Un racionalismo desvinculado de los aspectos emocionales, o éticos, no resulta aconsejable, pero tampoco un intuicionismo exento de racionalidad es deseable. De ahí que el irracionalimo, que abandona al racionalismo como "control de calidad" (o de veracidad en este caso) puede conducir a grandes equívocos.
Por racionalismo se entiende a la coherencia lógica que ha de acompañar a toda descripción realizada, ya sea que provenga de la ciencia, de la filosofía o de la religión. El abandono del racionalismo implica separarse en cierta forma del orden natural ignorando la racionalidad (o coherencia) propia de dicho orden. Baruch de Spinoza escribió: "El orden y conexión de las ideas es el mismo orden y conexión de las cosas".
La expresión anterior tiene validez para las descripciones compatibles con la realidad. También Wilhelm F. Hegel escribió: "Todo lo real es racional y todo lo racional es real". Esta expresión tiene validez parcial, ya que todo lo real tiene coherencia lógica, mientras que no todas las construcciones lógicas tienen cabida en el mundo real por cuanto pueden estar establecidas a partir de principios o axiomas no verdaderos. Así, puede establerse una ideología con cierta coherencia lógica partiendo de que "todos los empresarios son explotadores laborales", o bien "que todos los pobres tienen una moral elevada", lo que no siempre es válido.
Donde resulta posible que "todo lo racional es real" es en el mundo de las matemáticas. Así, cuando algunos matemáticos intentaron reducir los cinco postulados básicos de la geometría euclideana a sólo cuatro, en sus intentos cambiaron a uno de ellos dando lugar a una nueva geometría, lógicamente coherente, que fue admitida en un principio como una curiosidad matemática. Lo sorprendente es que, como luego se comprobó, una de esas geometrías no euclideanas formaba parte del universo real, asociado a la relatividad general de Albert Einstein.
En cuestiones humanas y sociales, por el contrario, no todo lo que tiene cierta coherencia lógica ha de ser real, además de lo que carece de tal coherencia. Es por ello que el irracionalismo implica un subjetivismo poco compatible con la ciencia experimental. Gino Germani escribió: "El irracionalismo representa sin duda uno de los rasgos más característicos de esta primera mitad del siglo XX. Precedida por los embates del romanticismo, el historicismo y otros grandes movimientos del pasado siglo XIX, la ola irracionalista trascendió en años posteriores los encendidos pero limitados y sobre todo incruentos debates de los intelectuales para ubicarse en el desarrollo mismo de la historia".
"Cuando el pueblo, transformado en masa, perdió esa ingenua confianza en el ideal de progreso que lo había impulsado a través de todo el siglo anterior, también aquellos valores universalmente humanos parecieron perder toda vigencia. La humanidad fue reemplazada por la raza, la clase o la nación".
"La libre discusión de ideas, que se suponía habría de llevar a la verdad a través de procedimientos discursivos y racionales, fue sustituida por la propaganda potenciada por los medios de difusión en masa, los slogans sólo válidos por su atractivo emocional, las ideologías indiferentes a la verdad y completamente intercambiables, proclamados exclusivamente en función de su efectividad sobre la masa" (Del Prólogo de “Razón y naturaleza” de Morris R. Cohen-Editorial Paidós-Buenos Aires 1956).
Por otra parte, Guido de Ruggiero escribió: “Todas las doctrinas irracionalistas contemporáneas tuvieron la tendencia común a considerar predominantes ciertos aspectos elementales y primitivos de nuestra naturaleza, despreciando todos los demás o, peor aún, esclavizando éstos a aquéllos. De tal suerte antepúsose la infalibilidad de la intuición –tomada en su significado más inmediato, colindante con el instinto animal-, a la obra de la razón, sujeta a incertidumbres y errores. Así, la ciega creencia, por ser guía más rápida y segura, se consideró superior a la razonada persuasión. Y el ‘mito’, en cuanto imagen compendiosa y fantástica, susceptible de estimular la actividad, logró un fácil primado sobre lo ‘ideal’, apartado de la realidad y de los sentidos, sujeto a la incertidumbre de la realización y a las desmentidas de la experiencia”.
“El asiduo trabajo de erosión y de deformación cumplido por esas doctrinas en desmedro de los instrumentos intelectuales de que se servían, y cuyo efecto fue sumir en el descrédito las fuerzas y los ideales que habían nutrido la ascensión humana, de la barbarie a la civilización”.
“Los intelectuales incurrieron en el error de no alarmarse ante tales modificaciones de aberración que creían circunscriptas al estrecho círculo de unos pocos pensadores aislados de la gran masa del público. Casi sin darse cuenta volvieron a encontrarlas aumentadas en el terreno de la vida política, social, económica y religiosa, el cual ofrecía muchos otros peligros” (Citado por Gino Germani en el Prólogo de “Razón y naturaleza” de Morris R. Cohen-Editorial Paidós-Buenos Aires 1956).
Morris R. Cohen escribió acerca del tema tratado: “Pese a la frecuente afirmación de que es la nuestra la época de la ciencia, somos testigos hoy día de una notoria y difundida declinación del prestigio del intelecto y de la razón. Aunque la más fructífera de las ciencias modernas, las diversas ramas de la matemática, la física y la biología experimental se han edificado reconocidamente sobre la base de métodos intelectuales y racionales, los términos «intelectualista» y «racionalista» poseen una innegable connotación despectiva”.
“Aun entre los filósofos profesionales, los altos sacerdotes del santuario de la razón, la fe en la ciencia racional o demostrativa es objeto de un sistemático menosprecio a favor del idealismo «práctico», del vitalismo, del humanismo, del intuicionismo y otras formas de un confesado anti-intelectualismo. Un sorprendente ejemplo de lo que decimos lo constituye el ataque de William James, en su Universo Pluralista, contra toda la obra de la lógica intelectual, brindando su favor al intuicionismo bergsoniano y a las especulaciones mitológicas de Fechner relativas al espíritu terreno”.
“Resulta casi indudable que este descrédito de la razón tiene sus raíces muy hondo dentro del carácter dominante de nuestro tiempo, tiempo cuya febril inquietud lo coloca en impaciente desarmonía con el lento ritmo del orden deliberado. El arte, la literatura y la política en Europa y en nuestro país muestran cada vez más un creciente desprecio por las ideas y las formas. Las doctrinas filosóficas populares en la actualidad, a saber, las emanadas de James, Bergson, Croce, Nietzsche, N. S. Chamberlain, Spengler y otros, coinciden, ciertamente, con la novela, el drama, la música, la pintura y la escultura de los últimos tiempos, al concederle mayor valor a las impresiones nuevas y a la expresión vehemente que a la coherencia y al orden”.
“El romántico o «dionisíaco» desprecio por la prudencia y la moralidad deliberativa (denominada burguesa) constituye una cruda expresión de la misma reacción contra el procedimiento intelectual científico o riguroso, reacción que trae como consecuencia que nuestras luminarias modernas, tales como Bergson o Croce, dejen de lado a la física por considerarla carente de un conocimiento auténtico, o, en el mejor de los casos, por reputarla un mero instrumento práctico para la manipulación de cosas muertas”.
“Sería exagerar en forma absurda la influencia real de la filosofía el atribuir el desvergonzado desprecio por la verdad manifestado en las diversas formas de la propaganda moderna, al desdén sistemático acumulado por los sistemas filosóficos modernos sobre el viejo ideal de la persecución de la verdad por sí misma, «a despecho de las consecuencias». Sin embargo, esta declinación del respeto hacia la verdad en los asuntos públicos o nacionales, no se halla desprovista, ciertamente, de toda vinculación significativa con su decadencia en la filosofía y en el arte”.
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1 comentario:
El irracionalismo no sólo desprecia notables aspectos de la naturaleza humana, sino que también propende a mirar sólo por un grupo al que considera selecto convirtiendo al resto de personas en meros medios y materiales para que aquéllos alcancen sus metas. Y cuando eso se traslada de forma no solamente teórica o intelectual sino también efectiva y práctica a los campos político y social se entra de lleno en la barbarie con primitivismo mental y de costumbres.
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