Si bien la igualdad entre seres humanos es algo deseable y valorado por todos los sectores, o por la mayor parte de ellos, toda organización social ha de funcionar adecuadamente si existe un orden jerárquico de responsabilidades y de toma de decisiones. Es decir, si se le exige al gerente de una empresa que la misma funcione adecuadamente, se le debe conceder el liderazgo correspondiente en la toma de decisiones. De ahí que en todo sector de la sociedad exista este tipo de desigualdad, que poco tiene que ver con la igualdad ante la ley y la igualdad como integrante de la humanidad, que debemos respetar en todo ser humano.
Los diversos liderazgos que podemos encontrar, han sido resumidos por algunos autores en cuatro, que tienen en cuenta el protagonismo que pueden tener tanto el líder como los subalternos. Cuando predomina totalmente el primero, tenemos un liderazgo autoritario (o autocrático); cuando el predominio es poco perceptible, el liderazgo será democrático. Como existen casos intermedios, además de los mencionados, la clasificación será la siguiente:
a) Autocrático dirigista
b) Autocrático permisivo
c) Democrático dirigista
d) Democrático permisivo
Demás está decir que el resultado de toda gestión de mando depende de ambas partes, y que un liderazgo democrático permisivo puede fracasar si el grupo de subalternos es rebelde e indisciplinado, mientras que los mejores resultados se lograrán con tal tipo de liderazgo bajo la condición de que el grupo subalterno sea disciplinado y capaz.
El liderazgo democrático permisivo, que a veces se califica como débil o blando, es eficaz cuando el líder "obliga moralmente" al subalterno a cumplir con eficacia sus funciones. Esta obligación moral implica que el líder tiene en alta estima al subalterno, "elevándolo" de tal manera que éste tema defraudar las esperanzas puestas en él. El subalterno teme su autocastigo moral por cuanto tiene amor propio suficiente. Esta es la forma en que el subalterno se esmera en dar todo lo que potencialmente puede.
Por el contrario, cuando el líder democrático permisivo espera mucho de sus dirigidos, pero éstos carecen de amor propio suficiente, los resultados estarán lejos de ser los óptimos. En este caso, un liderazgo más adecuado puede ser el autocrático dirigista, aunque seguramente no logrará grandes resultados, ya que los subalternos, con poco amor propio, estarán limitados al cumplimiento de órdenes concretas sin tratar de contribuir con algo creativo o singular.
Esta vez actuarán con limitada eficacia ante el temor de una sanción exterior, impuesta por el líder.
En cuanto a los efectos de uno y otro tipo de liderazgo, se advierte que el democrático permisivo es el que tiende a inducir al subalterno a actuar en libertad y a desarrollar todas sus potencialidades personales. Por el contrario, el liderazgo autocrático dirigista tiende a acostumbrar al subalterno a depender siempre de la dirección o gobierno personal del líder, limitando sus potencialidades hasta prácticamente anularlas.
En los casos de los sistemas políticos y económicos sucede algo similar. Así, el mando democrático permisivo ha de ser el impulsado por el liberalismo, ya que apunta hacia la libertad individual limitando al máximo el gobierno mental y material del hombre sobre el hombre. El mando socialista, por el contrario, apunta a la total dependencia del ciudadano respecto del líder a cargo del Estado, incluyendo tanto una dependencia mental como material.
En épocas de severa crisis moral, se supone que las dictaduras totalitarias son "necesarias" para resolver la situación, y que las democracias son "débiles" para solucionarla. Sin embargo, debe tenerse presente que en toda sociedad, aún en épocas de crisis, existen tanto "justos" como "pecadores", y que los liderazgos socialistas poco hacen por mejorar la moral de la sociedad. Debe recordarse que los socialismos del siglo XX (fascismo de Mussolini, nacional-socialismo de Hitler y comunismo de Lenin-Stalin), que proponían mejorar lo que las "débiles democracias" no podían, terminaron empeorando las cosas hasta niveles catastróficos. Adicionalmente, los sistemas totalitarios, con economías dirigidas desde el Estado, agregan la posibilidad de una mayor corrupción debido al alto nivel burocrático inherente a la injerencia de la política en la economía.
El líder socialista tiene confianza ilimitada en su propia capacidad tratando de tomar todas las decisiones posibles desde el Estado que dirige, mientras simultáneamente desconfía de las capacidades de los ciudadanos. Tiene ilimitadas ambiciones de poder y un ilimitado desprecio por el hombre común. De ahí que pretenda la total concentración de poder en el Estado y el relego de todo ciudadano a ser un anónimo integrante del colectivo.
Los políticos de mayor carisma, al menos frente a las masas, son aquellos que tienen gran capacidad para embaucarlas engañándolas con promesas de difícil cumplimiento y otorgándoles un falso sentido de la vida, que muchas veces consiste en inventarles un enemigo a quien deben dirigir el odio que en ellas han sabido despertar. Robert A. Baron y Donn Byrne escribieron: "¿Son siempre los líderes transformadores o carismáticos un valor añadido para sus grupos o sociedades? Como probablemente ya te hayas dado cuenta, definitivamente no".
"Muchos líderes carismáticos usan sus rasgos para lo que ellos consideran que es bueno para sus grupos o sociedades, gente como Martin Luther King, Franklin D. Roosevelt y el Mahatma Gandhi, por nombrar sólo algunos. Pero otros usan este estilo de liderazgo puramente para fines egoístas. Por ejemplo, Michael Milken, creador de la firma Drexel Burn ham Lambert, fue descrito por los seguidores como extremadamente carismático. Sin embargo utilizó la confianza y lealtad para fines ilegales: el fraude de capital que costó millones de dólares a inocentes inversores".
"De un modo similar, David Koresh, líder de un culto religioso en Waco, Texas, usó su posición para reservarse a todas las mujeres del grupo, incluyendo chicas de tan solo diez años, mientras insistía en que el resto de hombres practicaran el celibato. Por último, el estilo carismático de liderazgo de Koresh resultó en la muerte de muchos de sus seguidores, quienes se quemaron al verse acosados por agentes federales".
"Brevemente, el liderazgo carismático o transformador es definitivamente un arma de doble filo. Puede ser utilizado para promover cambios sociales beneficiosos coherentes con los principios morales y los valores éticos; o para propósitos egoístas, ilegales e inmorales. La diferencia descansa en la conciencia personal y el código moral de las personas que lo manejan" (De "Psicología Social"-Prentice Hall Iberia-Madrid 1998).
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