Existen ciertas similitudes entre el proceso de la economía de mercado y el desarrollo de algunas ramas de la ciencia, como es el caso de las matemáticas. Así, el mercado implica un proceso en el cual productores y consumidores realizan intercambios, libres y voluntarios, de bienes y servicios, mientras que, a los congresos de matemáticas, concurren investigadores que realizan intercambios, libres y voluntarios, de información especializada.
En estos casos surge la duda acerca de cómo se benefician todos los participantes, motivados muchos de ellos por un evidente espíritu competitivo, ya que tanto el empresario como el investigador pretenden arribar a los lugares más altos en sus respectivas actividades. Puede decirse que, en estos casos, ocurre algo similar a lo que sucede en el fútbol, o en cualquier deporte, es decir, no todos pueden llegar al primer puesto, por lo que siempre habrá ganadores y perdedores. Sin embargo, si se aplica el lema olímpico, que indica: "Lo importante no es triunfar sino competir", todos los participantes se sienten orgullosos por haber aportado algo personal en el desarrollo de la actividad a la que dedican sus vidas.
No todos los participantes en estos procesos adhieren al "lema olímpico", ya que algunos tratan de arribar al primer lugar a costa de lo que sea necesario realizar. Sin embargo, las reglas internas de tales procesos impiden el accionar egoísta de muchos, atenuando las ambiciones personales hasta "valores normales". Sin embargo, nunca estos procesos son inmunes a las prácticas desleales o incorrectas, en relación a las reglas establecidas y a la moral elemental, ya que se ha de necesitar una base moral adecuada, que no todos poseen, para el óptimo desarrollo de actividades en las que se trata de armonizar los egoísmos individuales con el beneficio de todos.
La afirmación que no resulta verídica, es la que establece que "para triunfar en la economía (o en las matemáticas) es necesario e imprescindible ser egoísta", lo que implica que el éxito está vedado para quienes se orientan en la vida por un espíritu de cooperación social. Para graficar la situación podemos considerar el caso de un jugador de fútbol que le interesa más su éxito personal que el de su equipo; que busca hacer goles incluso en situaciones en que otro compañero está mejor ubicado. En este caso, es fácil advertir que tal tipo de jugador no es el que estamos habituados a observar entre los mejores del mundo.
En el caso de la economía de mercado, cuando un empresario pretende elevar los precios excesivamente, intentando además reducir los sueldos de sus empleados, perderá ventas y clientes como también perderá parte del capital humano, constituido por sus empleados. Al existir una competencia efectiva, necesariamente deberá renunciar a su excesivo egoísmo si quiere tener éxito como empresario. Sólo en las economías en las que no existe competencia, ni mercados desarrollados, es posible que tal empresario logre el éxito que persigue.
Si un investigador pretende guardar para sí mismo un hallazgo de cierta importancia, para jactarse interiormente por su superioridad intelectual, correrá el riesgo de que otros investigadores lleguen por su cuenta al mismo resultado. De ahí que, para no perder la prioridad por el descubrimiento, se verá obligado a publicarlo, aún cuando posibilitará que otros científicos se conviertan en competidores en el futuro desarrollo de las investigaciones en ese tema.
También el productor, que ofrece sus bienes o servicios, se expone constantemente a favorecer la aparición de competidores. De ahí que algunos empresarios exitosos eviten hacer algún tipo de ostentación de riquezas para no despertar el interés de otros productores que puedan realizar una actividad similar.
En el ámbito de la ciencia, existen revistas (y también páginas de Internet) en las que un jurado aprueba, o no, la publicación de cierto artículo de investigación original. Incluso en matemáticas se publican conjeturas, para una demostración posterior, por lo cual la prioridad estará asegurada para su autor, al menos hasta esa etapa. En el pasado, cuando no existían tales medios de información, el científico recurría a los anagramas, que consistían en escribir el enunciado de una innovación contando la cantidad de letras "a", la cantidad de letras "b", etc., procediendo luego a enviar tal "jeroglífico" por correo a los principales integrantes de la comunidad científica. Luego de unos meses, procedía a enviar el informe explícito y concreto de su hallazgo. Si lo hubiese hecho en un primer momento, se hubiera arriesgado a que alguno de sus receptores se atribuyera el hallazgo y el autor original hubiese perdido la prioridad.
Un caso bastante lamentable fue el que tuvo como protagonista a Daniel Bernoulli y a su padre, Jean Bernoulli. Cuando Daniel establece la ecuación de la hidrodinámica, su padre, para amargarle la vida, establece un pacto con el impresor de un libro sobre el mismo tema, para que le coloque una fecha de impresión anterior a la real. De esa forma fraudulenta convence, al menos por un tiempo, que la prioridad correspondía al padre ultra-competitivo. Paul F. Schurmann escribió al respecto: "Jean Bernoulli era envidioso y orgulloso y tuvo muy graves disputas con su hermano Jacques y aún con su propio hijo Daniel (1700-1782), que trató muchas veces en rival, pues éste compartió su gloria".
El hijo hereda del padre su genialidad científica pero no su egoísmo. Schurmann agrega: "Daniel Bernoulli fue contemporáneo, conciudadano y condiscípulo de Leonhard Euler y ambos se dedicaron a la misma especialidad. No es de extrañar pues que hayan tenido frecuentes discusiones científicas, de las cuales algunas fueron ásperas y prolongadas...Pero es admirable poder afirmar que esta rivalidad científica entre Euler y Daniel Bernoulli no perjudicó jamás la gran amistad que unía a los dos sabios. Es que Euler era de una bondad y una nobleza extraordinarias y Daniel Bernoulli, contrariamente a su padre, era de tal modestia que, pese a los triunfos de su obra extensa, acostumbraba firmar sus publicaciones con el simple nombre de «el hijo de Jean Bernoulli»" (De "Historia de la Física"-Editorial Nova SA-Buenos Aires 1946).
Daniel Bernoulli comentaba que el mayor elogio que recibió en toda su carrera fue en ocasión de un encuentro circunstancial con un desconocido. Cuando se presenta, mencionando su nombre y apellido, el desconocido pensó que lo estaba engañando y le contestó con cierta ironía: "Y yo soy Isaac Newton".
Como consecuencia de la necesidad de publicar y compartir información, el conjunto de los matemáticos establece un progreso constante en cada una de las ramas de las matemáticas. Sólo tienen que respetar prioridades, mencionando al autor, o a los autores, cada vez que utilizan artículos para establecer desarrollos posteriores.
En el ámbito de la economía, los derechos de patentes de invención, actúan en forma semejante a los derechos de prioridad del matemático. De esa forma, se posibilita que la información asociada a cada innovación tecnológica sea difundida entre el resto de los participantes de la producción industrial. Quien no registra la correspondiente patente de invención de cierta innovación, corre el riesgo de plagio o de una posterior reinvención por parte de otros innovadores.
Estos procesos autorregulados no son infalibles, ya que no está excluida la posibilidad de que un participante egoísta haga trampa para beneficiarse unilateralmente. Al respecto, pueden mencionarse los casos en que un fabricante inicia un juicio por la supuesta e indebida utilización de una patente, que le pertenece al denunciante, con la intención de paralizar por un tiempo la producción del competidor. Thomas A. Edison se lamentaba de que gran parte de sus ganancias debían ser destinadas al pago de abogados.
Otra "víctima" de maniobras perversas fue Erwin Armstrong, quien perfecciona el receptor de amplitud modulada (AM) e inventa la transmisión por frecuencia modulada (FM), dando fin a su vida suicidándose.
Varios son los que admiten los competidores de mala gana, como es el caso del empresario que busca acceder al "monopolio" propio. Sin embargo, la competencia estimula la necesidad de mejoras permanentes. Los sistemas auto-organizados. como los mencionados, atenúan los egoísmos individuales y los orientan a la cooperación social, ya sea voluntaria o bien exigida por las circunstancias.
El mayor enemigo de tales sistemas es el político populista o el totalitario, que pretende dirigir todo proceso económico o social, sin ni siquiera haber hecho algún aporte personal y tampoco haber intentado ser parte de algún conjunto de individuos que realizan aportes positivos a la sociedad. El político totalitario, o socialista, no es otra cosa que un parásito que busca, no sólo vivir del trabajo ajeno, sino de dirigirlo.
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