En el ámbito de la política, como en la mayor parte de las actividades humanas, existe competencia. Por lo general, la competencia favorece el fortalecimiento de las distintas posturas, aunque a veces impide que las acciones conjuntas conduzcan a resultados positivos.
Es posible distinguir entre rivales y opositores; los rivales existen dentro de un mismo partido político mientras que los opositores pertenecen a distintos partidos. Así, es preciso decir que socialistas y nazis eran rivales totalitarios, mientras que el liberalismo es la oposición a ambos. O bien, las cinco familias mafiosas de Nueva York son rivales entre sí, siendo la gente decente la oposición.
Es importante, en cuestiones ideológicas, distinguir entre ambos casos, ya que existe en mucha gente el hábito de asociar el bien al bando al que se adhiere y el mal al rival o al opositor, por lo cual pueden ocurrir casos como el del fascismo y el nazismo, caracterizados como “el bien” por el sólo hecho de combatir el mal, es decir, por combatir el totalitarismo socialista. Con el tiempo se advirtió que nazis y fascistas sólo eran rivales del socialismo, y no opositores (en el sentido indicado).
En la Argentina, en plena decadencia, puede observarse el amplio predominio de la socialdemocracia, con más de un 80% de adhesión, en donde peronismo-kirchnerismo y macrismo-radicalismo son rivales, queriendo pasar por opositores, mientras que el liberalismo, la verdadera oposición al socialismo y a la socialdemocracia, está haciendo esfuerzos por llegar al Congreso Nacional, luego de muchos años, con algún diputado o senador. Por el momento, es ínfimo el caudal de votos logrado por el liberalismo.
En el siglo XIX se estableció una resonante controversia, entre dos argentinos exiliados en Chile, en la que se advertía el uso de “gruesa munición verbal”. Este fue el caso de los rivales políticos Juan Bautista Alberdi y Domingo Faustino Sarmiento, los más destacados intelectuales argentinos de la época, con trascendencia al presente. Ambos luchaban con sus escritos en contra de la tiranía de Juan Manuel de Rosas, pero, mientras Alberdi sostenía que la conformación y el posterior respeto a una Constitución Nacional constituirían el prioritario inicio de un progreso sostenido, Sarmiento consideraba a la educación masiva como la prioridad para el logro de ese fin. Se advirtió posteriormente que con educación y con Constitución se pudo lograr la consolidación de una república pujante. Con el olvido de tales prioridades, se inicia en el siglo XX la decadencia que actualmente resulta asfixiante.
En la España de comienzos del siglo XX, luego de perder el dominio sobre Cuba, Puerto Rico y Filipinas, predomina el desanimo de una sociedad en pleno estancamiento. De ahí surge la disputa intelectual entre los rivales Miguel de Unamuno y José Ortega y Gasset. Ambos buscan una salida a la crisis, pero por diferentes caminos; el primero, recurriendo a intensificar lo español sobre lo europeo, el segundo recurriendo a la emulación de lo europeo, especialmente a Alemania. Juan Manuel Monfort Prades escribió: “En aquellos años ambos aparecían fuertemente atrincherados tras sus propuestas y se cruzaron insultos en sus escritos. Manifestaba todo ello no solo las diferencias entre dos grandes del pensamiento, sino también la distancia que Ortega quería marcar entre él y el resto de la generación del 98. De ahí que Baroja y Azorín se convirtieran también en un objetivo para aquel joven Ortega que intentaba manifestarse como salvador de la nación”.
“Unamuno no compartía con Ortega su propuesta de regeneración de la vida nacional. Defendía el rector de Salamanca una revaloración de las producciones propiamente españolas, de forma que frente a aquellos jóvenes que buscaban en Alemania una solución para la nación, Unamuno apostó por una solución enraizada en las entrañas de España. Para Unamuno el remedio para España no estaba en la importación masiva de todo lo que había representado la cultura europea moderna, no era colonizar España, más bien la tarea consistía en estimular las propias energías nacionales”.
“Unamuno afirmaba que España había sido y era un país de personas más que de ideas, pero no por ello menos valioso que Alemania. España se ha preocupado primero por las personas, por lo concreto, por los sentimientos y no por lo abstracto, la teoría o la ciencia. Para Unamuno las Ideas/Cultura eran la puerta para la civilización, pero se preguntaba si esa era acaso la única forma posible de cultura o habría una manera española de acceder a ella”.
“En la correspondencia entre Ortega y Unamuno su duelo intelectual alcanzó cotas muy virulentas. En sus cartas, Ortega insistía en la importancia de la ciencia, de la cultura, de lo objetivo y de las ideas para España, y con ello le mostraba el rechazo a todo lo subjetivo. Unamuno no soportaba estas ideas, por ello afirmaba: «A mí me interesa usted, no sus ideas». Y añadía: «Voy a leer a cualquier hombre que me enseñe sus entrañas», algo que Ortega despreciaría profundamente”.
“«Todo lo concentro en la persona. Lo grande del cristianismo es ser el culto a una persona, a la persona. No a una idea», decía Unamuno. Y en otro lugar puede leerse: «Cuando salgo de casa, cuando dejo el hogar, cuando oigo a los que me dicen que saben, me muero de frío». Tiempo después Ortega, haciendo un guiño al filósofo vasco, recurrirá también al cristianismo para expresar la importancia de las personas frente a los Estados o las ideas: «No se hizo el hombre para el sábado [día festivo] sino el sábado para el hombre»” (De “Ortega y Gasset”-RBA Coleccionables SA-Madrid 2015).
A manera de síntesis, aparece el siguiente resumen comparativo:
Lo que España necesita: Profundizar lo español (Unamuno). Europeizarse (Ortega)
Reivindica: La subjetividad (U). La objetividad (O)
Lo más importante: Las personas (U). Las ideas (O)
Prefiere: La vida (U). La razón (O)
Religión: Cristianismo (U). Agnosticismo (O)
Su modelo: Héroe trágico (U). Héroe lúdico (O)
Si buscamos condiciones básicas para una mejora individual y social, en toda época y en todo lugar, puede decirse que ello implica introducir, en la mentalidad generalizada de una sociedad, las ventajas que a todos reporta la adhesión a la ética natural; ética que nos impone el proceso de adaptación cultural al orden natural, vía evolución biológica, como también nos sugieren los Evangelios (o lo obligan al creyente).
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
2 comentarios:
Es necesario puntualizar que el presunto desanimo español tras la pérdida de los territorios de ultramar lo fue únicamente de los intelectuales (ahí coincidieron el católico Unamuno y el agnóstico Ortega) y de ciertos sectores burgueses relacionados directamente con la economía de aquellas tierras. Muy concretamente hablamos de la gran burguesía catalana que perdió una parte sustancial de su mercado cautivo aunque continuo disfrutando del que con ese carácter gestionaba dentro del territorio metropolitano español. Y ese fue el verdadero origen del separatismo catalanista, más allá de la ideología desplegada para enmascarar tan crudo interés crematístico.
El pueblo llano siguió su vida como si nada de importancia hubiese pasado en clara prueba de la desconexión y lejanía entre el mundo oficial y político y las capas populares de la población. Y también, es inevitable señalarlo, dando testimonio indudable de la falta de conciencia nacional.
Por lo que veo, es tan difícil entender, para un argentino, tanto la historia española como la propia historia argentina. Si las opiniones de los historiadores fuesen complementarias, en lugar de opuestas, como a veces son, la cuestión sería menos difícil.
Eso de que la gente común no se sintió abatida, me hace recordar aquello de que "las guerras son entre los gobiernos y no entre los pueblos" (al menos en el siglo XIX).
Publicar un comentario