"Ensayo y selección" o “prueba y error” es una parte esencial de la generación de la vida por cuanto es parte del proceso de la evolución biológica. Puede hacerse una analogía con la fabricación de pequeñas resistencias eléctricas, de limitada generación de calor, utilizadas en circuitos electrónicos. En este caso, se produce una gran cantidad de resistencias de carbón, con valores óhmicos no prefijados, o al azar, para luego ser medidas y seleccionadas según el valor observado. De esta forma se logra una gran producción con un reducido costo de fabricación.
En el caso de la evolución biológica se advierte una generación aleatoria de gran variedad de formas de vida para seleccionar luego las que mejor se adaptan al medio en donde se desarrollan. Al igual que el caso anterior, resulta un proceso simple y económico.
Al emplearse el azar en la generación de la vida, surgen interpretaciones en las cuales se aduce que “no existe finalidad alguna” en esa generación. Es casi lo mismo que decir que el fabricante de resistencias eléctricas “no tenía ninguna intención” de fabricarlas. Por el contrario, las leyes biológicas a nivel celular y molecular actúan de tal forma que contemplan la posterior etapa de la selección natural, por lo que el azar no debería asociarse a una ausencia de finalidad. De ahí que pueda hablarse de una finalidad implícita en las leyes fundamentales que rigen los fenómenos naturales.
La ciencia experimental utiliza el mismo método, ya que se plantean diversas hipótesis “al azar”, o surgidas de diferentes individuos, para ser luego “seleccionadas” mediante la experimentación aceptándose las que describen mejor aquellas leyes naturales bajo estudio y rechazándose al resto. El caso más ilustrativo es el del médico Paul Ehrlich, quien logra sintetizar el salvarsán luego de 606 intentos.
El proceso educativo presenta similitudes con el método de la ciencia. Cuando alguien está inmerso en la tarea de comprender lo que lee en un texto, supongamos que se trata de un proceso físico, pone a prueba lo que ha entendido hasta el momento comparándolo, en lo posible, con lo que lee. Si no entendió nada, o lo entendió mal, sigue intentando reconstruir en su mente una descripción concordante con lo que quiso significar el autor del texto, quizá recurriendo a otros libros, releyendo el que está estudiando o buscando alguna explicación adicional.
El proceso de adaptación cultural, incluso el de adaptación social, se establece también mediante prueba y error. Así, si un niño o un adolescente pronuncian una “mala palabra” en cierto ámbito social, y recibe miradas o respuestas desaprobatorias, es posible que las tenga en cuenta en el futuro, por lo que tratará de evitarlas corrigiendo su conducta. Puede también “divertirse”, en lugar de intentar adaptarse, buscando respuestas desaprobatorias, dependiendo de la predisposición previa, ya que en este caso buscaría llamar la atención o bien rebelarse contra las costumbres sociales vigentes.
El perdón, tantas veces sugerido en los Evangelios, se recomienda al tener siempre presente que todos los seres humanos vamos construyendo nuestra personalidad en base a “prueba y error” y que es normal equivocarse frecuentemente, aun tratándose de personas bien intencionadas. De ahí la sugerencia del perdón y la tolerancia. Quienes no son conscientes de sus debilidades y errores, tienen poca predisposición a perdonar y a tolerar a los demás. Pero el perdón y la tolerancia deben ser condicionales, es decir, condicionados a una manifiesta intención de subsanar errores y de apuntar a una mejora individual por parte del “pecador”.
Desde este punto de vista, puede interpretarse el sufrimiento humano como una medida del grado de desadaptación al orden natural, consecuencia inmediata de no haber intentado una previa adaptación a dicho orden. La felicidad, por el contrario, ha de ser una medida del grado de adaptación a la ley natural y al orden natural.
El perdón y la tolerancia hacia la persona mal intencionado sólo tiende a promover su grado de desadaptación y del posterior sufrimiento, tanto propio como del que podrá infligir a los desventurados “soportadores” del inadaptado por decisión propia.
En materia de economía también encontramos al proceso de aproximación y correcciones. Así, los diversos empresarios en competencia ofrecen sus productos a los posibles consumidores. Estos establecen una “selección” adquiriendo bienes o servicios según la calidad y el precio advertidos. La “selección artificial” de productos promueve el acatamiento de algunas empresas y el cierre de otras. El proceso del mercado, siendo natural y espontáneo, es el que mejores resultados produce, si bien se requiere un arduo trabajo de adaptación por cuanto todo integrante de la sociedad casi siempre se verá cumpliendo ambos roles; de productor y de consumidor, ya que el proceso se basa en un intercambio generalizado de bienes y servicios.
En el ámbito de la política, concretamente en el caso de la democracia liberal, el rol que antes desempeñaban los empresarios, ahora lo desempeñan los partidos políticos, que ofrecen sus “servicios” como administradores del Estado, buscando ser apoyados en forma similar a cómo el consumidor se comporta frente al productor.
Cuando el odio y el fanatismo entre sectores tiende a favorecer un apoyo incondicional a un partido y el correspondiente rechazo de los partidos rivales, el proceso se desvirtúa y pierde toda eficacia, siendo frecuente observar la elección de los peores gobernantes. Éstos, por lo general, son hábiles embaucadores de masas, tan eficaces en su tarea como el estafador profesional.
El caso mencionado del niño o del adolescente que dice “malas palabras” cae en el ámbito de la moral. Se advierte que en esos aspectos existe una escala de valores establecida o adoptada por la sociedad determinando tanto lo que considera el bien como el mal. es decir, el bien como aquello que favorece el logro de los valores aceptados y el mal lo que desfavorece ese logro. Los códigos morales constituyen luego la referencia concreta que debe tenerse como guía para la adaptación cultural y social.
Si no existe tal referencia, reinando el relativismo moral, o caos moral, pierde significado la idea del bien y del mal, por cuanto no existe una referencia concreta tenida como objetivo a lograr. Pierde así todo sentido el proceso adaptativo por cuanto adaptarse implica ser apto para la vida social estableciendo una conducta acorde a ciertos valores y a ciertos códigos morales cuya efectividad ha sido verificada en el pasado.
Los códigos morales, por lo general asociados a la religión, en realidad surgen al aplicar el proceso de prueba y error advirtiendo los resultados producidos como efectos de las diversas conductas humanas. Luego, dependiendo de la época, se supone que tales códigos, o mandamientos, han sido transmitidos desde Dios a sus enviados, aunque en realidad lo que han hecho ha sido una descripción de conductas individuales observadas y de sus efectos posteriores para establecer, luego, una optimización de esas conductas para una mejor adaptación al orden natural, interpretada como “la voluntad de Dios”.
La actividad artística también utiliza el proceso mencionado, aunque esta vez no se busca la verdad, como en el caso de los procesos descriptivos y cognitivos, sino la belleza, es decir, el artista perfecciona su obra buscando que coincida con el criterio estético individual que posee.
El método de prueba y error consiste esencialmente en un sistema de realimentación negativa por el cual una permanente iteración pretende alcanzar un objetivo determinado, estando asociado a todo proceso adaptativo y autorregulado.
Quienes confían ciegamente en la razón y en la coherencia lógica de sus deducciones, rechazando o desconociendo el proceso de prueba y error, ven limitadas sus posibilidades de éxito. Alguien dijo que, mientras que el filósofo racional utiliza lápiz y papel, el científico utiliza lápiz, papel y un cesto para arrojar papeles.
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1 comentario:
El problema de los códigos morales que han existido hasta el momento es que han sido establecidos de acuerdo a una experiencia que ha tenido lugar en circunstancias que en la actualidad ya no existen o han sido más o menos modificadas. Y es que en esto pasa como con la delincuencia, que generalmente va más o menos al compás de la respuesta policial que provoca, pero que suele ir por delante de la norma penal. Evidentemente todo principio o axioma que se deduzca directamente de las características intrínsecas de la especie pocos cambios puede haber tenido, si es que existen realmente, y por ello no tiene por qué sufrir modificaciones de calado, pero otra cosa son las normas morales establecidas de acuerdo a situaciones históricas o ante problemas ya superados, donde sí cabría la actualización. Ni que decir tiene que ésta debiera hacerse a la luz objetiva de la ciencia, no por acomodo a ningún tipo de poder o conveniencia.
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