Cuando una sociedad está dividida por el odio entre dos sectores y por la descalificación drástica del opositor, se establecen las condiciones apropiadas para el fracaso. Este es el caso argentino, con la grieta social entre peronismo y antiperonismo, que ha sido exacerbada por el kirchnerismo en la búsqueda de rédito político.
Si se busca un origen, debe irse hasta el pasado para encontrar en Perón y Eva los promotores principales de la grieta, con la oportuna colaboración de los "fabricantes de peronismo": la gente adinerada que se jactaba de sus riquezas olvidando un tanto cierta responsabilidad social respecto de las conveniencias de toda la sociedad.
Desde un punto de vista ético, se advierte la misma realidad observada desde otras visiones, pero se trata de mejorar todo lo que funciona mal. Por el contrario, desde el punto de vista peronista o marxista, se trata de destruir y humillar al sector opositor, considerado como único y exclusivo culpable de todos los males que nos afectan.
Para sintetizar la actitud o predisposición que produjo la severa grieta social de la Argentina, puede mencionarse un párrafo de La razón de mi vida, libro atribuido a Eva Peron:
No. Mi obra no es filantropía, ni es caridad, ni es limosna, ni es solidaridad social, ni es beneficencia. Ni siquiera es ayuda social, aunque por darle un nombre aproximado yo le he puesto ése.
Para mí, es estrictamente justicia. Lo que más me indignaba al principio de la ayuda social, era que me la calificasen de limosna o beneficencia.
Porque la limosna para mí fue siempre un placer de los ricos: el placer desalmado de excitar el deseo de los pobres sin dejarlos nunca satisfechos. Y para eso, para que la limosna fuese aun más miserable y más cruel, inventaron la beneficencia y así añadieron al placer perverso de la limosna el placer de divertirse alegremente con el pretexto del hambre de los pobres. La limosna y la beneficencia son para mí ostentación de riqueza y de poder para humillar a los humildes.
Y muchas veces todavía, en el colmo de la hipocresía, los ricos y los poderosos decían que eso era caridad porque daban -eso creían ellos- por amor a Dios.
¡Yo creo que Dios muchas veces se ha avergonzado de lo que los pobres recibían en su nombre!
Mi obra no quiere ser de esa caridad. Yo nunca he dicho, ni diré jamás, que doy nada en nombre de Dios.
Lo único que se puede dar en nombre de Dios es lo que deja alegres y contentos a los humildes, no lo que se da por compromiso ni por placer sino lo que se da por amor.
Se advierte una injusta asignación de extrema maldad a toda persona que, por distintas razones, colaboraba de alguna forma con los más necesitados. Ya sea por vocación religiosa, por sentirse útil a la sociedad o por aparentar un catolicismo auténtico, quienes realizaban tareas de beneficencia pocas veces lo harían con la maldad y la perversidad atribuida por la autora del escrito.
Mientras que el rico daba ayuda o limosna de su propio bolsillo, Eva nunca repartía de lo propio, sino que lo que daba se lo quitaba primero al sector productivo (empresarios y empleados), para juntar fondos para la Fundación Eva Perón y desde ahí redistribuirlo para efectuar una auténtica "compra de votos" (o clientelismo) que abarcó varias generaciones de peronistas.
La gravedad de todo esto implica que la animadversión contra los ricos (la oligarquía) pronto se trasladó a la clase media y a todo el que no adhiriese al peronismo. De ahí que en la actualidad el militante peronista esté convencido que el opositor es gente con excesiva maldad y perversidad, por lo cual vota siempre por los candidatos seguidores de Perón y Eva, en forma independiente a cualquier mérito mostrado o a cualquier actividad ilícita que haya realizado.
Los peronistas idolatran a Eva por haber podido lograr una inmensa fortuna (con medios del Estado) y así superar ampliamente a los "perversos oligarcas". Aplaudían rabiosamente a la que ostentaba carísimos vestidos y lucía joyas de gran valor monetario. La "abanderada de los pobres" fue ovacionada, no tanto por la ayuda social, sino por haber superado en lujo y poder a cualquier integrante de la odiada oligarquía nacional.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
1 comentario:
Eva Perón era sin duda una resentida, fomentaba la envidia y la revancha y por lo tanto era profundamente antisocial, sin olvidar que también se apropiaba de la propiedad ajena, en principio con los medios legales que proporciona para ello el Estado, aunque tengo la certeza moral de que fue más lejos. Y es que difícilmente pudo resistirse a sus instintos.
Publicar un comentario