Pueden encontrarse coincidencias entre las sectas religiosas y los movimientos totalitarios, ya que en ambos casos se considera prioritario el abandono de las ideas del pasado para darle lugar a las nuevas. Este procedimiento se conoce como un “lavado de cerebro” y es similar a un cambio de la programación de una computadora; ya que el dispositivo sigue siendo el mismo, pero su comportamiento resulta bastante distinto. En realidad, este método también se utiliza cuando se busca una mejora ética, ya que se sugiere abandonar las ideas erróneas para aceptar las nuevas, más eficaces que las anteriores. De ahí la expresión bíblica de que “no se echa el vino nuevo en odres viejos, porque se pierden ambos”, es decir, para que nuestra mente acepte nuevas ideas, es necesario abandonar una parte importante de las creencias previas.
Como el procedimiento resulta similar, ya sea que se trate de una buena educación o bien de una simple manipulación mental asociada a la pérdida de la libertad individual, los resultados positivos sólo han de provenir de la veracidad de la información transmitida. Si la información transmitida es compatible con el mundo real, se dice que es verídica, mientras que si lo distorsiona seriamente, resulta falsa.
La información verdadera “hereda” en cierta forma la coherencia propia del mundo real, de ahí la expresión de Baruch de Spinoza: “El orden y la conexión de las ideas es el mismo orden y conexión de las cosas”. Por ello, cuando alguien transmite una información incompatible con la realidad, trata de que sea una información coherente, para hacerle creer al interlocutor que se trata de una buena información, es decir, que ha de llevar a buenos resultados. Jean-Marie Abgrall escribió: “La persuasión está basada en la capacidad del persuasor de aprovechar la oportunidad de conmover. Por lo general corresponde a una disposición de ánimo del potencial recluta, quien tiende a «dejarse convencer». Ahora bien, en el caso de las sectas la persuasión es coercitiva: la idea es privar por completo al persuadido de su libre albedrío y enajenarlo en una decisión impuesta”.
“La persuasión que podríamos denominar «normal» plantea como hipótesis el ejercicio del libre albedrío por parte del receptor. Su aplicación está determinada por cuatro criterios: credibilidad del mensaje, consistencia, coherencia y, por último, congruencia. El mensaje debe ser creíble y coherente: debe poderse defender con pruebas, con la lógica, con la demostración. El persuasor debe ser consistente, es decir, sus argumentos no deben variar de un momento a otro. Por último, el «producto» propuesto debe adaptarse al cliente potencial y corresponder a sus necesidades en el instante en que se le hace la propuesta: vender calentadores en el desierto o refrigeradores en el Polo Norte no es congruente”.
“Los tres primeros criterios están excluidos de la persuasión coercitiva. El producto propuesto puede ser utópico, la demostración aberrante, los argumentos cambiantes; la única condición que debe respetarse es la congruencia. El oportunismo del persuasor lo lleva a adaptar sus palabras a su auditorio y a la situación, sin la menor preocupación por la verdad. Es la congruencia la que le confiere unidad al persuasor, la que hace de él «el dueño de la situación»” (De “Los secuestradores de almas”-Editorial Océano de México SA-México 2005).
Puede decirse que las sectas tienden a establecer manipulaciones mentales a nivel de grupos, dentro de una sociedad, mientras que los movimientos totalitarios tienden a establecer manipulaciones mentales a nivel de países enteros. Mientras que las primeras actúan dentro del ámbito de las religiones, las segundas actúan dentro del ámbito de la política. Las formas de reclutar adeptos resultan, sin embargo, bastante similares. Así, mientras en una secta se promete paz y felicidad para el adepto (algo congruente según el criterio antes mencionado), las utopías políticas prometen paz y felicidad para todos, a través de una sociedad ideal, aunque en ambos casos se llega a una realidad totalmente diferente.
El líder de una banda delictiva seguramente buscará convencer a sus secuaces hablando casi todo el tiempo de “las ventajas” que les reportará la posesión del botín. Una vez que tal idea entra en sus mentes, sólo les quedará obedecer las directivas impartidas, sin cuestionarse demasiado los riesgos afrontados o la validez del procedimiento. “La creencia se opone a la reflexión y al análisis. Ahora bien, el proceso de adoctrinamiento no puede basarse en la lógica. Toda visión en perspectiva, todo examen racional que hiciera el adepto de su situación no podrían menos que llevarlo a cuestionar el sistema en el que se encuentra «enrolado». Por consiguiente, la adhesión a una secta coercitiva conlleva la aceptación implícita y sin reservas de un mito o una fantasía que es el fundamento del pensamiento grupal. El futuro adepto tendrá que creer en la historia que se le relata y aceptar todas las acciones que se deriven de ella. El cuestionamiento de una sola de esas acciones es sinónimo de traición. La conversión exige una sumisión absoluta”.
Los totalitarismos colectivistas, al igual que las sectas, tienden a anular los atributos personales de todo individuo. Por ello se asocia individualismo con egoísmo, como si fuesen una misma actitud. “Para pertenecer al grupo, el adepto debe comportarse de manera idéntica a los otros. Esta imitación hace desaparecer su individualidad. Al reemplazar las indecisiones nacidas del libre albedrío por conductas automáticas inducidas por el ejemplo, la imitación reduce el sentimiento de incertidumbre y lo reemplaza por la urgencia de una misión que cumplir. Se trata de una verdadera remodelación psicológica, típica de las técnicas conductuales, que va creando de manera paulatina una nueva personalidad más adaptada a la dinámica sectaria”.
“La imitación exacerba un deseo de competencia entre los adeptos, quienes deben dedicarse de la manera más rápida y perfecta posible a su realización. Convertido en discípulo modelo, el individuo está listo para la identificación total con el gurú, punto culminante de la creencia y objetivo último de la persuasión coercitiva”.
“Aunque «integración» es el término consagrado, nosotros preferimos usar ya sea el de «asimilación» o el de «fagocitosis», que tienen una connotación biológica. Porque, en efecto, integrar a alguien es considerarlo verdadero miembro de un grupo, pero sin quitarle sus marcas de identidad. En cambio, la integración en la secta va acompañada de la pérdida de esos elementos de identidad”.
En cuanto a una posible definición de secta coercitiva, puede mencionarse la establecida en un congreso científico multidisciplinario reunido en Wisconsin en 1985: “Una secta coercitiva es un movimiento totalitario que se presenta con la fachada de una asociación o grupo religioso, cultural o de otro tipo, y exige de sus miembros una dedicación total y una devoción al grupo más que a ninguna otra persona. Este movimiento emplea técnicas de manipulación, persuasión y control destinadas a cumplir objetivos del dirigente del grupo y que provocan que los adeptos se vuelvan completamente dependientes del grupo, en detrimento del entorno familiar y social”.
Entre los aspectos comunes encontrados en un movimiento totalitario y una secta, pueden citarse los siguientes:
a)Ambos se basan en una ideología globalizante.
b)Son dirigidas por un dictador (gurú) único.
c)El partido único (la secta) transmite la ideología.
d)Se establece el monopolio de la información (la supresión de la información externa).
e)Se posee el monopolio de las armas (el de la estrategia en las sectas).
f)Se posee el monopolio de las decisiones económicas (el trabajo individual para bien del grupo).
g)Se reprime la divergencia (la oposición a la secta).
h)Se lucha contra otras ideologías (la secta diaboliza el exterior).
En cuanto a la propaganda, se advierte una semejanza casi total entre movimiento totalitario y secta. El citado autor la resume en el siguiente listado:
a)Empleo de estereotipos que explotan la tendencia general de los individuos a generalizar y a proyectarse en una fantasía grupal.
b)Sustitución del lenguaje y utilización de palabras particulares destinadas a encubrir la verdad o a obtener un mayor impacto.
c)Control de la información y selección de los hechos e ideas en beneficio exclusivo de quienes están a favor de la ideología defendida.
d)Mentira sistemática y falsificación de la verdad.
e)Repetición hasta el cansancio de la información falsificada para obtener el consentimiento o modificar las ideas.
f)Reafirmación permanente de la forma de pensar totalitaria como la única cierta, y rechazo de las formas divergentes de pensar.
g)Designación de un enemigo representativo sometido al oprobio por parte del grupo, con el papel de chivo expiatorio.
h)Sumisión total a la autoridad y referencia permanente a ella como fuente de verdad.
A partir de lo anterior, puede catalogarse todo populismo, o todo totalitarismo, como una especie de secta coercitiva antes que un movimiento político, caracterizándoselos en función de los objetivos aparentes, de los enemigos “designados”, del líder o gurú, etc. De la misma manera en que resulta poco menos que imposible hacer que a alguien que se le ha lavado el cerebro, en una secta, cambie de opinión a partir de cierto razonamiento lógico, resulta dificultoso el cambio de opinión de quien adhiere a un populismo o a un totalitarismo. Un importante sector de la población argentina, en este sentido, puede considerarse como parte de una gran secta coercitiva peronista, o kirchnerista, que lo domina mentalmente. De ahí que, quizás, una conversión masiva al cristianismo sea el inicio de la recuperación tan esperada.
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