En la Biblia encontramos varias incoherencias lógicas, ya sea porque las simbologías se interpretan como realidades o bien por las "perdonables" torpezas de quienes escribieron el Antiguo Testamento hace más de tres milenios o el Nuevo Testamento dos milenios atrás. Sin embargo, aún cuando en nuestra época dispongamos de una visión científica del universo, mediante la cual se advierte que todo lo existente está regido por leyes naturales invariantes, sigue vigente la idea de que la presencia de Dios se advierte cada vez que interrumpe tales leyes, o bien las condiciones iniciales en una secuencia de causas y efectos (milagros).
La religión tradicional admite que los pedidos a Dios implican una acción concreta de la deidad y por la cual produce un milagro ante los pedidos de los creyentes. Si admitimos que el Dios Creador es el autor de las leyes que rigen todo lo existente, no parece propio de un "creyente" pedirle que interrumpa tales leyes, sino que el verdadero "creyente" es el que valora tales leyes y por ello trata de respetarlas y de adaptarse a las mismas, en lugar de pedir su abolición momentánea. Anthony de Melo escribió: “Milagro no significa que Dios responda a los deseos humanos, sino que el hombre responda a los deseos de Dios”.
Cuando Cristo indica que “Dios ya sabe que os hace falta antes que se lo pidáis”, en cierta forma trata de sugerir que debemos salir de la religión del intercambio de ofrendas y pedidos por ventajas concedidas, lo que caracteriza a las religiones paganas. Por el contrario, la adaptación a las leyes naturales, y a los mandamientos éticos, constituye la esencia de la religión moral.
Los denominados “milagros”, realizados por Cristo, son atribuidos a la fe de las personas antes que a las intervenciones de Dios. Albert Nolan escribió: “Una y otra vez leemos cómo Jesús decía a la persona que había sido objeto de la curación: «Tu fe te ha curado». Es ésta una notable afirmación que, automáticamente, eleva a Jesús por encima de cualquiera de las categorías de médico, exorcista, taumaturgo o santo que en aquella época se reconocían. Jesús, en efecto, dice que no es él quien ha curado al enfermo, que la curación no se ha producido en virtud de algún poder físico o de algún tipo especial de relación que él pudiera tener con Dios. Ni tampoco hay que atribuirla a la eficacia de alguna fórmula mágica, ni siquiera a las sencillas propiedades medicinales de la saliva. Y tampoco dice, al menos de un modo explícito, que la persona en cuestión haya sido curada por Dios. No dice más que: «Tu fe te ha curado»” (De “¿Quién es este hombre?”-Editorial Planeta-De Agostini SA-Barcelona 1995).
En el siglo XVIII Voltaire escribió: “Aquel que no esté iluminado por la fe no puede ver en un milagro sino una contravención a las leyes eternas de la naturaleza. No le parece posible que Dios desordene su propia obra; sabe que todo está unido en el universo por cadenas que nada puede romper. Sabe que siendo Dios inmutable, sus leyes también lo son; y que ninguna rueda de la gran máquina puede detenerse sin que se descomponga toda la naturaleza”.
“Si el Ser eterno, que todo ha previsto, todo ordenado, que gobierna todo por leyes inmutables, se contraría a sí mismo trastornando todas sus leyes, esto no puede ser sino en beneficio de la naturaleza entera. Pero parece contradictorio suponer un caso en el que el creador y el dueño de todo el mundo pueda cambiar el orden del mundo para bien de éste, pues o bien ha previsto la pretendida necesidad que de ello tenía, o no la ha previsto. Si la ha previsto, ha puesto orden desde el comienzo, si no la ha previsto, ya no es Dios” (De "Milagros" en el “Ensayo sobre las costumbres y el espíritu de las naciones”-Librería Hachette SA-Buenos Aires 1959).
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1 comentario:
“Milagro no significa que Dios responda a los deseos humanos, sino que el hombre responda a los deseos de Dios”. Aguda crítica sociológica y con humor.
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