Otra forma de establecer la pregunta sería: ¿debe ser la creación científica dirigida por políticos a cargo del Estado?. Esta forma lleva implícita una respuesta negativa, ya que, en primer lugar, toda creatividad deberá ser libre, no dirigida, por cuanto el propio creador nunca sabe si logrará éxito en su empresa, ni tampoco conoce los pasos que lo podrán llevar al mismo. Tampoco vislumbra las posibles consecuencias que seguirán en caso de alcanzarlo. De ahí que el político, que poco conoce de ciencia, será un impedimento para que tal actividad se desarrolle eficazmente en un país.
No todos los políticos han constituido impedimentos para el desarrollo científico, tal el caso de Orso Corbino, un político italiano que promovió eficazmente el desarrollo de la física nuclear apoyando, desde el Estado, al grupo liderado por Enrico Fermi. Sin embargo, fueron luego los políticos fascistas los que destruyeron al grupo al obligar a varios de sus integrantes a abandonar Italia. Gerald Holton escribió: "El grupo de Fermi no procedió conscientemente de acuerdo con un gran plan racionalmente construido. Primero, hubo que tomar la decisión concerniente a la dirección y la magnitud del esfuerzo, y hubo de ser llevada al más alto nivel de gobierno para obtener apoyo financiero y administrativo".
"Ésta es la principal significación del discurso de Orso Mario Corbino del 21 de septiembre de 1929 en la Societá Italiana per il Progresso delle Scienze, sobre «Los nuevos objetivos de la física experimental». Corbino -senador del Reino de Italia así como profesor de física experimental y director del Instituto de Física de la Universidad de Roma, en el cual trabajaban Fermi y su grupo- explicó al público, a los hombres de ciencia y al Senado, que la investigación de la física en Italia había de cambiar en dirección de la investigación de la física nuclear" (De "La imaginación científica"-Fondo de Cultura Económica SA-México 1985).
La física y las matemáticas, ciencias alejadas del conocimiento cotidiano y popular, son las menos afectadas por los regímenes totalitarios. Por el contrario, el arte, la filosofía y las ciencias sociales están al alcance de las decisiones de los políticos y corren serios riesgos de destrucción. Andrei Sajarov escribió sobre la URSS: "Las consecuencias del monopolio del Partido y el Estado son especialmente destructivas en el ámbito de la cultura y la ideología. La unificación total de la última exige cada día a cada ciudadano -desde el pupitre de la escuela hasta la cátedra universitaria- hipocresía, conformismo, mediocridad y autoembrutecimiento".
"Este ciudadano se ve obligado a representar, sin solución de continuidad, la tragicómica farsa del juramento de fidelidad, relegando al segundo plano toda consideración hacia lo concreto, el sentido común y la dignidad. Escritores, pintores, artistas, pedagogos, humanistas, todos se hallan sometidos a tan monstruosas presiones que no pueden por menos de admirarle a uno que el arte y las letras no hayan desaparecido por completo de nuestro país. La influencia de esos mismos factores antiintelectuales es más indirecta sobre las ciencias exactas y la técnica, pero no menos destructiva" (De "Mi país y el mundo"-Editorial Noguer SA-Barcelona 1976).
Otro de los peligros que ofrecen los gobiernos totalitarios radica en el apoyo indebido a pseudocientíficos adherentes al régimen, como ocurrió con Trofim Lysenko, quien intentó reemplazar la genética científica por una pseudoteoría basada en ideas afines al marxismo-leninismo, con los peores resultados posibles.
Si bien la investigación debe ser libre, cuando se desarrolla con aportes económicos del Estado, necesariamente ha de ser regulada para que los siempre limitados recursos vayan a buenas manos y no sean derrochados en la investigación de temas de poca trascendencia. Sin embargo, tal control debe ser realizado por gente idónea.
Un caso lamentable fue el de César Milstein quien fue presionado a irse del país, junto a otros científicos de valía, ante la absurda decisión de un ministro del entonces presidente Juan C. Onganía. Años más tarde logra el Premio Nobel de Medicina otorgado por sus investigaciones realizadas en el Reino Unido.
El tema de debate casi siempre se circunscribe al destino de los aportes económicos estatales. Mientras los poco conocedores del tema apuntan al apoyo exclusivo a investigaciones con aplicaciones concretas, los conocedores del tema apuntan al apoyo a la ciencia básica, investigación en la que no se sabe si ha de conducir, o no, a una aplicación concreta. Esta última situación se establece casi siempre, aunque, por lo general, el investigador de ciencias básicas no intuye ni sabe si tendrá aplicación concreta en un corto o mediano plazo.
Respecto del caso anterior, se transcriben fragmentos de una encuesta hecha por Jorge Halperín a César Milstein:
Halperín: -Creo que existen los argentinos que razonan: "La ciencia no es una prioridad. Total, podemos comprar afuera toda la tecnología que necesitamos".
Milstein: -Claro. Pero ahí hay un error garrafal y muy triste. Porque no es el problema solamente de adquirir nuevos conocimientos, sino también el de poder manejas los conocimientos. Sí, no cabe duda, yo puedo comprar todo...si tengo plata. Yo puedo agarrar y liquidar el trigo, como se hizo siempre en la Argentina. Si llueve, la tierra me va a dar una cierta producción, y, si no llueve, va a andar mal. Entonces, bueno, para que las cosas anden mejor tendré que poner irrigación, o tendré que poner granos que sean apropiados para la poca lluvia. Algo hay que hacer,
H: -Además, necesito silos.
M: -Y también ingenieros...¿qué hago? ¿importo también los ingenieros? Estoy planteando el problema en un nivel casi tonto, porque en este momento toda la vida está más tecnificada. En definitiva, para tener plata que me permita comprar todo afuera, hay que vender productos competitivos, y para eso necesito conocimientos. Gente que enseñe y gente que aprenda.
H: -El ministro Domingo Cavallo (en ese momento, aún era el titular argentino de Economía) sostiene que hay una gran cantidad de actividad científica que no debería ser subvencionada ni apoyada, porque no cumple ninguna función, y, de paso, mandó a algunos investigadores a lavar los platos. ¿Qué le parece?
M: -Bueno, yo no sé si el ministro se refería a temas de investigación o si se refería a la calidad. Si hablamos de calidad de investigación, yo estoy totalmente de acuerdo con que tiene que ser controlada. Pero controlada seriamente; no como lo hizo aquel ministro de un gobierno militar que echó a los cuatro jóvenes científicos diciendo que no daban informes.
El ministro no sabe controlar la calidad, ningún ministro lo sabe. No está en manos de los burócratas ni de los políticos. Tiene que estar en manos de los científicos. Entonces, cuando venga un científico internacional o un comité de científicos internacionales a los cuales yo les tengo respeto, y me digan que Fulano, Mengano y Perengano no están haciendo buen trabajo científico, yo se los voy a creer.
No veo por qué hay que pagarle un sueldo a alguien que no corresponde. Pero lo tienen que evaluar los que saben, no los ministros. Ahora, cuando hablamos de evaluar temas y no calidad, entonces el problema se pone un poquito más delicado.
H: -¿Por qué?
M: -Porque, en general, es muy difícil decidir cuáles son los temas que se deben investigar. Esa es una lección que los políticos no aprenden. Les gusta dirigir la ciencia, pero es una cosa muy difícil de dirigir. ¿Por qué? Porque no sabemos dónde va, porque son los científicos los que deciden adónde va, pero, a menudo, ni siquiera de una manera muy clara.
La ciencia es el arte de lo posible. No se puede decir: "Yo quiero curar el cáncer, a mí el resto no me interesa. No me vengan con las áreas de conocimientos básicos, de genes, de ADN". No se actúa de ese modo en la ciencia porque, entonces, no voy a curar nunca el cáncer.
Primero, hay que entender lo que pasa. Lo que se podía curar al tuntún, de una manera fácil, por casualidad, ya lo sabemos curar, ya aprendimos. Ahora empiezan a aparecer cosas raras que no sabemos cómo curar. No sé, lo que quiero decir con esto es que, muy a menudo, los grandes avances han venido de una forma totalmente imprevisible.
Hay un ejemplo que me gusta usar: en este momento todos hablamos de la revolución debida a la biotecnología. Bueno, ¿cómo vino eso? ¿alguien se sentó y dijo: "voy a producir una revolución en biotecnología?". No, eso vino de otra forma. La base de la biotecnología son dos técnicas fundamentales: la de los anticuerpos monoclonales, por un lado, y, mucho más general y más importante probablemente, la técnica de la manipulación genética.
Muy bien, la manipulación genética, ¿cómo vino? Vino porque un señor estaba estudiando un fenómeno raro de bacterias, un fenómeno que se llama restricción genética. Era una cuestión, si usted quiere, totalmente esotérica, un problema que preocupaba y fascinaba a los genetistas, que no tenían la menor idea de cómo funcionaba.
H: -¿O sea que, el ministro hubiera dicho: "Estamos tirando la plata"?
M: -No solamente el ministro. Lo dijeron muchos científicos. No dijeron "estamos tirando la plata", pero opinaron: "el tema de las bacterias ya no le importa más a nadie. Todo el trabajo sobre ese tema ya se hizo y no hay nada más que aprender sobre bacterias. Lo que importa ahora son las células animales". Muchos científicos decían eso. Cuando se descubrió el fenómeno, se comprendió lo que pasaba.
(De "Pensar el mundo" de Jorge Halperín-Editorial Planeta Argentina SAIC-Buenos Aires 1997)
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2 comentarios:
Existe un tema en la investigación científica en el que la presencia política es inevitable: la relacionada con la Defensa. Podrá disfrazarse de ayuda a las técnicas aeroespaciales, a las de telecomunicaciones, etc., pero la voluntad de poder o de control político siempre estará por encima de los equipos científicos que las desarrollen profesional y asépticamente. Pasa en los regímenes democráticos y todavía más en los otros, aunque existe un límite claro que afecta a todos, el presupuestario, de modo que el gobierno de la mayoría de países tienen muy limitada su capacidad de actuación al respecto.
Un profesor que tuve en la facultad, que hizo una teoría acerca de la Gravitación Cuántica, comentaba que, allá por los años 70 u 80, varios gobiernos prohibieron a sus físicos realizar o asistir a congresos en donde el intercambio de información pudiese favorecer al "enemigo"...
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