Cuando los ingresos de los empleados resultan insuficientes, surgen diversas propuestas para mejorar la situación. La más atractiva y popular es la suba, mediante la ley respectiva, del salario mínimo. Sin embargo, no siempre tal tipo de solución provoca la mejora deseada, sino que muchas veces empeora las cosas.
Como, para advertir tal empeoramiento se requiere de cierto análisis mental, que por cierto pocos lo hacen, la opinión pública tiende a aplaudir al que propone el aumento del salario mínimo y a descalificar a quienes proponen otras soluciones alternativas.
A continuación se transcribe un análisis que todos deberíamos hacer:
SALARIO MÍNIMO
Por Gloria Álvarez
Abogar incesantemente por el salario mínimo es prueba fehaciente de que el progre nunca estudió los principios básicos del comportamiento humano en la economía.
Los salarios son la paga que un trabajador decide recibir por su trabajo. La forma natural en que un salario sube o aumenta es conforme a cómo vaya aumentando la productividad de la empresa y del empleado en la misma. Es decir, cuanto más eficiente sea la empresa para adaptarse a las innovaciones, para maximizar sus recursos, más clientes tendrá, mayor demanda; por lo tanto, cuanto mejor le vaya a la empresa, mejor le irá al trabajador. «Sí, pero es que hay patrones crueles que aunque les vaya bien en el negocio nunca le suben el sueldo a sus empleados y por eso es necesario hacer una ley que suba los salarios», te dice el progre.
Y es por eso, queridos progres, por lo que la competencia libre y abierta es tan importante. En la medida en que el trabajador tenga opciones para marcharse a trabajar a un lugar donde le paguen más, los salarios entoncee serán atractivos. En cambio, cuando hay un solo patrono, una sola empresa ofreciendo un producto, ese trabajador deberá conformarse con lo poco que le paguen y no tiene opciones.
Cuando el progre aboga porque el Congreso tire adelante una ley que suba el salario mínimo, lo hace con la esperanza de que la economía funcione como una varita mágica: cada ley es un polvo mágico que, según ellos, hace mejor la economía.
En realidad, esto es lo que sucede cada vez que se aumenta el salario mínimo por ley:
Supongamos que eres el dueño de un puesto ambulante de venta de tacos. Por el momento tienes subcontratados a tres asistentes que al mes ganan 100 pesos cada uno. O sea, 300 pesos te cuestan tus empleados al mes.
Cada taco te cuesta 1,50 pesos (comprar la tortilla, la carne, el aguacate, las salsas, cebollas, etcétera).
Lo vendes a tres pesos, lo cual no necesariamente implica que con cada taco «ganes» 1,50 pesos. Porque a esa ganancia todavía le tienes que restar dinero para pintar el puesto cada medio año, lavar uniformes, comprar carbón, pagar las aguas gaseosas y, por supuesto, cubrir el salario de tus tres empleados. A la larga, supongamos que por cada taco te queden unos 0,20 pesos, o 20 centavos, de ganancia neta.
Pese a todo, llevas tres años funcionando. Ya tienes la fórmula exacta para que las cuentas te salgan y puedas sacar tu ganancia.
De repente te llega la noticia: «AHORA POR LEY EL SUELDO MÍNIMO ES DE 150 PESOS».
La gente anda feliz y alborotada: ¡¡Qué felicidad!! ¡¡50 pesos más para gastar!!
Pero tú no. Tú sabes lo que esto representa. Vas a tener que hacer un cambio.
Primero subes el precio de tus tacos de tres a cinco pesos. Con esto, algunos de tus clientes desaparecen. Hay muchos que no te pueden pagar esos dos pesos extra.
Al cabo de un mes, tienes que tomar otra decisión. Ahora estás pagando 150 pesos por LEY a cada trabajador. Lo que antes te costaba 300 pesos, ahora te cuesta 450 pesos.
Y con eso de que se te están yendo los clientes, no te queda otra que tomar la peor de las decisiones: despedir a uno de tus trabajadores y volver al costo de 300 pesos entre los dos que te quedan.
Lo peor es que ese trabajador que despides ahora tiene cero ingresos. De nada le ha servido la ley, pues ahora no tiene ni 100 pesos ni 150 pesos sino cero pesos al mes. Y cuando se dispone a buscar un nuevo trabajo, se encuentra con que nadie está contratando. Que más bien muchos están despidiendo personal. Es común, pues, que estas personas desempleadas ingresen en la economía informal que en Guatemala asciende al 80 por ciento y en Argentina al 40 por ciento, igual que en México, demostrando que la utopía progre incluso hace que menos personas contribuyan con impuestos al papá Estado.
Pero no sólo eso. A ti como empresario te sigue afectando. Como la ley ha cambiado para todos, lo mismo que te ha pasado a ti le pasa a todo el mundo. La pintura para pintar tu puesto aumenta de precio, las gaseosas también y los aguacates ni digamos. Cuando hablas con tus colegas te cuentan que ellos también han tenido que despedir empleados.
Por esta ley, también se han mandado imprimir más billetes. La maquinita mágica imprime e imprime y eso hace que ahora haya más billetes circulando. ¿Y qué pasa cuando hay más billetes circulando? El valor de cada billete es menor.
Por eso, cuando sube el salario mínimo todo sube de precio. Porque es el intento de los empresarios por mantener una ganancia sin irse a la bancarrota.
El otro problema es que el salario mínimo obliga a contratar a las personas con un tope de sueldo, impidiéndote contratar personas por menos de lo que la ley obliga. Por eso surge la economía informal. Como alternativa para poder trabajar sin quedarte con cero ingresos.
¿Qué hace esto a la larga? Que mucha gente se quede ganando cero pesos cuando podría tener un empleo que les pagara menos que el «salario mínimo» pero más que cero.
He ahí por qué una ley para subir el salario mínimo es una de esas fantasías progres que se oye hermosa en teoría pero que en la práctica causa desempleo e inflación. Pero, aún así, se sigue utilizando como la gran medida progre. Lo acabamos de ver recientemente en España. En noviembre de 2016 el Parlamento, con los votos a favor de todos los progres de la Asamblea (encabezados por el PSOE y Podemos) y el voto en contra del partido del gobierno, se anunció la subida del salario mínimo de los actuales 655,20 euros mensuales a 800 euros en 2018 y a 950 en 2020. He aquí la solución de todos los problemas del desempleo, la crisis económica, los problemas de competitividad, el cierre de empresas...La única pregunta que se me ocurre (y que no se hace un progre porque nunca llevan sus argumentos hasta el final) es: si esto es así, ¿por qué no elevarlo a 1.500 euros? ¿O a 2.000?
(De "Cómo hablar con un progre"-Ariel-Buenos Aires 2017)
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1 comentario:
No hay ninguna duda que tras la explosión de la inflación este año 2022 en España (y del repunte del paro) también está la subida continuada, y a veces en un alarde electoralista muy por encima del índice de precios al consumo, del salario mínimo interprofesional que ha experimentado el país en los últimos años.
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