jueves, 6 de enero de 2022

Cicerón vs. Catilina

La rivalidad y enemistad entre Cicerón y Catilina, en la antigua Roma, es representativa del conflicto existente entre individuos que dedican sus vidas a mejorar las condiciones de vida de sus semejantes, por una parte, y quienes fingen hacerlo, por otra parte, siendo tal fingimiento un disfraz que utilizan para encubrir las mayores bajezas asociadas a los seres humanos.

En la corrompida Argentina podemos advertir a diario la existencia de Catilinas actuales, políticos y gremialistas principalmente, que ni siquiera limitan sus perversas ambiciones ante la extrema pobreza a la que ha caído gran parte de la sociedad. Lo grave del caso radica en el apoyo y la admiración que tales malhechores reciben de importantes sectores de la sociedad.

A continuación se transcribe parcialmente un artículo que incluye la denuncia de Cicerón a Catilina en el Senado romano:

CICERÓN

La elocuencia y el acento de las acusaciones que Cicerón formuló a la faz del Senado fueron creciendo hasta el final de su discurso. Catilina se vio allí tan confundido frente a las imprecaciones consulares, que apenas pudo articular algunas palabras exculpatorias.

Caía por fin la luz sobre las siniestras sombras en que había desarrollado sus maquinaciones, descubiertas ya por entero; y, con voz temblorosa, bajando la mirada, torpísimo en su afán de captar voluntades, suplicó a los senadores que no diesen crédito a lo que decía un enemigo suyo.

Invocando luego la memoria intachable de sus mayores, se aventuró a decir que su nacimiento y su vida le daban la esperanza de que nadie creyese capaz a un hombre de su nobleza de querer arruinar la República, y que las pruebas dadas de su amor al pueblo romano significaban mucho más que todo el fingido celo de que alardeaba Cicerón, hombre nuevo y forastero.

Lucio Sergio Catilina era, en efecto, de ilustre linaje: "Dotado, según ha dicho Salustio, de grandes energías y talentos, a la vez que de inclinación mala y depravada, desde mozo fue amigo de pendencias, muertes, robos y discordias civiles. En esto pasó su juventud. No sabía resistir el hambre, la falta de sueño, el frío, ni otra ninguna incomodidad del cuerpo".

"En cuanto al ánimo era osado, engañoso, voluble, capaz de fingir y disimular cualquier cosa, codicioso de lo ajeno, pródigo de lo suyo, vehementísimo en sus pasiones, expedito en el decir, parco en cordura y sensatez. Su corazón le llevaba siempre a cosas extraordinarias, desmedidas, increíbles. Desde la tiranía de Sila se había encaprichado con apoderarse de la República, sin reparar en nada ni detenerse, con tal de lograr su intento".

"Cada día inquietaban más su ánimo feroz el estado de pobreza en que se hallaba y los remordimientos de conciencia; males ambos que sus perversas artes habían aumentado. Contribuyó a lo mismo el espectáculo de las estragadas costumbres reinantes en Roma, donde imperaban dos grandes y entre sí opuestos vicios: el lujo y la codicia...".

Completa Cicerón tan sombrío retrato, agregando a él estos perfiles: "Catilina tenía diversos principios o embriones de grandes virtudes, pero las había desfigurado miserablemente. Amigo de cuantos malvados había en Roma, en apariencia sigue a los hombres de bien. Su casa estaba llena de todos aquellos objetos que sirven para fomentar el libertinaje, y al mismo tiempo había todo lo que promueve la industria y el trabajo, siendo a la vez una escuela de vicios y de ejercicios militares".

"Ningún monstruo reunió en sí tantas cualidades contrarias, ni tantas pasiones de las que, al parecer, se excluyen unas a otras, y nadie como él supo hacerse agradable a los mejores ciudadanos, manteniendo, por otra parte, la mayor intimidad con los perversos. ¿Quién mostró tanta inclinación como él a los buenos principios, sin perjuicio de practicar los más detestables?".

"¿Quién fue tan lujurioso ni a la vez tan paciente y trabajador? ¿Quién fue tan avaro y ladrón, siendo luego tan profuso y liberal? Nadie tuvo como Catilina el arte de hacerse amigos y de conservarlos; partía con ellos todo cuanto poseía; dinero, crédito y mancebas. No se detenía en cometer los más negros delitos para ganarse a los que por tal precio se le querían vender".

"Supo transformar su carácter según los designios de cada momento, y arreglaba sus deseos conforme a sus pretensiones. Con los hombres melancólicos hacía que la tristeza se juzgase natural en él; con los alegres aparentaba regocijo y viveza. Era grave con los ancianos, ameno y chistoso con los jóvenes, atrevido con los valientes y libertino con los viciosos. Esta variedad de cualidades, esta su flexible condición atrajo a su lado toda la gente de malas costumbres y sin principios desparramada por Italia o las provincias, y lo que resulta más extraño: le procuró muchos amigos entre los hombres honrados de la República, seducidos por la brillante apariencia de sus falsas virtudes".

(De "Grandes discursos"-Clásicos Jackson-Editorial Jackson-Buenos Aires 1953).

2 comentarios:

agente t dijo...

No podemos obviar que Cicerón era el portavoz de la facción aristocrática tradicionalista y Catilina uno de los dirigentes de la facción "popular", la parte de la élite que quería efectuar cambios en el gobierno de la República que favorecieran a las capas inferiores de la ciudadanía, por lo que hay que enmarcar las acusaciones que el primero vertió sobre el segundo dentro de intestinas luchas por el poder, algo que arroja sombras de duda sobre aquéllas.

Bdsp dijo...

Hace poco recordé tener en mi biblioteca un libro del hitoriador Ernesto Palacio en el que defiende un tanto a Catilina. Si Cicerón tenía intereses sectoriales o personales, posiblemente exageraba un poco, o bastante. De todas formas, la descripción se adapta a los delincuentes que en la actualidad gobiernan a la Argentina