Para quienes tienen posturas filosóficas definidas, resulta a veces dificultoso comprender posturas distintas, excepto, posiblemente, para el historiador de la filosofía. El caso de los existencialismos no es una excepción. Sin embargo, algunos autores han podido sintetizarlos, encontrando los aspectos comunes que presentan. Un amigo de Kant escribió sobre el filósofo: “Precisamente en una época de mayor madurez y fuerza intelectual, cuando estaba trabajando en la filosofía crítica, nada le era más difícil que pensar en el sistema de otro. Le costaba supremos esfuerzos comprender los escritos siquiera de sus oponentes, pues le era imposible apartarse, por poco tiempo que fuera, de su sistema original de pensamiento” (Citado en “Los filósofos y sus vidas” de Ben-Ami Scharfstein-Ediciones Cátedra SA-Madrid 1984).
Una de las características de los existencialismos es la “primacía de la existencia sobre la esencia”. Así, en el caso del ser humano, la esencia sería nuestra naturaleza humana, consistente en el conjunto de atributos adquiridos en el proceso evolutivo. La existencia sería el conjunto de seres humanos con sus atributos particulares que constituyen nuestra individualidad y nuestra personalidad única. Jacques Maritain escribió: “Digamos en seguida que hay dos maneras diferentes de entender la palabra existencialismo. En un caso se afirma la supremacía de la existencia, pero como encerrando y salvando las esencias y naturalezas, y como manifestando una suprema victoria de la inteligencia y de la inteligibilidad; éste es el existencialismo que yo considero auténtico”.
“En el otro caso se afirma la supremacía de la existencia, pero como destruyendo o suprimiendo las esencias o naturalezas, y manifestando un supremo desprecio por la inteligencia y por la inteligibilidad; éste es el existencialismo que yo considero apócrifo: el mismo de hoy y que «no significa absolutamente nada». ¡Ya lo creo! Pues suprimid la esencia o lo que supone el esse, suprimid de la misma forma la existencia o el esse, estas dos nociones correlativas e inseparables, y el tal existencialismo se devorará a sí mismo” (Citado en “El existencialismo” de Tristán D'Athayde-Emecé Editores SA-Buenos Aires 1949).
Otra característica es la “primacía de lo concreto sobre lo abstracto”. En el caso anterior, se advierte que resulta más sencillo describir individuos que entrar en un análisis acerca del sentido de la vida asociado al orden natural, o a la voluntad de Dios, o cosas semejantes. Tristán D'Athayde escribió: “La marcha normal de la tradición filosófica consistía en el ascenso de lo concreto a lo abstracto. La filosofía era la ciencia de las realidades abstractas. Pero ¿de qué se abstraían? De lo concreto. Lo concreto era el punto de partida. Lo que se llamaba empirismo era precisamente este primer contacto con las cosas”.
“Algunos filósofos no pasaron de ahí. Pero la verdadera actitud filosófica consistía en el ascenso a planos superiores, o, de una manera más precisa, a grados superiores de abstracción que nos transportan del plano físico al plano matemático, y del plano matemático al metafísico. El filósofo ha sido siempre aquel que especula con abstracciones. Es justamente por haber especulado demasiado con ellas que nos encontramos hoy en presencia de la insurrección existencialista. El existencialismo es la rebelión contra el abuso del esencialismo. Pero es la rebelión de un sentimiento que no ha sabido contenerse y que se ha dejado ir al extremo opuesto”.
La tercera supremacía (advertida por Tristán D'Athayde) es la “de lo particular sobre lo general”. El mencionado autor escribe al respecto: “La existencia es la particularización de lo general. Es su encarnación en un ser particular. Es el pasaje de la mesa a esta mesa. Si la existencia prima sobre la esencia, lo particular debe primar necesariamente sobre lo general”.
La cuarta es “la primacía de la acción sobre el pensamiento”. Al relegar la naturaleza humana (esencia), como también lo general y lo abstracto, no resulta extraño que los existencialistas prioricen la acción sobre el pensamiento. “Para el existencialismo, el hombre ha sido lanzado en la vida sin saber de dónde viene ni a qué fin va. El sentimiento que lo oprime es, por consiguiente, la angustia, la desesperación, y la náusea. El hombre se encuentra en plena corriente. No puede remontarla. No sabe dónde concluye”.
Para el existencialista, “el pensamiento obedece a la acción y no la acción al pensamiento. El siglo de la técnica tiene necesidad de una filosofía del homo faber y no del homo sapiens”. Al inventarse tantos problemas, los distintos filósofos existencialistas promueven distintas formas de solucionarlos.
La quinta supremacía es la “de la presencia sobre la ausencia”. Tristán D'Athayde escribe al respecto: “El existencialismo es la filosofía del eterno presente. Lo que debe pensarse es la existencia. Lo que debe cultivarse es la acción. Lo que debe poseerse es el presente. El pasado y el porvenir son ausencias, y no puntos de partida y puntos de llegada”.
La sexta supremacía es la “del temperamento sobre la razón”. Esta supremacía es una consecuencia inmediata de la cuarta, ya que el temperamento está ligado a una predisposición a la acción mientras que la razón está ligada al pensamiento. “El subjetivismo existencialista rechaza el culto de la razón, pero cae en el culto del instinto”.
La séptima es la “primacía de lo indefinido sobre lo definido”. “Para el existencialismo, la definición, lejos de ser un medio para mejor conocer, es una forma de oscurecer. Conocer, para él, es lo contrario. Es volverse indefinido. Para Kierkegaard «el pensamiento existencial no se deja comunicar»”.
La octava es la “primacía del arte sobre la ciencia y la filosofía”. Es típico de los existencialistas el rechazo de todo tipo de “sistema descriptivo”, ya sea científico o filosófico. “La ciencia y la filosofía nos presentan la imagen de lo general. Las leyes que tratan de descubrir en la realidad, los principios que tratan de establecer, son siempre generalidades”.
“De ahí que los existencialistas se expresen más a menudo mediante obras de arte –novelas o piezas de teatro, diarios íntimos o crónicas- que mediante tratados sistemáticos”.
“El existencialismo quiere ser un subjetivismo absoluto, y no un individualismo opinante o escéptico. Es un dogmatismo a la inversa”.
“Es un hecho que todos los existencialistas se rehúsan a presentar su filosofía bajo la forma de un sistema coherente. La más grande fobia de Kierkegaard eran los profesores. Él temía, por sobre todo, ser reducido a un sistema por esos profesores, después de su muerte”.
La novena es la “primacía del absurdo sobre la lógica”. “El mundo es irracional. Irracional antológicamente, dice Sartre. Irracional en sus relaciones con nuestro pensamiento, dice Camus. Todos los existencialistas están de acuerdo sobre esta perspectiva del mundo. El mundo se nos escapa. El mundo no tiene sentido. Lo real es lo contradictorio. La vida es una fuerza ciega que nos lleva a la nada. El hombre no puede vencer al mundo. El mundo se burla del hombre. Entre el hombre y el mundo hay una barrera infranqueable”.
La décima es la “primacía de lo temporal sobre lo eterno”. “Este axioma, evidentemente, no puede ser tomado en el mismo sentido por los existencialistas ateos que por los existencialistas cristianos. Para estos últimos, la angustia ante esta condenación a lo temporal se desvanece en presencia de las perspectivas sobrenaturales que nos abre la fe”.
La décimo-primera es la “primacía de la angustia sobre la paz”. “Lo existente se caracteriza por la desesperación y la angustia; por tanto, por una profunda incompatibilidad con el universo creado. Existir es, necesariamente, sufrir la desesperación y la angustia. Para Kierkegaard, hay dos clases de desesperación: la que nos pierde y la que nos salva. La desesperación que nos pierde es la desesperación de lo infinito. La que nos salva es la de lo finito”.
La décimo-segunda es la “primacía de lo contingente sobre lo necesario”. Tristán D'Athayde escribe al respecto: “El hombre no puede liberarse de la contingencia. Está ligado a la contingencia. Luego, él es necesidad para ella”. “Todo está librado al azar. La libertad se pierde en el fatum. La contingencia es «lo absoluto»”.
Finalmente, se presenta el listado de las primacías mencionadas:
1- Primacía de la existencia sobre la esencia.
2- de lo concreto sobre lo abstracto.
3- de lo particular sobre lo general.
4- de la acción sobre el pensamiento.
5- de la presencia sobre la ausencia.
6- del temperamento sobre la razón.
7- de lo indefinido sobre lo definido.
8- del arte sobre la ciencia y la filosofía.
9- del absurdo sobre la lógica.
10- de lo temporal sobre lo eterno.
11- de la angustia sobre la paz.
12- de lo contingente sobre lo necesario.
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1 comentario:
Pues es chocante el caso de Sartre: si el mundo es absurdo, irracional e indomable no parece coherente tanta involucración en la lucha política a no ser que se trate de una manifestación de puro instinto. Qué clase de instinto no es muy difícil de imaginar dada la defensa de regímenes genocidas como el de Mao.
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