A diferencia de la religión moral, que promueve acciones éticas, las religiones paganas promueven una actitud de sumisión advertida en ritos y alabanzas hacia una deidad de cuyas decisiones dependería la vida de todo ser humano, quedando la ética individual relegada a un nivel secundario. La paganización de la religión moral implica un abandono de las prioridades éticas para ser reemplazadas por creencias que poco o nada tienen en cuenta las leyes naturales hasta exaltar acontecimientos asociados a la magia y a la irracionalidad.
Esto se advierte en las diversas interpretaciones acerca de la profecía bíblica de la parusía, o segunda venida, en las cuales poco o nada se contempla la posibilidad de un retorno a la religión moral original que estaría materializado en nueva información acerca del comportamiento humano. Por el contrario, la mayoría de los adeptos espera un acontecimiento espectacular en el cual alguien similar a Superman vendría volando desde el cielo para efectuar acciones inverosímiles para las personas normales. No esperan información para restablecer la ética que nunca se debió abandonar y para iniciar una nueva etapa de la humanidad, sino que están esperanzados en un Superman justiciero que enviaría al infierno a los que no adhieren a tales creencias.
Benjamín Constant escribía en el siglo XIX respecto del proceso por el cual la religión moral se aleja de la ética elemental: “Cuando la religión degenera de tal modo, pierde toda su influencia sobre la moral. Por así decirlo, se aloja en un rincón de las cabezas humanas, donde permanece aislada de todo el resto de la existencia. En Italia vemos cómo la misa precede al asesinato, la confesión lo sigue, la penitencia lo absuelve y el hombre, así liberado de remordimientos, medita nuevos homicidios”.
“Nada es más sencillo. Para impedir la subdivisión de las sectas hay que impedir que el hombre reflexione sobre su religión, en consecuencia hay que impedir que se ocupe de ella. Hay que reducirla a símbolos que se repiten, a prácticas que se observan. Todo se vuelve exterior. Todo debe hacerse sin examen, todo se hace pronto y por eso mismo sin interés ni atención. En todas las cosas morales, el examen es la fuente de la vida; y la libertad, la condición primera e indispensable de todo examen”.
“No sé que pueblos mongoles, obligados por su culto a oraciones frecuentes, se persuadieron de que lo que había de agradable a los dioses en las oraciones era que el aire agitado por el movimiento de los labios probaba que el hombre se ocupaba permanentemente de ellos. En consecuencia, esos pueblos inventaron molinitos de oraciones que, agitando el aire de cierto modo, mantenían perpetuamente el movimiento deseado y, mientras esos molinos giran, persuadido cada uno de que los dioses están satisfechos, se dedica a sus asuntos o a sus placeres sin inquietud. La religión, en más de una nación europea, a menudo me recordó los molinitos de los pueblos mongoles” (De “Principios de política aplicables a todos los gobiernos”-Katz Editores-Buenos Aires 2010).
Las figuras representativas de la religión moral, que ha sido paganizada, no buscan la verdad, por cuanto creen ya poseerla, olvidando que la verdad bíblica implica una descripción general del universo acentuada en sugerencias éticas de fácil entendimiento aunque de difícil aceptación y cumplimiento. El poseedor de la verdad tiende a orientar su vida en base a aspectos personales competitivos que poco o nada tienen en cuenta la importancia del comportamiento ético general. Jacques Leclercq escribió: “La literatura religiosa cristiana suele discutir la cuestión de la civilización en los tratados de apologética. Ahora bien, entre las ciencias religiosas la apologética es una ciencia relativamente poco científica, pues es una ciencia de combate, una idea más bien antagónica con la noción misma de ciencia”.
“La apologética tiene por objeto defender la fe; no responde al afán de un espíritu que busca la verdad, sino al afán de un espíritu que cree poseerla ya. Si puede decirse que buscan algo es sólo los mejores argumentos para convencer a otros de lo que ellos mismos tienen ya certeza”.
“La apologética emplea todos los argumentos que parecen aptos para impresionar. Por lo mismo, amontona argumentos que pueden ser impresionantes psicológicamente, aunque carezcan de valor racional”.
“Por otra parte, el estado de los espíritus es variable. Puede haber argumentos que resulten psicológicamente excelentes en una época y no en otra. Y puede ocurrir que ciertos autores repitan hasta la saciedad argumentos pasados de moda, porque se dedican a copiar a escritores anteriores, sin preguntarse si no habrá variado la mentalidad” (De “Filosofía e historia de la civilización”-Ediciones Guadarrama SL-Madrid 1965).
Debe advertirse que la religión bíblica apunta a la acción ética antes que a la fe, siendo la fe un vehículo necesario y previo para tal acción. Una fe sin el cumplimiento de los mandamientos niega la prioridad que el propio Cristo indicó al decir que “en estos dos mandamientos están la ley y los profetas”.
La actitud pagana tiende a perfeccionarse con la política, ya que, mientras que el inactivo creyente relega todas sus esperanzas a las sabias decisiones de Dios, el hombre-masa relega sus esperanzas a las sabias decisiones emanadas desde el Estado (o de quienes lo dirigen), convirtiéndose el Estado en una especie de deidad pagana dirigida por quienes creen ser depositarios de la sagrada misión de conducir a la humanidad bajo el criterio personal de Marx, Engels, Lenín y otros ideólogos.
Si bien los ideólogos totalitarios no se presentan como promotores de alguna forma de religión, tanto en sus efectos como en la mente del hombre común, tales ideologías funcionan como religiones paganas, acercándose a la religión moral que ha sido paganizada.
Se ha llegado al extremo que la propia Iglesia Católica ha reemplazado, por decisión de sus jerarcas actuales, el espíritu de los Evangelios por el espíritu de la Teología de la Liberación, una variante de la “religión” marxista-leninista, que es la principal competidora del cristianismo auténtico.
En el fanatismo religioso y en el fanatismo político, se advierte una similitud que justifica el título de “paganización de la religión y la política”. El fanático se mueve bajo la aceptación total de lo que sugieren los ideólogos que comandan sus mentes y sus vidas, rechazando en forma similar a todo enemigo religioso o político, hasta el punto de negar su derecho a la vida y a su existencia.
En la Argentina, el peronismo cumple la función de religión pagana que se opone totalmente a la ética cristiana, si bien la propia Iglesia Católica ha permanecido cercana en muchas oportunidades, a pesar de las directivas, o del consentimiento de Perón, para que sus incondicionales fieles incendiaran varios templos católicos. Pero el mayor sacrilegio de Perón fue la masiva siembra de odio hacia el “enemigo” (la gente decente) creando todas las condiciones para una guerra civil, si bien sus llamados no tuvieron la respuesta por él esperada.
Mientras que la religión moral está dirigida a cada individuo, las religiones paganas están dirigidas a una especie de hombre promedio indiferenciado. Los colectivismos totalitarios niegan las individualidades, excepto la de sus ideólogos, que buscan pensar por los demás. Arthur Koestler escribió: “Ahora tal vez vendría la época de la gran oscuridad. Tal vez más tarde, mucho más tarde, surgiría un nuevo movimiento con flamantes banderas y un espíritu nuevo, con conocimiento, tanto de fatalismo económico como del «sentido oceánico». Quizás los miembros del nuevo partido usarían cogullas de monje y predicarían que sólo la pureza de medios puede justificar los fines. Tal vez enseñarían el error de creer en el dogma que un hombre es el producto de dividir un millón de hombres entre un millón, e introducirían una nueva aritmética basada en la multiplicación: que al juntar un millón de individuos se formará una nueva unidad, que no será una masa amorfa, sino que desarrollará una conciencia e individualidad propias, con un «sentimiento oceánico» un millón de veces mayor, en un espacio ilimitado, aunque contenido en sí mismo” (De “Oscuridad a mediodía”-Editorial Abril SRL-Buenos Aires 1947).
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1 comentario:
Con el libre examen religioso o moral sucede una cosa bien curiosa: su más conocido defensor, Lutero, en realidad lo predicaba para El Príncipe, es decir, con trampa política incorporada. Y es que en buena ley esta cuestión debería ser cosa reservada a entendidos, sean príncipes o plebeyos. Porque para examinar o juzgar con fundamento hace falta conocer más que suficientemente la materia sobre la que se va a dictaminar, y guiarse sólo por el pálpito o la intuición no me parece serio en cualquier cuestión trascendente.
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