Así como los argentinos nos sentimos orgullosos por los tres Premios Nobel de argentinos que los lograron en Ciencias (Houssay, Leloir, Milstein), algunos nos sentimos avergonzados por Adolfo Perez Esquivel, Premio Nobel de la Paz.
En épocas en que los marxistas produjeron, en los años 70, 1.094 asesinatos, 2.368 heridos, 756 secuestros extorsivos y 4.380 bombas, luego de una exitosa campaña ideológica destinada a esos fines, el mencionado personaje sólo se dedicó a criticar la represión estatal. Hubiera sido mejor que mostrara algo de hipocresía en lugar de un ostentoso cinismo materializado en un absoluto silencio ante el terrorismo cubano-soviético.
Posteriormente, siguiendo con su tácito apoyo a la violencia, criticó a Juan Carlos Blumberg, quien realizaba una campaña para favorecer la seguridad y los derechos humanos elementales de toda la población. Tales críticas las realizaba porque Blumberg pedía, entre otras cosas, bajar la edad de imputabilidad de los menores que delinquen. Recordemos que Blumberg es el padre de un joven asesinado luego de un secuestro extorsivo.
Ante la peligrosidad manifiesta de muchos menores, sería adecuado separarlos de la sociedad buscando algún tipo de mejora y de adaptación social. De lo contrario, implica que varios argentinos habremos sido condenados a muerte sin que sepamos sobre quienes recaerá esa condena. Tampoco, de esa forma, se logrará insertar al menor en la sociedad.
Perez Esquivel aduce que los menores delinquen porque “han sido marginados de la sociedad”, es decir, se supone que han sido marginados de la sociedad por personas como Blumberg y no como el propio Perez Esquivel. Culpa a los demás, tanto como al empresario Blumberg, que es de los que dan trabajo a varias personas, mientras que los que no dan trabajo a nadie estarían libres de culpa en tal proceso de marginación.
Con sus discursos, Pérez Esquivel les brinda un mensaje exaltador de la violencia a los marginados, no tanto por el tono o por las palabras, sino por los efectos que han de producir. Les hace ver que su marginación y su infelicidad están producidas por gente como Blumberg. La violencia social está estimulada por este personaje que hace ver que el Premio Nobel le queda demasiado grande, o que este Premio no es tan grande como imaginamos que debería ser.
En otras épocas, los marxistas usaban a jóvenes inexpertos, fáciles de convencer, como vehículos para la violencia social, ahora utilizan la propia violencia urbana tratando de encauzarla contra la clase empresarial o contra la clase productiva en general. De todas formas, nadie está seguro ante la violencia urbana, algo que a los marxistas poco les importa.
Es posible que el que trabaja y produce, con el tiempo, llegue a tener una aceptable posición económica. Tendrá medios económicos suficientes y creará, de esa forma, cierta “desigualdad social”. Luego se lo culpará por marginar a los que menos tienen. ¿Qué debería hacer entonces esa persona para satisfacer a los marxistas como Perez Esquivel? Si trabajar es malo, si dar trabajo es malo, ¿entonces convendría no trabajar y ser un marginado?. Luego, siendo marginado, ¿debería descargar su violencia ante los sectores productivos de la sociedad (siguiendo los consejos del Premio Nobel de la Paz)?. Todo parece ser que la violencia es lo que busca este siniestro personaje.
El Nobel de la Paz parece ser un personaje que distingue entre el "terrorismo bueno" y el "terrorismo malo", dependiendo de quien lo realiza para promover el socialismo y quien para evitarlo. Gustavo D. Perednik escribió: “Adolfo Pérez Esquivel encabezó una solicitada del 21 de septiembre de 2001, fecha en la que correspondía solidarizarse con el pueblo norteamericano, que había sido objeto de una feroz agresión. Por el contrario, la mentada solicitada explicaba que la respuesta a «un ataque demencial no puede ser el terrorismo de Estado contra los pueblos». Es decir, que si EEUU lanzaba una operación contra Afganistán, en donde se refugiaba Bin Laden, sería ipso facto terrorista. En cuanto a Bin Laden, bueno, fue sólo «demencial». El mismísimo adjetivo pareciera condonar el crimen. Habrá que pedir que Osama sea internado en un psiquiátrico, pero a Bush hay que castigarlo por cómo iba a responder” (De “Matar sin que se note”-Grupo Editorial Planeta SAIC-Buenos Aires 2009).
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1 comentario:
Por aquellas fechas muchas voces, generalmente de izquierdas, ponían el acento en la respuesta al ataque mucho más que en el propio ataque terrorista a la nación norteamericana. Se les notaba que deseaban que se limitase a una reprimenda verbal que en realidad supusiese la impunidad para los autores intelectuales de dicho ataque y un apoyo de hecho a sus posiciones ideológicas.
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