Las descripciones del comportamiento humano han sido realizadas, a lo largo de la historia, considerando al cerebro como una “caja negra” respecto del cual se ignora totalmente su interior y sólo se tienen en cuenta las respuestas ante los estímulos exteriores correspondientes. Es un caso similar al de un televisor respecto del usuario, ya que, ignorando su funcionamiento interno, no tiene inconvenientes en utilizarlo adecuadamente. Sin embargo, desde hace unas pocas décadas atrás, apoyada por los avances tecnológicos, la neurociencia ha podido penetrar eficazmente dentro de la “caja negra” para permitir un gran avance en los estudios del comportamiento humano, aun cuando todavía persistan muchos interrogantes.
También en religión se utiliza, seguramente sin saberlo, el concepto de "caja negra". Está vez implica una caja inmensa que abarca todo el universo. Los inconvenientes surgen cuando, injustificadamente, muchos creyentes aducen saber qué hay dentro de esa caja negra y extraen conclusiones que llevan luego a serios conflictos religiosos.
La palabra “Dios” ha sido aceptada con un significado próximo al de “Dios personal”, y surgen protestas cuando alguien la utiliza para designar al propio orden natural. Sin embargo, no deberíamos atribuirle una significación exclusiva por cuanto con ella debemos designar tanto a un Dios personal como a un Dios inmanente al mundo y a la naturaleza. No menos importante que la idea de Dios es el efecto que tal idea produce en cada uno de nosotros. En cierta forma, es un concepto que depende bastante de la actitud filosófica que adoptemos. Tal actitud se materializará en una ética que habremos de adoptar.
Puede decirse que dos religiones son equivalentes si producen efectos similares en distintas personas. Incluso si al intercambiar, en una expresión, la palabra “Dios” por “dioses”, o por “orden natural”, se mantiene una actitud equivalente, puede decirse que son dos estructuras lógicas similares. Ello se debe a que utilizamos el concepto de “caja negra”. Dentro de esa caja, de la cual conocemos ciertos atributos, suponemos que se encuentra un Dios personal, o varios dioses especializados, o solamente la sustancia única regida por leyes naturales invariantes.
Quienes no estén familiarizados con la ciencia y con su método, seguramente desconocerán el concepto de ley natural y es posible que asocien al mundo un Dios que interviene en los acontecimientos humanos y naturales. En esas personas pueden surgir dudas respecto de la existencia de tal Dios, mientras que, para quienes identifican a Dios con el orden natural, resulta algo concreto y evidente. De ahí que todos sus esfuerzos intelectuales los destinarán a conocer la forma de dicho orden y su aparente finalidad.
Por lo general, la gente encuentra en la idea del Dios personal, que actúa en los acontecimientos humanos, una posible protección ante situaciones de "emergencia". De ahí que surja una firme oposición ante la propuesta de la religión natural en donde se identifica a Dios con el orden natural. Puede decirse que en el primer caso existe una "protección socialista", similar a la que brinda el Estado bajo regímenes de tipo totalitario. En el segundo caso, existiría una "protección liberal", mediante la cual se intenta que todo individuo adquiera una fortaleza anímica y moral suficiente para desempeñarse adecuadamente en la sociedad y en el mundo tal como es.
Cuando Cristo sostiene que "Dios sabe qué os hace falta antes que se lo pidáis" pareciera promover la "protección liberal", incluso expresando tácitamente que Dios no interviene en forma directa en nuestras vidas, sino sólo a través de las leyes naturales invariantes que conforman el orden natural. Adoptando este punto de vista, se evita toda una serie de contradicciones lógicas que hacen que la religión tradicional constituya una maraña casi impenetrable en la cual se llega al extremo de que "vale todo" y que cualquier creencia puede encontrar cierto asidero en alguna parte de la Biblia.
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1 comentario:
Algo que acontece si se cree en un Dios personal es que surge de inmediato la dificultad que en tal caso plantea el que aquél tenga que cubrir necesariamente una multiplicidad de atenciones simultaneas al tener que conocer, y en su caso intervenir, en los muy numerosos escenarios conflictivos en los que la gran cantidad de seres humanos existentes le plantearían. Esa dificultad de la omnipresencia desaparece en el caso de un Dios identificado con el orden natural.
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