Las decisiones humanas son adoptadas basándonos principalmente en aspectos emocionales. Luego, aplicamos el razonamiento para justificarnos, o para justificar ante los demás, los efectos de tales decisiones. En realidad existe una interrelación permanente entre emoción y razón que determina la orientación cotidiana de nuestra conducta.
En cuanto a las teorías científicas, ocurre algo similar. Primeramente se vislumbra la posibilidad de acertar con un modelo descriptivo y luego se busca una fundamentación adecuada para tal descripción. Dicha fundamentación servirá posteriormente para una posible aceptación por parte de la sociedad. En caso de no hallarse un fundamento adecuado, aún cuando tal descripción sea compatible con la realidad, malogrará su difusión y su influencia posterior.
Este es el caso del cristianismo, cuyo fundamento, la revelación, lo hace inaccesible a muchas personas por cuanto tal fundamento carece de cierta coherencia lógica. Si Cristo es el Dios hecho hombre, y ese Dios interviene en los acontecimientos humanos, sería el que determina o "autoriza" su propia muerte en la cruz. Al menos esta es la forma en que el no especializado en teología bíblica tiende a interpretar.
Si, por el contrario, se considera que todo lo existente está regido por leyes naturales invariantes, y que el "hijo de Dios" (o hijo del orden natural), ofrece una ética natural promoviendo una óptima adaptación a dicho orden, se facilitaría tal adaptación con una mayor influencia en toda sociedad.
De ahí la propuesta de la psicología social, como fundamento adicional, al considerar la existencia de una respuesta o actitud característica en todo individuo, con sus cuatro componentes emocionales y sus cuatro componentes cognitivas. Esta fundamentación consiste en aspectos observables, es decir, tanto la actitud como sus componentes, son accesibles a una verificación directa por parte de cada uno y de todos los habitantes del planeta.
Si bien, puede argumentarse, que tal fundamento poco o nada tiene en cuenta el acceso posterior a una vida eterna, puede decirse que la existencia, o no, de dicha vida posterior, no depende de nuestras decisiones. Lo que sí depende de nuestras acciones y decisiones es el cumplimiento de los mandamientos bíblicos, que esta vez podrían ser adoptados, no por la fe en una supuesta revelación, sino por la evidencia de aspectos observables en el comportamiento humano.
Algo similar ocurre con la limitada aceptación de los fundamentos de la Escuela Austriaca de Economía, basada en postulados lógicos, como los adoptados en matemáticas y en la lógica, dejando de lado aspectos observables de la realidad; aspectos inherentes a toda rama de la ciencia social. Si consideramos que la base de tales planteos es "la accion humana", sintetizada en el título del conocido libro de Ludwig von Mises, se advierte que el objetivo vendría a ser la optimización del comportamiento económico individual en el marco del proceso natural y espontáneo del mercado.
Debido a que mostramos una similar actitud ya sea en nuestros intercambios económicos (compras y ventas) como en la manera en que conducimos un automóvil, y en todas las acciones cotidianas, el fundamento propuesto desde la psicología social, vendría a constituir una descripción más amplia de "la acción humana", y la economía quedaría fundamentada en aspectos observables, como en el caso de la ética cristiana, conduciendo a una mayor aceptación por parte de sectores de la sociedad un tanto renuentes a aceptar una fundamentación puramente lógica. Mario Bunge escribió: "No hay que confundir las variables latentes (inobservables) con los conceptos fantasmales, esto es, que carecen de contrapartidas reales. La observabilidad es una condición metodológica, mientras que la falta real de referencia es semántica".
"Las variables latentes son admisibles siempre que estén bien definidad y puedan relacionarse con variables (o indicadores) observables a través de hipótesis indicativas. En contraste, las variables fantasmales son injustificables en ciencia. Lamentablemente, los conceptos fantasmales no son pocos en economía: piénsese en la mano invisible, la competencia perfecta, el rematador de Walras, el conocimiento perfecto, la probabilidad subjetiva, la expectativa racional o el índice natural de desempleo" (De "Las ciencias sociales en discusión"-Editorial Sudamericana SA-Buenos Aires 1999).
Para el citado autor, que considera a la "mano invisible" como un "concepto fantasmal", no existiría el sistema autorregulado del mercado ni una economía natural espontánea, que puede describirse como un sistema de realimentación negativa cuyo lazo de realimentación está constituido por la diferencia entre la oferta y la demanda. De ahí que sería necesario construir una "economía artificial", o planificada, lo que constituiría una postura anticientífica evidente, si bien tal afirmación no parece haber sido emitida por Bunge.
Si existe una economía natural, la labor del economista implica esencialmente descubrir la forma de adaptarnos (desde cada individuo hasta el Estado) a dicho orden espontáneo. De ahí la sintesis de la Escuela Austriaca de la no intervención del Estado respecto del sistema realimentado autorregulado, mientras que el Estado debería tratar de mantenerlo aislado de posibles pertubaciones, como lo constituyen algunos casos de monopolios.
En cuanto a las condiciones económicas que se han de cumplir para el óptimo funcionamiento del proceso del mercado, tenemos las siguientes:
a) Los compradores y los vendedores deben ser demasiado pequeños para influir sobre el precio del mercado.
b) Todos los participantes deben disponer de información completa y no puede haber secretos comerciales.
c) Los vendedores deben soportar el coste completo de los productos que venden y trasladarlos al precio de venta.
d) La inversión de capital debe permanecer dentro de los límites nacionales y el comercio entre los países debe equilibrarse.
e) Los ahorros deben invertirse en la creación de capital productivo.
(De "El mundo post empresarial" de David C. Korten - Ediciones Granica SA - Barcelona 2000)
La labor del economista en cierta forma se ha de parecer a la labor del moralista, quien observa, por un lado, las leyes naturales que gobiernan las conductas individuales, y por otro lado, a los diversos individuos tratando de inducirlos a contemplar tales leyes. De ahí que la labor del economista parte del conocimiento de las leyes del mercado y termina en "la acción humana", buscando una adaptación entre ambas.
Es por ello que Ludwig von Mises considera que el fundamento de la economía, la acción humana, cumple un papel similar a los axiomas en las ciencias formales, como la lógica y las matemáticas, en lugar de adoptar un principio básico que pueda provenir desde las ciencias sociales, como la psicología social y la sociología. Por lo visto, tanto estas últimas, como la economía, admiten un fundamento enteramente experimental, es decir, accesible a la observación directa y a la verificación experimental. Mises escribió: “El prerrequisito más general de la acción es un estado de insatisfacción, por un lado, y, por otro, la posibilidad de eliminarlo o aliviarlo mediante la acción”.
En cuanto al comportamiento del hombre económico, se lo ha sintetizado, siguiendo a Mises, de la siguiente manera:
1- El hombre actúa
2- La gente tiene diversos fines
3- Hay una variedad de recursos o medios mediante los cuales la gente puede conseguir esos fines.
(De “Una introducción al razonamiento económico” de David Gordon-Pdf en www.anarcocapitalista.com).
Este sería el fundamento lógico o formal, adoptado como base de la acción humana. Como antes se mencionó, la acción humana queda mejor descrita y comprendida desde la psicología social, o psicología de las actitudes.
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