La desgracia de la Argentina ha sido, y será, la grieta que divide a la nación entre peronismo y antiperonismo. Ello implica que, de no haber existido Perón, tal grieta no existiría. El peronista, por lo general, habla del "odio" del antiperonista, sin apenas mencionar el odio original promovido por Perón, Eva y, actualmente, los Kirchner.
Si alguien pregunta por la emoción que despertaba, en Alemania, Adolf Hitler, seguramente se le dirá que la gente normal sentía temor, desprecio, repugnancia, por el feroz tirano. Una persona normal no sentiría odio por algo tan bajo en una escala de valores éticamente aceptable. Recordemos que Nietzsche escribió, acertadamente, que no se odia "sino al igual o al superior". Hitler no ofrecía ningún valor para envidiar, excepto para personas con mente torcida que valoraban el poder adquirido por tal siniestro personaje dejando de lado la catástrofe social que produjo.
En el caso del peronismo ocurre algo similar. Perón y Eva predicaron el odio contra la "oligarquía", principalmente, es decir, contra los económicamente superiores, ya que la posición económica ha sido el valor prioritario en la escala de valores predominante en los adeptos a tal movimiento. Luego, el odiado oligarca, y la odiada clase media, no ha de responder con "amor" respecto de quienes la descalifican y la difaman en forma permanente. De ahí que no debe confundirse odio con asco, ya que son dos cosas muy distintas.
Entre los escritores antiperonistas más destacados puede mencionarse a Ezequiel Martínez Estrada, cuyo antiperonismo llega incluso hasta una severa crítica contra los "fabricantes de peronismo", y son aquellos no peronistas que, con sus hábitos egoístas y poco éticos crearon las condiciones favorables para el surgimiento del odio colectivo asociado al peronismo. Martínez Estrada escribió: "Perón se dirigió a un sector numeroso del pueblo, el de los resentidos, el de los irrespetuosos, el de los iconoclastas. Sector de individuos sin nobleza con una opinión peyorativa de los grandes hombres y de los intelectuales en general y en bloque...".
"Esa turba despreciaba al país; no reconocía dioses, héroes, sabios ni santos. A ese populacho, desdichadamente mayoritario y dueño de un poder destructor antes nunca ejercido ni exhibido, se dirigió Perón. Se ofreció en mangas de camisa a que lo manosearan; y al noli me tangere [no me toques, en latín] opuso el «mano a mano» de los villanos; confirmó a la turba resentida que tenía razón en despreciar a los prelados, los militares y los políticos porque él encarnaba, en una versión inferiorizada, a otros cuatro representantes de las glorias nacionales. El populacho no conocía otros -en el caso de que hayan existido- y Perón les aseguró que estaban en lo cierto. Fue su legislador como, según Sarmiento, Rosas lo había sido «de esta sociedad tártara»" (Citado en "Con el bombo y la palabra" de Rodolfo Edwards-Seix Barral-Buenos Aires 2014).
Martínez Estrada predijo, acertadamente, la continuidad del peronismo, aun cuando su líder fuera expulsado del poder. Y es esta la razón principal por la que pocas inversiones habrá en el país mientras exista la real posibilidad de que en cualquier momento las masas elijan, mediante el voto, a un líder totalitario, como ya ocurrió en más de una oportunidad. Al respecto escribió: "El pueblo miserable de descamisados y grasitas tendrá por el ídolo el mismo acrecentado fervor que tuvo por Rosas, porque ese desdichado pueblo ha perdido el respeto y, si no lo tuvo nunca, la superstición por los valores de una auténtica cultura y de una auténtica civilización. Cuanto más se le demuestre que Perón ha sido una ponzoña que aún beberán los nietos de nuestros nietos, más se adherirá a él como represalia contra una exigencia de vida superior que le impone no sólo el trabajo honrado sino la conducción correcta. Seguirá amando a quien encubrió la holgazanería con la palabra y la escenografía del trabajo y al que confundió justicia social con bandolerismo".
En cuanto a los "fabricantes de peronismo", Martínez Estrada escribió: "El peronismo nos ha revelado a los argentinos, y a los escritores entre ellos, por si es preciso advertir que forman parte del pueblo argentino, la existencia de algunos miembros indeseables de la familia, pero que eran primos y hermanos nuestros. Eran, en verdad, una parte de la familia con los mismos derechos, o parecidos, a los del primogénito o la señorita normalista".
"Los teníamos relegados a las habitaciones de los fondos de la finca solariega, avergonzados de que fueran tan rústicos, insolentes y rapaces. Sin embargo, eran de la misma sangre. Perón abrió la puerta que daba al patio del corral y los hizo entrar. Después de saludarlos palmeándoles el hombro los sentó a la mesa, de la que ocupaban él y la señora de la casa las cabeceras".
"Y señalándoles los retratos de los antecesores, la vajilla de plata, los ricos muebles -como en alguna escena de Hernani- les prometió entregarles las llaves de la puerta de calle, poner sus retratos en lugar de los de sus abuelos y transferirles la propiedad y los fondos bancarios...".
"Quedamos espantados, porque no era para menos. Jamás habíamos presenciado una invasión de los parientes pobres y sucios en la sala y en el comedor, ante las visitas atónitas, que también las había....Si nuestros escritores hubieran escrito sobre ellos, si nos hubieran advertido que había entre nosotros seres tan desdichados y solos, tan fuera de toda participación en los bienes comunes, no habríamos esperado a que ingresaran con aire de desafío y los zapatos sucios".
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1 comentario:
A pesar de su lucidez en el tratamiento del fenómeno peronista Martínez Estrada no pudo sustraerse a los cantos de sirena de la revolución cubana de 1959. Quizá porque falleció antes de que el castrismo se revelase con toda su verdadera faz totalitaria.
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