A medida que avanza el conocimiento en neurociencia, se advierten errores y aciertos en los distintos pensadores del pasado. Así, Antonio Dalmasio advierte la errónea dualidad cartesiana escribiendo el libro El error de Descartes, mientras reivindica los aciertos de Spinoza escribiendo En busca de Spinoza. Esto implica que el proceso de prueba y error no sólo se establece durante la investigación realizada por cada científico sino que también se verifica considerando la labor de muchos pensadores a lo largo de la historia.
En el caso de John Locke puede advertirse el error de considerar que todo individuo actúa en función de la influencia cultural recibida ya que, de nacimiento, no traería ninguna herencia biológica, además de la asociada al funcionamiento del cuerpo. Sin embargo, es fácil advertir que cada individuo nace con cierta personalidad, o actitud predominante, que define ciertas predisposiciones particulares que lo distinguen de los demás.
Así como una computadora viene, de fábrica, con cierto hardware (circuiterío), al cual se le agregará cierto software (programación), todo individuo nace con cierta estructura cerebral, que luego admitirá, o no, la influencia cultural del medio familiar y social en donde desarrolla su vida.
No estamos determinados por nuestros genes ni tampoco por la influencia cultural, ya que malas predisposiciones genéticas pueden corregirse con buenas ideas, es decir, con ideas que contemplen las leyes naturales que nos rigen. También la mala influencia cultural puede corregirse con una buena influencia, adquirida mediante la razón y el conocimiento.
Es oportuno mencionar que una de las ideas más catastróficas que se ha generado es, justamente, la de que el ser humano actúa sólo por influencia cultural. Admitida por el marxismo-leninismo, sus adherentes intentaron generar el "hombre nuevo soviético" quien transmitiría a las nuevas generaciones, mediante cierta herencia cultural asociada a los genes, una mentalidad adaptada al socialismo. Quienes rechazaban tales ideas socialistas, podían desecharse de la sociedad sin mayor inconveniente por cuanto lo colectivo interesaba mucho más que lo individual.
Si bien John Locke admitía la exclusiva influencia cultural, la consideraba bajo una finalidad totalmente distinta, tal la de justificar la igualdad de los seres humanos a fin de limitar y erradicar el gobierno mental y material del hombre sobre el hombre. Pennington Haile escribió: "Locke declaró que al nacer cada individuo, la naturaleza de su «substancia mental» es la de una «tablilla en blanco». La experiencia, que son los contactos con substancias materiales y mentales distintas, graba en esta tablilla los antecedentes que constituyen su vida".
"En el momento de nacer no hay para nada «ideas innatas» ni principios morales innatos. Absolutamente la totalidad de nuestros conocimientos, como también nuestros códigos morales, provienen de los sentidos. Llegan directamente en forma de «ideas simples» o, mediante la actividad de la razón para compararlas y clasificarlas, lo hacen indirectamente como conceptos, reglas y principios de conducta generales. Incluso la misma idea de Dios sólo llega a cada individuo a través de su experiencia personal".
"Un concepto así de la naturaleza del individuo humano tuvo inmediatamente consecuencias revolucionarias. ¡Daba fundamento filosófico a la teoría de que todos los hombres han sido creados iguales y libres! Si las substancias mentales son «tablillas en blanco» al nacer no hay ningún motivo para que un hombre se arrogue superioridad natural sobre otro. El único motivo para hacerlo depende de la herencia de algunas prerrogativas especiales. Por lo tanto la teoría de Locke sobre su naturaleza dio al hombre una razón más profunda y acertada para insistir en la igualdad de todos los hombres, que las razones que había tenido previamente".
"Además todos los hombres nacían para ser libres e iguales. Esto sucedía porque, a falta de toda autoridad heredada, ningún hombre poseía autoridad natural en absoluto sobre los demás, ni en la Iglesia ni en el Estado. Toda autoridad digna del respeto de «substancias mentales» libres e iguales, era sencillamente la resultante de su acuerdo común y voluntario y meramente estaba al servicio de su conveniencia" (De "El Águila y el Oso"-Editorial Ágora-Buenos Aires 1957).
La libertad y la igualdad entre seres humanos no provendrá de su "hardware" (estructura biológica), sino del "software" (influencia cultural) que tiende a orientarlo y corregirlo, como es el caso del bíblico "Amarás al prójimo como a ti mismo" (compartirás las penas y las alegrías ajenas como propias), ya que la igualdad emocional descarta la posibilidad de considerar a algunos "superiores" y a otros "inferiores", limitando todo gobierno mental y material entre seres humanos, lo que implica la libertad mencionada; algo en que coinciden liberales y cristianos.
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1 comentario:
La biología moderna defiende que la unidad biológica de la especie humana no es sólo morfológica, anatómica y fisiológica, sino también genética, cerebral y psicoafectiva. Por lo tanto, entiende que es posible dar un fundamento bioantropológico al concepto de naturaleza humana.
Por ejemplo, y con respecto a la unidad psicoafectiva, existen investigaciones que han establecido sin lugar a dudas que tanto la sonrisa, como la risa y las lágrimas, son innatas en el hombre, constituyen auténticos universales psicoafectivos que se modulan de modo distinto, se inhiben o exhiben según las culturas, pero pese a la diversidad de esas culturas y a los modelos de personalidad que incluyen, risas, lágrimas y sonrisas son universales y su carácter innato se manifiesta entre los sordomudos y ciegos de nacimiento que sonríen, lloran y ríen sin haber podido imitar a nadie. Se trata, por tanto, de rasgos profundos y constitutivos de la naturaleza humana sobre los que las diversas culturas elaboran sus diferentes semióticas sin anular nunca las significaciones antropológicas originarias, su carga proveniente del conjunto de la evolución de la especie humana.
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