En épocas en que predomina tanto el relativismo moral como el cognitivo y el cultural, no resulta extraño observar que algunos periodistas, en lugar de adoptar como referencia la verdad, o los hechos concretos, se limitan a establecer especies de promedios entre dos opiniones opuestas. Con ello, suponen, lograrán la imparcialidad que debería caracterizar a todo periodista.
Puede ilustrarse la situación mediante un caso simbólico: Si alguien dice que 2 + 2 = 4, mientras que su opositor lo rebate diciendo que 2 + 2 = 5, el periodista "ecuánime" podrá sacar la conclusión que 2 + 2 = 4,5. Esta es la manera en que la mentira va desplazando a la verdad, con la complicidad de tales periodistas y también de los diversos ideólogos que se mantienen alejados de adoptar la realidad como referencia.
Un periodista serio debe adoptar una actitud favorable al bien y a la verdad, es decir, al bien y a la verdad adoptando como referencia la realidad junto a los efectos que en las personas producen las materializaciones concretas de las diversas ideologías. Por el contrario, quienes describen las acciones de personajes como Perón o como Stalin, en función exclusiva de sus discursos, sin atenerse a la realidad de sus actos, dan imágenes totalmente tergiversadas de tales personajes.
Como ejemplo de tal postura puede mencionarse un artículo en el cual se considera al peronismo dentro del "humanismo cristiano" cuando en realidad constituyó un nefasto totalitarismo opuesto a la ética cristiana. El odio sembrado por Perón y Eva se prolonga varias décadas más allá de sus trágicas actuaciones. Al respecto, María Eugenia Santiago escribió: "En primer lugar presentaremos las personalidades de Juan Perón y Eva Perón, que nos habilitará a comprender, en cierta forma, su postura frente a los postulados básicos del humanismo cristiano. Luego estudiaremos los personajes de la llamada vertiente socialcristiana que pueden haber influido en la conformación de lo que fue la doctrina peronista, que se presenta imbuida de estos ideales humanistas...".
"No sólo en lo discursivo de su doctrina sino en lo fáctico el peronismo llevó adelante uno de los postulados más importantes del humanismo, que es la justicia social" (De "Doscientos años del humanismo cristiano en la Argentina" de M.P. Camusso, I.A. López y M.M. Orfali Fabre-Editorial de la Universidad Católica Argentina-Buenos Aires 2012).
Desgraciadamente, la violenta tergiversación de la verdad, junto al sacrilegio y a la infamia de asociar peronismo con cristianismo, con el tiempo ha llegado a dominar a la Iglesia Católica, comandada justamente por el peronista Jorge Bergoglio.
Una de las formas utilizadas, para denigrar opositores, adoptada por los partidarios de los movimientos izquierdistas, consiste en preguntar: "¿Tal cosa lo leíste en el diario Clarín o en La Nación?". Con ello sostienen que el lector desprevenido ha sido embaucado por el diario con el cual se informa. Debe tenerse presente que un diario que miente a sus lectores los estaría estafando. Luego, si el lector descubriese alguna mentira establecida en forma consciente, pronto dejará de informarse por tal medio de información.
Por el contrario, quienes son engañados con mentiras son los lectores de los medios de información marxistas, dirigidos por periodistas "militantes", esto es, para quienes la verdad objetiva no existe, sino que existen interpretaciones "objetivas" de la realidad, derivadas de la ideología respectiva.
Desde el liberalismo, alguien dirigió un mensaje a los marxistas: "Si siguen mintiendo sobre nosotros, seguiremos diciendo la verdad sobre ustedes". Esto resulta evidente teniendo presente la deformación histórica de la realidad que establecen los ideólogos de izquierda junto al encubrimiento de las catástrofes sociales que los comunistas han provocado a lo largo y a lo ancho del mundo. El arma efectiva contra la continuidad de tales catástrofes, es la verdad histórica de lo sucedido en la URSS, China, Corea del Norte, etc.
Mientras que, en las sociedades libres, se considera que quien tergiversa la realidad padece alguna forma de problema mental, en los países comunistas, como fue el caso de la URSS, la ideología oficial reemplazaba a la realidad, por lo que quienes rechazaban tal ideología eran encerrados en clínicas psiquiátricas.
El socialista y el liberal expresan mensajes similares de la misma forma en que lo hacen el estafador y el benevolente, ya que el primero debe encubrir sus intenciones y hacerse pasar por el segundo. Ambos, socialista y liberal, hablan de libertad, de democracia, de justicia, etc., pero el socialista ha tergiversado previamente el significado de tales palabras. Como ejemplo puede mencionarse la denominación de la antigua Alemania comunista: República Democrática Alemana, la que construyó el muro de Berlín, que poco o nada tenía que ver con la democracia republicana. Era, por el contrario, un totalitarismo antidemocrático que, al cambiar el significado de las palabras, igualaba el mensaje liberal.
Este proceso tergiversador fue descrito por Friedrich A. Hayek, quien escribió: "El camino más eficaz para que las gentes acepten unos valores a los que deben servir consiste en persuadirlas de que sean realmente los que ellas, o al menos los mejores individuos entre ellas, han sostenido siempre, pero que hasta entonces no reconocieron o entendieron rectamente".
"Se fuerza a las gentes a transferir su devoción de los viejos dioses a los nuevos so pretexto de que los nuevos dioses son en realidad los que su sano instinto les había revelado siempre, pero que hasta entonces sólo confusamente habían entrevisto. Y la más eficiente técnica para esta finalidad consiste en usar las viejas palabras, pero cambiar su significado".
"Pocos trazos de los regímenes totalitarios son a la vez tan perturbadores para el observador superficial y tan característicos de todo clima intelectual como la perversión completa del lenguaje, el cambio de significado de las palabras con las que se expresan los ideales de los nuevos regímenes".
"La que más ha sufrido a este respecto es, desde luego, la palabra libertad. Es una palabra que se usa tan desembarazadamente en los Estados totalitarios como en cualquier parte. Aun pudiera casi decirse -y ello debería servirnos como advertencia para ponernos en guardia contra todos los incitadores que nos prometen Nuevas libertades por las viejas- que allí donde se destruyó la libertad como la entendemos, casi siempre se hizo en nombre de alguna nueva libertad prometida a la gente" (De "Camino de servidumbre"-Alianza Editorial SA-Madrid 2000).
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