y cognitivas, es posible fundamentar las prédicas cristianas desde el ámbito de la psicología social. Con ello se logra la tan ansiada unificación entre ciencia experimental y religión moral, pudiendo interpretarse al cristianismo como una religión natural. Esta propuesta puede resultar incompatible con la ortodoxia católica, aunque resulte compatible con las leyes naturales que son, en realidad, la instancia superior que debemos tomar como referencia.
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