Teniendo presente el proceso de la evolución biológica, puede advertirse que el hombre tiene necesidad de adquirir alimentos, construir su vivienda, realizar intercambios, comunicarse con otros hombres, etc., siendo la propia naturaleza la que provee las habilidades que permitirán satisfacer tales necesidades en vista a lograr nuestra supervivencia y una adecuada adaptación al medio. Si no tuviésemos las habilidades respectivas, en lugar de un hogar, el mundo sería una trampa. Desde el punto de vista religioso, se dice que Dios ha provisto al hombre de capacidades para poder lograr los objetivos que le ha ordenado.
El principal atributo que poseemos es la libertad de elección, ya que nos permite optar en cada instante por lo que nos resulta beneficioso y útil, según los objetivos perseguidos. De ahí que los derechos del individuo, contemplados por las costumbres y por las leyes que de la sociedad surgen, deben respetarse por cuanto son derechos naturales primarios. De lo contrario, se estarán impidiendo parcialmente los esfuerzos por lograr la supervivencia y la adaptación, tal el caso de las leyes humanas que no contemplan nuestras necesidades primarias y van en contra del hombre como de la tendencia impuesta por la naturaleza, o contra de la voluntad de Dios, en la visión religiosa. Jacques Bourquin escribió: “En virtud de su propia cualidad de hombre, el individuo nace investido del derecho natural, inalienable e imprescriptible, de ejercer sin trabas su actividad física, intelectual y moral. Ese derecho que todo hombre trae consigo al nacer, lo conserva entrando en la sociedad política, y puede oponerlo a la vez a los otros individuos y al poder político constituido en esta sociedad. Ninguno puede atentar contra los derechos de los otros. El Estado dispone del poder de establecer ciertas limitaciones a los derechos individuales, pero solamente hasta donde deba defender el interés general. Y esto, no puede hacerlo más que por la ley, o sea por una disposición general que emane ya sea del pueblo o de sus representantes libremente elegidos” (De “La libertad de prensa”-Editorial Claridad SA-Buenos Aires 1952).
La ausencia de libertad se hace evidente en el caso de los esclavos, mientras que se advierte menos ante la pérdida de la libertad para transmitir nuestras ideas. El citado autor escribe: “[Charles Secretan] destaca que si la realización del bien moral, que es el verdadero bien, implica la libertad de ir y de venir, con más razón reclama la libertad de sentir, la libertad de pensar y de manifestar los sentimientos y las convicciones científicas, políticas, religiosas, morales aún, o sobre cualquier otro tema que desee aunque siempre sin herir la persona y el derecho de otros”.
“¿Se pueden concebir elecciones sin libertad de prensa? La libertad de pensamiento y su expresión son la base de la libertad electoral. Es necesaria la libertad electoral como fundamento de la libertad de Parlamento; la libertad de Parlamento es la mejor garantía de las demás libertades. Es por lo tanto, la libertad de prensa la base de todas las otras. Pero el Parlamento, que es la emanación del sufragio universal y expresa la voluntad de la mayoría de los electores puede, si se deja guiar por la sola ley de la mayoría, llegar a ser, a su vez, un medio de opresión del individuo”.
En los sistemas totalitarios se restringe la libertad de expresión mientras que la información emitida por los medios de comunicación oficiales lleva un gran porcentaje de mentiras. Wolfgang Wieser escribió: “Los elementos de un sistema deben «comunicarse» entre sí, deben desarrollar interrelaciones regulares coherentes. Esta necesidad de comunicación es fundamental e igualmente importante para sistemas físicos, biológicos o sociológicos. Sin comunicación no hay orden, sin orden no hay totalidad” (De “Organismos, estructuras, máquinas”-EUDEBA-Buenos Aires 1962).
En cuanto al periodismo en las épocas de la Unión Soviética, Vladimir Bukovsky escribió:
“Cierto es que si se saben leer los periódicos soviéticos, se puede obtener una visión bastante detallada de la vida política de Occidente o de ciertos acontecimientos concretos. Lo único que se precisa es dominar a la perfección el arte de saber interpretar los símbolos soviéticos, los trucos y los clichés periodísticos, hay que saber leer entre líneas y recordar que toda publicación en la URSS es el resultado de la interacción de dos procesos: del control directivo ideológico y de la intención de los propios periodistas de burlar dicho control, haciéndose pasar habitualmente por unos tontos con exceso de celo. Y es que el hombre soviético es así, no puede evitar hacer la higa a sus autoridades patrias, aunque sea con la mano escondida en el bolsillo. Y, ¿qué mejor forma de hacerlo que poniendo cara de idiota servicial que quiere cumplir de la mejor manera, sólo que todo le sale al revés?”.
“La gente primitiva, sin grandes preocupaciones intelectuales, tiende a entender los periódicos soviéticos sencillamente al contrario, como reflejados en un espejo. Si critican a alguien, seguro que es una buena persona; si la elogian, es mala. Si les da por hablar de la paz, no hay duda de que va a haber guerra y hay que correr a comprar jabón, cerillas y sal antes de que hayan desaparecido de la venta. Si se vanaglorian de haber tenido una cosecha jamás vista, seguro que habrá hambre. Todo ello es cierto en parte, pero tales simplificaciones privan al lector de la mayor parte de las noticias, dejándole sólo la verdad cruda. Porque también hay matices, graduaciones. La información, en una palabra”.
“La información que contienen es escasa. Al mismo tiempo, gran número de personas escucha programas de radio occidentales que se emiten en ruso, comparando constantemente lo oído con lo publicado por la prensa soviética. La prensa oficial deja de ser un medio de información de masas. Incluso cuando –según la ley del reloj estropeado, que dos veces al día marca la hora correcta –en los periódicos aparece una noticia verídica, nadie se la cree. Nuestra prensa es la encarnación impresa del poder y la leen para pillarla mintiendo, para alegrarse de un fracaso o para preguntarse «¿Cómo saldrá de ésta? ¿Qué otra bobada van a inventar?»” (De “El dolor de la libertad”-Emecé Editores SA-Buenos Aires 1983).
La libertad de expresión tiende a promover la existencia de medios periodísticos independientes que protegerán a la sociedad de los intereses sectoriales que atentan contra el interés general. Por el contrario, la ausencia de tal libertad tiende a promover el monopolio de la información con el predominio de la falsedad y de la mentira. Françoise Chateaubriand escribió: “En un hecho indiscutible que dondequiera que la libertad de prensa está establecida, ha suavizado y depurado las costumbres, esclareciendo los espíritus. ¿Cuándo cesó esa larga masacre de reyes, esas atroces guerras civiles que han desolado a Inglaterra? Solamente cuando fue establecida la libertad de la prensa”. “La verdadera censura es la que la libertad de prensa ejerce sobre las costumbres. Hay hechos vergonzosos que se permitirían con el silencio de los diarios, y que no osarían manifestarse bajo la vigilancia de la prensa”.
“Los grandes escándalos, los grandes negociados de que está llena nuestra historia en los rangos más altos de la sociedad, serían hoy día imposibles con la libertad de prensa. ¿No hay, entonces, otra libertad que pueda prevenir la consumación de un crimen o que fuerce a los jefes de los imperios a unir la decencia a sus otras virtudes?” (Citado en “La libertad de prensa”).
La libertad, cualquiera sea ella, requiere de una dosis suficiente de responsabilidad. De lo contrario, se convierte en libertinaje. De ahí que toda libertad tiene limitaciones, especialmente cuando se la utiliza para el agravio personal, la difusión de la mentira o para inculcar el odio colectivo en algunos sectores de la sociedad. Este ha sido el caso de los ideólogos marxistas que aprovechan la libertad de expresión otorgado por las democracias para promover el odio en los jóvenes desprevenidos que los lleva incluso a cometer asesinatos y posteriormente a ser asesinados. El ideólogo se constituye de esa manera en el autor intelectual de un doble asesinato. En caso de triunfar la prédica violenta, una vez instalado el socialismo, se dejará de lado la libertad de expresión en todas sus formas.
Algunas versiones indican que Eduardo Galeano, el autor de “Las venas abiertas de América Latina”, reconoció recientemente haber escrito dicho libro “sin conocer lo suficiente de política y de economía”. De todas formas, la violencia y las muertes que indujo a través de su maligna influencia, seguramente no le permitirán vivir con plena tranquilidad de conciencia. De ahí que, la limitación impuesta a la libertad de expresión, cuando ésta ampara la mentira, o el severo error, puede evitar daños mayores, no sólo en el que la recibe, sino también en el que la emite.
Algunos sectores políticos, e incluso religiosos, no aceptan recibir ninguna forma de crítica por cuanto suponen ser instituciones que están sobre la sociedad. Por el contrario, la trascendencia social de toda actividad crea el derecho a la opinión y al disenso en el resto de sus integrantes, de lo contrario implicaría que algunos pueden influirla libremente mientras que sus “víctimas ocasionales” ni siquiera pueden emitir una opinión. Leslie Lipson escribió:
“El Estado y la religión han sido los principales responsables de tales restricciones [a la libre expresión], al imponer sus decisiones ya para salvaguardar el poder de un grupo frente a sus opositores, ya para poner un dogma teológico a cubierto de las dudas y de las críticas racionales. Sin embargo, no han sido las entidades políticas y religiosas las únicas ofensoras en este sentido. Otras organizaciones –como ejemplo, las que tienen intereses económicos que proteger- han pretendido también controlar exclusivamente o influir a su antojo en los medios de comunicación, frecuentemente por métodos más sutiles e indirectos que los de la previa censura lisa y llana” (De “Historia y filosofía de la democracia”-Tipográfica Editora Argentina-Buenos Aires 1969).
Otros autores, por el contrario, sostienen que debe permitirse una libertad sin restricciones debido al efecto compensador que la verdad impone respecto de la mentira; algo que constituye una actitud demasiado optimista. El citado autor escribe al respecto: “John Stuart Mill divide todas las opiniones en tres clases. Algunas son ciertas, algunas son falsas, y otras son mitad verdad, mitad falsedad. Todas deben ser expresables con absoluta libertad. ¿Por qué? Las opiniones correctas, por la obvia razón de que representan la verdad; las falsas, porque el error se detecta más fácilmente confrontándoselo con la verdad; las mixtas, porque, mediante la libre discusión, la parte de verdad que contienen puede desembarazarse de la porción de inexactitud”.
La postura de Mill puede producir buenos resultados en un ambiente científico en donde predomina la búsqueda de la verdad, mientras que en otros ámbitos, donde predominan la búsqueda de poder y el fanatismo, la mentira termina ocupando un lugar central en la sociedad y por ello cuesta mucho trabajo desplazarla.
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