"Los extremos son malos"; hemos escuchado muchas veces. Esto vale también para cada ser humano que, por naturaleza, necesita de sus semejantes para poder vivir. Uno de esos extremos es el egoísmo, actitud por la cual un individuo se separa del resto de la sociedad renunciando a su esencia social, es decir, desnaturalizando un tanto lo que el proceso evolutivo ha impuesto. Al adoptar esa predisposición, renuncia a ser favorecido por el medio social y renuncia también a favorecer de alguna manera a los demás.
Algunos cristianos, en el pasado, se alejaban de la sociedad. De esa manera no tenían posibilidad de hacer el mal, pero tampoco de hacer el bien. De ahí que no existía en ellos predisposición alguna a poner en práctica el "amarás al prójimo como a ti mismo", ya que ignoraban al prójimo junto al mencionado mandamiento, por lo cual su carácter de cristianos ofrecía muchas dudas.
En el otro extremo se encuentra la actitud del hombre-masa, que renuncia a todo individualismo, para tomar como referencia lo que la mayoría hace o piensa; para hacer lo que todos hacen y pensar lo que todos piensan. La divulgación e intensificación de esta postura, para ser impuesta contra la voluntad de muchos, ha sido puesta en práctica por los totalitarismos; sociedades en las cuales el individuo debe renunciar a sus ambiciones, preferencias y hasta sus atributos personales, para adaptarse a la voluntad de quienes dirigen al Estado. Los colectivismos socialistas adoptaron, consciente o inconscientemente, el modelo de una colmena o de un hormiguero, en lugar de tratar de lograr una sociedad netamente humana.
El término medio lo constituye el individuo que trata de desarrollar tanto sus potencialidades como sus proyectos personales, compatibles con un beneficio simultáneo para su persona y para la sociedad. De ahí que deba rechazarse la supuesta equivalencia entre "egoísmo" e "individualismo", como maliciosamente los colectivistas aducen, para descalificar como "egoístas" a quienes rechazan la posibilidad de ser esclavizados mental y materialmente.
Desafortunadamente, desde algunos sectores "capitalistas" se convalida tal confusión por cuanto predican "la virtud del egoísmo", a pesar de que figuras importantes del liberalismo, como Ludwig von Mises, le dan sentido a la economía de mercado, o capitalismo, bajo la finalidad de una "cooperación social". Esto se evidencia en el acto básico de la economía de mercado: el intercambio. Para que los intercambios sean duraderos, ambas partes intervinientes deben beneficiarse simultáneamente, de lo contrario los intercambios cesarán de inmediato. De ahí que la actitud adecuada, para que se prolonguen en el tiempo, no puede ser el egoísmo, sino la cooperación entre individuos.
Cierta confirmación de que "los extremos son malos" la encontramos en los estudios de Emile Durkheim respecto del suicidio. Demás está decir que el suicidio es algo indeseable por cuanto resulta ser una acción motivada por un estado personal que resulta insoportable, llevando al individuo a evadir ese sufrimiento poniendo fin a su vida. Entre las conclusiones obtenidas por Durkheim se encuentra que la mayor cantidad de suicidios se da en las personas muy poco vinculadas a la sociedad y también a las muy vinculadas a la sociedad.
Por lo general se cree que los individuos cuyas vidas dependen totalmente del Estado, con poco margen para las decisiones individuales, se han de sentir integrados a la sociedad. Sin embargo, bajo los sistemas comunistas, se producía una "atomización" social promovida por el temor a la delación por parte de personas cercanas y a la posterior represalia por parte de los organismos de control social. De ahí los altos índices de suicidio que había, por ejemplo, en la Hungría socialista.
En cuanto a las actitudes extremas consideradas por Durkheim, Neil J. Smelser escribió: "Queda claro por ahora que Durkheim no estaba manejando una simple lista desorganizada de causas y efectos en relación con el suicidio. Los diversos tipos de cohesión social (egoísmo, altruismo, anomia, fatalismo) son variables independientes; la tasa de suicidios, dependiente. Asimismo, los cuatro tipos constituyen dos pares de conceptos opuestos. El egoísmo es una condición de excesiva desvinculación del individuo respecto de la comunidad; el altruismo, una condición de muy débil desvinculación. La anomia es una condición de muy escasa regulación por las expectativas normativas; el fatalismo, una condición de regulación demasiado grande. Tal es la estructura básica del sistema teórico de Durkheim".
"Nuestra discusión de la estructura lógica del esquema teórico de Durkheim ha revelado ya su hipótesis principal: los dos extremos de la cohesión social -o demasiada o demasiada poca- ocasionan altas tasas de suicidio. Dado que especificó dos dimensiones de la cohesión -integración y regulación- esta hipótesis principal se disuelve en cuatro versiones. Con respecto a la integración, el egoísmo y el altruismo contribuyen ambos a tasas altas de suicidio, con una tasa inferior oscilando entre ambos extremos, donde más o menos uniformemente se equilibran los intereses individuales y los intereses colectivos" (De "Teoría Sociológica" de N.J. Smelser y R.S Warner-Editorial Espasa-Calpe SA-Madrid 1982).
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1 comentario:
Se puede afirmar que existe una correlación directa entre suicidio y socialismo real como demuestran las cifras oficiales en países como Estonia, Letonia o Hungría a pesar de que durante su etapa comunista se ocultaba el suicidio bajo la rúbrica "otras causas de muerte" porque reconocer la existencia de un problema social tan grave no resultaba de recibo en un pretendido «paraíso socialista». Y es que tras la entrada en la nueva época poscomunista las cifras relativas a este problema han descendido ostensiblemente.
Otros datos que reafirman esta conclusión son que Cuba registra tasas de suicidio mucho más elevadas que países que le son muy cercanos tanto geográfica como culturalmente como son República Dominicana o Puerto Rico, o el incremento paralelo entre el número de suicidios en Venezuela y el aumento del autoritarismo en el país.
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