POR LOS POBRES
Por Mariano Grondona
La reciente pastoral económica [escrito en 1987] de los obispos católicos de los Estados Unidos desarrolla una visión muy crítica de la sociedad norteamericana en torno de dos proposiciones centrales. La primera, de orden teórico, proclama como un "escándalo moral" que todavía existan, en el país más rico del mundo, treinta millones de pobres. La segunda, de alcance práctico, sostiene que para eliminar tal escándalo no sirven ni el mercado libre ni la caridad privada; lograrlo es responsabilidad primordial del Gobierno a través de una política de distribución de la riqueza.
La proposición teórica de los obispos norteamericanos viene a reflejar un nuevo criterio de justicia social en el mundo actual. Por mucho tiempo, la consigna utilitarista fue que la meta de la vida social es lograr el bienestar del mayor número. Ella se ha cumplido, básicamente, en los países más avanzados. Si los obispos afirman que hay en los Estados Unidos treinta millones de pobres, implícitamente aceptan que hay doscientos veinte millones de personas que no lo son.
El utilitarismo cumplía la regla democrática al atender al bienestar de la mayoría. Pero el utilitarismo, que fue "de izquierda" mientras "la mayoría" eran los pobres -todavía lo son, por supuesto, en América Latina- pasó a ser "de derecha" con el progreso económico, al ser los ricos, y no los pobres, la mayoría.
A quienes los sigue moviendo la inclinación por los pobres, ni la teoría utilitaria ni la democrática les sirven ya. Pensadores actuales giran entonces hacia otros principios. John Rawls, el más destacado de ellos, sostiene en su Teoría de la justicia que ningún enriquecimiento es legítimo a menos que promueva el avance de los más desfavorecidos.
Los obispos norteamericanos se han colocado decididamente en esta posición. Lo que legitima a una sociedad, según la pastoral, no es el bienestar del mayor número sino el bienestar de los más pobres. Desde este punto de vista (revolucionario desde la propia tradición aristotélico-tomista del pensamiento social católico, ya que Aristóteles hablaba del "bien común", no del bien sectorial de los más pobres) la sociedad norteamericana deja de ser legítima. Es un "escándalo moral" porque en ella, todavía, quedan pobres.
Esta tesis ignora el hecho decisivo de que la gran mayoría de los norteamericanos vive arriba y no abajo de la frontera de la pobreza. Este es un logro extraordinario si se observa que el resto de las sociedades no capitalistas de hoy y todas las que hubo en el pasado, incluso bajo la hegemonía de la Iglesia, son y han sido formadas por una inmensa mayoría de pobres. Que haya pobres, por cierto, es una imperfección, y el capitalismo, como todo lo humano, es imperfecto. Pero resulta irónico que se lo condene moralmente por ser el sistema menos imperfecto de la Tierra.
En los Estados Unidos, por otra parte, los pobres no lo son siempre, como entre nosotros, sino los inmigrantes más recientes -muchos de ellos, latinoamericanos- que han ido allí precisamente para salir de la pobreza al parecer irremediable de sus países de origen. Los obispos están tomando como una situación permanente de pobreza lo que no es sino el escalón inicial por el cual también pasaron en su momento las demás minorías migratorias que participan hoy de la riqueza norteamericana. Están condenando a la sociedad que recibe a los pobres del mundo, abriéndoles una esperanza.
De la refutación de esta visión teórica resulta la refutación práctica de la pastoral: si la sociedad norteamericana, lejos de ser un "escándalo moral", es un éxito que atrae a millones de inmigrantes de todo el mundo, no puede decirse que el mercado libre y la caridad privada -ambos, poderosos en los Estados Unidos- deban ser reemplazados por el Estado en su papel de promotores principales de la justicia económica. Este reemplazo ya ocurrió en América Latina, sumiéndonos en una pobreza muy distinta de la que denuncian los obispos norteamericanos: permanente y generalizada.
Al escribir estas líneas, no pienso en los norteamericanos sino en los latinoamericanos. La pastoral que comento no tendrá en la Unión otro efecto que halagar a las minorías pobres y latinas que están en la base de la escala social y son la clientela espiritual más nutrida de la Iglesia Católica norteamericana, de tal modo que en el Norte el mercado y la caridad privados seguirán impulsando un fantástico desarrollo; lo más que hará la pastoral es sensibilizar a más personas acerca de la necesidad de ayudar a los pobres. Lo cual es positivo. Entre nosotros, en cambio, la pastoral podría confirmar a muchos en su falso camino, hundiéndose aún más en nuestra pobreza. Es una cruel paradoja que, en tanto sigue aplicando su propio método de desarrollo, la potencia imperial nos aconseje a través de una voz disidente allí pero no entre nosotros, que sigamos con nuestro propio método de subdesarrollo, creyendo en el Estado y no en la libertad.
(De "Bajo el imperio de las ideas morales"-Editorial Sudamericana SA-Buenos Aires 1993).
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2 comentarios:
Mariano Grondona es muy incisivo en este escrito. Sin decirlo directamente pone a la Iglesia y a su pobrismo en el lugar que les corresponde: el de la retórica izquierdista que busca afianzar a la parroquia en la condescendencia y en la dependencia.
La Iglesia está atravesada por una doctrina herética que confunde la Doctrina Social de la Iglesia (para muchos católicos, doctrina redundante) con el socialismo "cristiano". Los católicos debemos pechar contra esa herejía (y otras dentro de la misma Iglesia). Ayuda a entender la lectura de Utopismo: la herejía perenne de Thomas Molnar. Saludos cordiales A. Miranda
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