Los más optimistas suponen que la Argentina puede revertir su decadencia a partir de la implantación de un sistema de economía liberal. Pero, para que tal situación pueda establecerse, se debe primeramente intentar convencer al pueblo para que mejore su limitado nivel moral. Los sistemas económicos basados en la libertad requieren también de una previa responsabilidad individual, ya que la predisposición al trabajo honrado y a la inversión productiva se fundamenta en una disciplina de la que, en su mayoría, el pueblo argentino carece.
Es importante tener presente la causa principal del derrumbre moral, que coincidió con el inicio del derrumbe económico, y que se dan juntos a partir de la irrupción del peronismo. Si bien puede aducirse que otros sectores tampoco están libres de culpas, tampoco puede discutirse que la división social (o grieta) se mantiene vigente desde las épocas de Perón y Eva, quienes supieron sembrar el odio a nivel colectivo perdurando hasta nuestra época.
Perón, con el apoyo de Eva Duarte, implantó una efectiva "lucha de clases" alentando en varias ocasiones a sus seguidores a atacar a los "enemigos" (oligarquía y clase media). Tal división entre sectores se ha mantenido desde entonces reforzada últimamente por el kirchnerismo. Entre sus llamados a la violencia podemos mencionar los siguientes:
“El día que se lancen a colgar, yo estaré del lado de los que cuelgan” (2-8-46)
“Entregaré unos metros de piola a cada descamisado y veremos quien cuelga a quien” (13-8-46)
“A mí me van a matar peleando” (13-8-46)
“Con un fusil o con un cuchillo, a matar al que se encuentre” (24-6-47)
“Levantaremos horcas en todo el país para colgar a los opositores” (8-9-47)
“Vamos a salir a la calle de una sola vez para que no vuelvan nunca más ellos ni los hijos de ellos” (8-6-51)
“Distribuiremos alambre de enfardar para colgar a nuestros enemigos” (31-8-51)
Puede decirse que, para Perón, la vida de los "enemigos" nada valía. Tampoco valía la vida de sus seguidores, a quienes quiso convertir en asesinos de gente decente, envenenando sus días y sus vidas por varias generaciones.
Es oportuno mencionar la opinión de Alejandro De Tomaso, un argentino constructor de autos de alta gama, radicado en Italia. En primer lugar, relata un hecho que refleja la sublevación típica del argentino "peronizado" ante alguien que presenta cierta apariencia de "oligarca": "Llegué a Ezeiza y lo primero que me impresionó fue encontrarme con insólitas trabas y mala voluntad en el paso de ingreso aduanero de mi propio país, como si yo fuera un delincuente. Salí por fin con todas mis valijas y tomé un taxi rumbo al Hotel Alvear. Llego a la puerta del hotel y el taxista, de mala manera, ni siquiera quería ayudarme a bajar las maletas. Allí mismo le dije que me llevara de vuelta al aeropuerto. Me tomé un avión para Montevideo, el primero que encontré, y de allí otro a Río donde pasé una semana de vacaciones antes de volver a Italia. No volví más" (De "Testimonios de nuestra época" de Germán Sopeña-Emecé Editores SA-Buenos Aires 1991).
Se mencionan a continuación algunas de las respuestas, o fragmentos, dadas por De Tomaso al periodista Germán Sopeña:
"En Argentina, yo tenía el peso del nombre de mi padre, Antonio de Tomaso, persona que no caía simpática al peronismo. Y puesto que el peronismo era lo que era, causante de una destrucción inmensa en el país, era casi imposible para mí sustraerme a ese conflicto".
"En Italia, la ética de vida, de trabajo, sigue siendo reconocida hoy y siempre. En Argentina en cambio, desde el momento en que se impuso el peronismo se produjo una destrucción ética total. Y no existe país en el mundo que pueda andar bien cuando la destrucción ética llega a los niveles que se vivieron en Argentina".
"Yo siempre he criticado duramente al peronismo pero lo innegable es que los gobiernos que hubo después del peronismo fueron iguales o peores. Pero no es una triste casualidad que tantos gobiernos consecutivos se repitan en el error. Creo justamente que esa uniformidad de malos gobiernos es la consecuencia de la destrucción ética del país cuya gran responsabilidad adjudico al peronismo".
"El gobierno peronista cometió una serie de errores trágicos a partir de 1946. Era el momento para decidir el futuro del país. Argentina tenía que darse cuenta en aquel momento de que su superioridad en el terreno agrícola no podía durar mucho más de diez años y que había que intentar una serie de programas de desarrollo y revovación. Por el contrario, la demagogia peronista no hizo más que dilapidar ese capital de inversión que existía en el país. Luego, los demás gobiernos completaron esa tarea destructiva y khomeinista que fue la del peronismo. Ahora no se pueden pedir milagros a un pueblo fatigado. Los pueblos, por otro lado, rara vez producen milagros".
"El peronismo se produjo en gran parte porque al terminar la guerra el país tenía una gran masa de dinero. Yo me acuerdo muy bien de que en aquel momento no alcanzaban los depósitos del Banco Central para acumular los lingotes de oro y hubo que alquilar un lugar de seguridad en EEUU. Esa riqueza inmensa fue manejada por una clase política completamente improvisada e incompetente en el modo más absoluto. Actuando con incapacidad y con fines totalmente demagógicos, terminó por convencer a la gran masa de la población que lo que cualquier persona racional explicaba eran simples mentiras. Eran mentiras que el futuro era difícil para el país; y cuando todo el mundo se enteró de que el futuro era difícil ya era demasiado tarde".
"No puede vivir un pueblo con la inflación permanente durante 40 años sin que eso destruya la ética de todo el mundo. El pueblo en masa se convierte en especulador porque si no le resulta imposible subsistir. Eso es lo que pasó en Argentina. Y ése es el precio de la demagogia que fue el elemento central del peronismo. No existía antes".
Mientras que los distintos totalitarismos fueron abandonados, tarde o temprano, por los pueblos que sufrieron sus consecuencias, como es el caso del fascismo, el nazismo y el comunismo, sólo perdura el peronismo como recuerdo funesto de una época de tiranía, miedo, despilfarros e inmoralidad.
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1 comentario:
La diferencia entre los totalitarios y los populistas no está en el poso (in)moral que dejan en los pueblos gobernados por ellos sino en el grado de consentimiento que alcanzan a obtener de ellos. Los totalitarios se imponen, además de por la exclusividad fáctica y legal de su discurso, por un empleo ilimitado de la fuerza física, pero los populistas refinan su dominio en el sentido de que conquistan la psique de los votantes usando todo tipo de trucos, manipulaciones y mentiras, amén del uso absolutamente partidista del aparato público, sin llegar a imposibilitar totalmente el discurso opositor, desplegando un grado abyectamente notable, aunque menor, de coacción física.
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