Las vidas que dejan su huella en la historia, para bien o para mal, son las de quienes le encuentran un sentido definido que los impulsa hacia metas concretas y trascendentes. Tales sentidos están materializados mediante ideas o creencias que surgen con diversos grados de dificultad. Esto contrasta con la indefinida ambición de lograr metas importantes que caracteriza la vida de la mayoría de los mortales, a excepción de aquellos casos en que las promesas son muchas y los esfuerzos pequeños. A. Eymieu escribió: "La idea fija es la «atención permanente». Atrae y concentra en sí todas las energías intelectuales y, con la progresiva desaparición de las demás ideas, llena por sí sola el campo mental y ejerce así en él, sin contradicción, una soberanía absoluta y tiránica".
Las ideas dominantes pueden producir tanto buenos como malos resultados, ya que dependen de la actitud emocional de quienes las generan. A. Pitres y E. Régis escribieron: "La diferencia entre la idea fija y la obsesión reside, sobre todo, en el hecho de que la idea fija del trabajador absorbido es querida, al menos en su origen, y en nada rompe con su intervención la unidad psíquica del individuo; mientras que la idea fija de la obsesión es involuntaria, automática y discordante con el curso regular del pensamiento".
El científico dedica su vida a encontrar respuestas a varios interrogantes; en caso de no poder hacerlo, no habrá alcanzado la tranquilidad espiritual esperada. Claude Bernard escribió: "El método experimental se apoya sucesivamente en el sentimiento, la razón y la experiencia". "El sentimiento engendra la idea o hipótesis experimental, es decir, la interpretación anticipada de los fenómenos de la naturaleza. Toda la iniciativa experimental reside en la idea, porque ella es la que provoca la experiencia. La razón o el razonamiento sólo sirven para deducir las consecuencias de esa idea y someterlas a la experiencia. Una idea anticipada o hipótesis es, pues, el punto de partida de todo razonamiento experimental" (Citas del "Diccionario del Lenguaje Filosófico" de Paul Foulquié-Editorial Labor SA-Barcelona 1967).
En el caso de la religión, es la idea de la divinidad la que promueve la total dedicación del creyente hacia la realización de una obra supuestamente exigida u ordenada por Dios. Tanto Pablo de Tarso, como Constantino, San Francisco de Asís, Juana de Arco, y tantos otros personajes influyentes en el curso de la historia de la humanidad, actúan a partir de haber escuchado mensajes interpretados como provenientes de la divinidad. En realidad, como dijo Thomas Hobbes, "no es lo mismo decir que Dios nos habla en sueños a soñar con que Dios nos habla". Mientras los científicos dicen que "la suerte le sonríe a las mentes preparadas", puede decirse que, en religión, los "llamados de Dios" surgen en quienes piensan todo el tiempo en Él.
San Francisco de Asís, cuando fue adolescente, llevó una vida de fiestas y diversiones. Luego intenta ingresar en el ámbito de los nobles caballeros preparándose para integrar la masiva marcha de las Cruzadas, pero su debilitada salud, producida al ser tomado prisionero por un año luego de una contienda armada en las cercanías de su ciudad, le hace desistir de su proyecto. En cierto momento recibe el "llamado de Dios" (para que reconstruya la iglesia de San Damián) y cambia totalmente su vida. Donald Spoto escribió: "Al servir a los marginados del mundo, Francisco comenzó a elevarse hacia la auténtica nobleza que había buscado durante tanto tiempo y que no descubriría en las armas, en los títulos, en batallas, en la gloria ni en contiendas. No hallaría el honor relacionándose con los más fuertes, atractivos y elegantes ni con las personas mejor protegidas de la sociedad, sino con los más débiles, los más desfigurados, los marginados, desvalidos y despreciados".
"Por lo visto, el joven de Asís había padecido inútilmente en la prisión, ya que la enfermedad que contrajo entonces lo dejó temporalmente apático y deprimido, sin nada que aliviase su sensación de futilidad. Su posterior aventura en busca de la gloria caballeresca había resultado infructuosa. Pero ahora, entre los débiles e indefensos, Francisco comprendió que la aspiración a la gloria no conducía a la felicidad, y que ni los placeres ni una buena reputación eran capaces de proporcionarle felicidad" (De "Francisco de Asís"-Javier Vergara Editor-Barcelona 2004).
Debido a la necesaria e imprescindible adopción de un sentido de la vida, en todas las épocas surgen embaucadores que aprovechan tal necesidad para promover sus "soluciones orientadoras". Los totalitarismos son el ejemplo elocuente de ofertas de un sentido de la vida que le permitiría, al individuo mediocre, llegar a ser un personaje importante sin tener la necesidad de mejorar éticamente en lo más mínimo. Grete de Francesco escribió: "Para los charlatanes resultaba favorable que los individuos predispuestos a la credulidad se multiplicasen, que los grupos de adherentes crecieran hasta alcanzar proporciones masivas y garantizaran así un espectro cada vez más amplio para sus triunfos".
"Y eso fue, en efecto, lo que ocurrió a medida que la ciencia fue popularizándose, a partir del Renacimiento. Con el enorme aumento de los conocimientos, y su difusión gracias a la imprenta, en la edad moderna, la masa de individuos semianalfabetos y ansiosamente crédulos, fácil presa de los charlatanes, aumentó también y se convirtió en mayoría. Los deseos, opiniones, preferencias y rechazos de esa gente pasaron a ser la base de un poder muy concreto. Por lo tanto, el imperio del charlatán fue ampliándose junto con la moderna difusión del conocimiento. Ya que operaba sobre la base de la ciencia, por mucho que la deformara, pues producía oro con técnicas tomadas de la química y bálsamos milagrosos con recursos de la medicina, el charlatán no podía dirigirse a un público por entero ignorante".
"Los analfabetos se protegían de sus disparates, mediante un sano sentido común. El público predilecto del charlatán estaba conformado por los semianalfabetos, aquellos que habían cambiado el sentido común por un poco de información distorsionada y habían tomado contacto con la ciencia y la educación en algún momento, aunque muy brevemente y sin éxito".
"La gran masa de la humanidad siempre ha estado predispuesta a asombrarse ante los misterios, y esto fue particularmente cierto en determinados periodos históricos en que los fundamentos seguros de la vida perdían estabilidad, y los viejos valores, económicos o espirituales, durante largo tiempo aceptados como algo inamovible, ya no resultaban confiables. Entonces la cantidad de ingenuas víctimas del charlatán se multiplicó: los «asesinos de sí mismos», como los denominó un inglés del siglo XVII" (Citado en "Las 48 leyes del poder" de R. Greene y J. Elffers-Editorial Atlántida-Buenos Aires 1999).
Como lo saben los grades estrategas militares, la moral de la tropa es esencial para el éxito militar. Entre las sugerencias brindadas por Robert Greene y Joost Elffers, encontramos la siguiente: "El secreto para motivar a la gente y mantener alta su moral es lograr que piense menos en sí misma y más en el grupo. Involúcrala en una causa, una cruzada contra un enemigo detestable. Haz que relacione su supervivencia con el éxito del ejército en conjunto. En un grupo verdaderamente unido, el ánimo y las emociones son tan contagiosas que resulta fácil propagar entusiasmo entre tus tropas".
"Ponte al frente: que tus soldados te vean en las trincheras, haciendo sacrificios por la causa. Eso los llenará del deseo de emularte y agradarte. Haz que tus premios y castigos sean raros pero significativos. Recuerda: un ejército motivado puede obrar maravillas, compensando toda falta de recursos materiales" (De "Las 33 estrategias de la guerra"-Editorial Océano de México SA-México 2007).
Si alguna vez la humanidad ha de marchar unida hacia una meta común, como lo es nuestra adaptación al orden natural y posterior supervivencia, requeriremos de una previa alfabetización científica por la cual hemos de elevar nuestro punto de vista hasta poder adoptar la visión del científico, ligada en forma permanente a la ley natural que nos presiona a respetar sus reglas; principalmente aquellas leyes que nos exigen adoptar una predisposición a la cooperación social.
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1 comentario:
Ese aumento de los conocimientos hasta un nivel medio superior al que caracterizó la historia de la humanidad hasta los tiempos modernos, pero sin pasar en promedio de un límite mediocre e inconsistente, es lo que ha hecho posible que un tipo particular de embaucador, el político que se somete a un régimen competitivo de asunción del Poder, sea el que aspira y consigue alcanzarlo en la mayor parte de los casos, fundamentalmente mediante su hábil uso de la retórica y de la propaganda, armas que le confieren legitimidad por la aparente eficacia que conllevan, y también porque despiertan otro resorte humano elemental, la esperanza de sus seguidores.
Y lo creo cierto, sólo un buen nivel generalizado entre la población de educación científica puede traer, a su vez, un mejor nivel moral entre los gobernantes.
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