Entre los aspectos que caracterizan a las religiones aparece, por una parte, la actitud de sumisión asociada a pedidos concretos para que Dios los satisfaga. Tales pedidos van asociados a homenajes y adulaciones hacia Dios, caracterizando tal actitud a las religiones paganas, o incluso a la religión moral que ha sido paganizada, o interpretada como un paganismo.
Por otra parte, tenemos la religión moral, como las religiones bíblicas, en las cuales se limitan los homenajes y las adulaciones a Dios enfatizando el cumplimiento de los mandamientos éticos, supuestamente dictados y exigidos por un Dios con atributos humanos.
Mientras que los paganismos idealizan a un Dios similar a un ser humano, y lo imaginan con atributos similares a los tiranos y déspotas que promueven sus propios "cultos al líder", los teístas lo imaginan como una persona noble con empatía hacia todos los seres humanos; de ahí la creencia en que Cristo es la encarnación de Dios o lo más cercano a Dios o el mismísimo Dios.
En los últimos tiempos ha sido el Estado, y principalmente los políticos en el poder, quienes reciben alabanzas, homenajes y pedidos similares a los que antes se dirigían a los dioses imaginados. De ahí, que desde la actitud del creyente, pueden considerarse a tales procesos como nuevos paganismos asociados al dios-Estado y a sus dirigentes. Enrique de Castro escribió: "La fe en el Dios de Jesús es fe en Jesús y como consecuencia en su Dios. La fe en la utopía del Che Guevara es fe en el Che y como consecuencia en su utopía" (De "Dios es ateo"-Editorial Popular SA-Madrid 2007).
Nikita Kruschev, quien lideraba en un tiempo a la URSS, y luego de uno de los primeros viajes al espacio de un cosmonauta soviético, se jactaba orgullosamente: "No hay ningún Dios en el cielo". De la misma manera en que, desde la religión paganizada se cree que un Dios dirige los acontecimientos humanos desde lo alto, los rivales de la religión moral también la atacan como si se tratara de un paganismo. Recordemos que Cristo dijo: "El Reino de Dios está dentro de vosotros", ya que su religión implica esencialmente lo moral.
Al rivalizar con la religión, los comunistas pusieron en evidencia que lo importante para ellos siempre fue abarcar todo el poder posible. Así como, se dice, "Dios está en todas partes", ellos interpretaban que el Estado debía "estar en todas partes".
Para colmo, se les ocurrió imitar lo del "hombre nuevo" del cristianismo; esta vez para crear al "hombre nuevo socialista", o soviético. Mientras Cristo promovía la mejora ética individual concretada en el cumplimiento de sus mandamientos éticos, dando lugar así al esperado hombre nuevo que establecería el Reino de Dios en la tierra, el hombre nuevo soviético habría de ser el que renunciara a su individualidad y se convirtiera en un obediente miembro del colectivismo socialista.
Al creer en que el hombre actúa sólo por influencia social, y poco o nada por herencia biológica, suponían, además, que los caracteres adquiridos se heredarían hasta dar forma a una futura y nueva humanidad. Así, mediante la “herencia de los caracteres adquiridos” (proceso incompatible con la genética mendeliana) se iría consolidando una nueva humanidad; proceso que puede simbolizarse como el deseo del ateo de reemplazar a Dios.
La búsqueda del poder por parte de los socialistas, no implica sólo el dominio del Estado y de todo lo material que exista en una nación, sino principalmente de las mentes y voluntades individuales. De ahí que la nueva táctica, no violenta ni revolucionaria, no ha abandonado los intentos iniciales de establecer al "hombre nuevo socialista". Es decir, mientras el hombre nuevo cristiano implica restablecer la plenitud humana a través de la empatía emocional, la principal ley natural de supervivencia de la especie, para los socialistas el hombre nuevo habría de estar constituido a "imagen y semejanza" de algún líder socialista, o de un hombre "diseñado" por un ideólogo socialista. Carlos Albert Montaner escribió: “Guevara fue el primer, último y único «hombre nuevo» que dio el proceso revolucionario. Ese cubano del futuro, desinteresado, laborioso, honesto, crítico, no era otro sino él".
"Esa criatura que vendría, y para la cual el trabajo era como un privilegio, no encontrando mejor remuneración que la satisfacción de llevarlo a cabo, era él mismo. El Che quería multiplicar su imagen. Pretendió –acaso sin tener conciencia de ello- preñar a millones de cubanos con su particular sementera. Como todos los apóstoles, proyectaba en los demás la concepción heroica de sí mismo”.
“Convirtió su tipo en arquetipo repitiendo un fenómeno tan viejo como los hombres. Sin embargo, con la búsqueda del «hombre nuevo» le confirió dignidad a la empresa revolucionaria. Casi nadie notaba entonces el atropello de los hombres viejos. De todos aquellos bípedos que no podían ni querían parecerse a Guevara. De toda la gente que entiende que trabajar es un incordio para quienes el «futuro de la humanidad» es una abstracción mucho más frágil que el futuro de la familia”.
“Guevara era un héroe y quería poner una fábrica de héroes. La ingeniería de su nuevo bicho revolucionario se le antojaba sencilla por ese inusitado mecanismo simplificador que opera en las neuronas de los apóstoles. Si él, con un asma que se caía, y unas piernas flacas que apenas lo levantaban, había hecho la revolución, ¿por qué no los demás? ¿Por qué no todo el mundo? Para Savonarola, para Ignacio de Loyola, para Robespierre, estas cosas son fáciles”.
“El Che ha sido uno de los peores funcionarios en la historia de la administración pública de Cuba. Si un ministro de Industria o un director del Banco Nacional de cualquier país civilizado cometen los disparates que cometió Guevara, tendría que suicidarse. Más o menos lo que hizo Guevara. Tan pronto comprobó que «el hombre nuevo» no era viable y que él mismo había fracasado en las tareas del gobierno, se encaramó en Rocinante y se largó a atacar nuevos molinos de viento” (De “Víspera del final: Fidel Castro y la Revolución Cubana”-Globus Comunicación-Madrid 1994).
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1 comentario:
Para ser Guevara el prototipo del “hombre nuevo” tenía rasgos que se dan frecuentemente entre los “hombres viejos”: violento, intransigente, machista, mujeriego, homófobo, racista...
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