La Revolución Industrial inglesa fue la consecuencia de la confluencia de dos factores principales, simbolizados de la siguiente forma:
Revolución Industrial = Máquina de vapor + Capitalismo
El ambiente en el que surge el perfeccionamiento de las anteriores máquinas de vapor, de Savery y de Newcomen, por parte de James Watt, está vinculado estrechamente a la "Sociedad Lunar", un grupo de aficionados a la ciencia y al conocimiento integrado, entre otros, por Erasmus Darwin (abuelo del biólogo), James Watt, Matt Boulton (socio capitalista de Watt), el químico Joseph Priestley, el astrónomo William Herschel, entre otros. Ritchie Calder escribió: "En la Inglaterra de la década de 1770, Los Lunáticos solían reunirse una vez por mes la noche de luna llena".
"Nunca se sentaron más de diez personas a cenar en la Sociedad Lunar de Birmingham (inevitablemente llamada «Los Lunáticos»). Jamás se registraron sus actuaciones, para no perturbar la espontaneidad de sus discusiones de libre alcance; no hubo actas, órdenes del día, resoluciones ni programas de acción. El único intento de Matt Boulton por formalizarlas fracasó; era como querer juntar mercurio con un tenedor" (De "La ciencia tiene sentido"-Editorial Sudamericana SA-Buenos Aires 1958).
La mayoría de los procesos sociales del pasado es vista por la posteridad bajo dos visiones extremas y opuestas; una favorable y optimista, otra desfavorable y pesimista. Esto ha ocurrido con el Imperio Romano, con la Edad Media, la Reforma, la Contrarreforma, el Iluminismo, la Revolución industrial, etc. Sin embargo, existen algunos indicios que resultan compatibles con una de esas posturas y no con la otra. Este es el caso de las migraciones internas, en cuyo caso se observa que la gente siempre se traslada espontáneamente de un lugar menos favorable a otro más favorable, mientras que pocas veces irá hacia lugares en los cuales su situación ha de ser peor que la anterior (excepto por falsas expectativas o por falsa información).
Quienes se oponen al capitalismo aducen que la gente se movía del campo a las ciudades para ser “explotados miserablemente” por los industriales de la Inglaterra de los siglos XVIII y XIX. Al respecto debe señalarse que, en ese caso, al producirse tales migraciones, las condiciones laborales y sociales de las ciudades serían, por el contrario, superiores a las del campo. Además, el importante aumento de la población durante la Revolución industrial indica claramente que el hambre en las masas tendía a disminuir considerablemente. Friedrich A. Hayek escribió: “Las cifras de población, que durante muchos siglos habían permanecido prácticamente constantes, empezaron ahora a elevarse extraordinariamente. El proletariado, que el capitalismo creó, por así decirlo, no era, por consiguiente, una parte de la población que habría existido sin él, y que fue reducido por él a un nivel de vida más bajo; se trata más bien de un incremento de la población que sólo pudo tener lugar gracias a las nuevas posibilidades de ocupación creadas por el capitalismo”.
“La afirmación de que el aumento de capital hizo posible la aparición del proletariado sólo es verdad en el sentido de que el capital elevó la productividad del trabajo, y, en consecuencia, un número mayor de hombres, a los cuales sus padres no habrían podido dar los necesarios medios de producción, pudieron mantenerse gracias solamente a su trabajo; pero primero hubo que crear el capital”.
“Es cierto que esto no tuvo como causa la generosidad, pero por primera vez en la historia ocurrió que un grupo de hombres tuvo interés en invertir gran parte de sus ingresos en nuevos medios de producción, que debían ser utilizados por personas cuyos alimentos no habrían podido ser producidos sin aquellos medios de producción” (Citado en “Libertad. Un sistema de fronteras móviles” de Enrique Arenz-Juan José Zuccoli Editor-Mar del Plata 1986).).
En cuanto a los datos del aumento de la población, Sam Lilley escribió: “Se destaca mejor el efecto de las transformaciones industriales sobre el número de habitantes, comparando el aumento medio anual en diversos periodos. Entre 1483 y 1700, el aumento medio anual por cada mil habitantes fue de 0,7; entre 1700 y 1750 de 3,3: luego, a medida que los efectos de la Revolución Industrial se hacían sentir en forma más marcada, ascendió rápidamente a 8,5 en 1750-1811, y a 12,8 en 1811-1851” (De “Hombres, máquinas e historia”-Ediciones Galatea Nueva Visión SRL-Buenos Aires 1957).
Por otra parte, Ludwig von Mises escribió: “Una de las mayores falsedades históricas es aquel mito, mil veces repetido, según el cual las mujeres y los niños que acudían a las fábricas anteriormente habían disfrutado de idílica existencia. Cuando, en tropel, las tan mentadas madres acudían al taller, no estaban dejando tras de sí agradables viviendas y bien repletas despensas; se amontonaban en las puertas de los nuevos establecimientos fabriles implorando acceso, precisamente porque la mayoría de ellas no sabía ni siquiera lo que era una cocina; y de poco hubiérale servido tal conocimiento al carecer de cosa alguna cocinable”.
“Fácil es refutar toda esa cháchara acerca de los indescriptibles horrores del capitalismo inicial, consustanciales al mismo, cuando, a través de la revolución industrial inglesa, comenzaba el nuevo sistema a tomar cuerpo, si pensamos que precisamente en tal época, de 1760 a 1830, la población británica duplica su número, lo que indudablemente proclama bien claro que millones de niños –ayer condenados a desaparecer- podían ahora sobrevivir y llegar a la edad adulta” (De “Seis lecciones sobre el capitalismo”-Unión Editorial SA-Madrid 1981).
Las innovaciones económicas fueron orientadas a superar varias creencias o costumbres arraigadas. Ludwig von Mises escribió: “La denominada Revolución Industrial fue consecuencia de la revolución ideológica provocada por las doctrinas de algunos economistas. Estos economistas demostraron la inconsistencia de los viejos dogmas:
1) que no era justo ni lícito vencer al competidor produciendo artículos mejores y más baratos;
2) que era reprobable desviarse de los métodos tradicionales de producción;
3) que las máquinas resultaban perniciosas porque causaban paro;
4) que el deber del gobernante consistía en impedir el enriquecimiento del empresario, debiendo –en cambio- conceder protección a los menos aptos frente a la competencia de los más eficientes;
5) que restringir la libertad empresarial mediante la fuerza y la coacción del Estado o de otros organismos o asociaciones promovía el bienestar general.
La Escuela de Manchester y los fisiócratas franceses formaron la vanguardia del capitalismo moderno. Fueron ellos quienes hicieron progresar las ciencias naturales que han derramado el cuerno de la abundancia sobre las masas populares” (De “La acción humana”-Editorial Sopec SA-Madrid 1968).
Los detractores del capitalismo llegan a extremos asombrosos en sus descripciones (o imaginaciones) de ese proceso. Walter Montenegro escribió: “Hay empresarios que creen que los adultos ofrecen demasiados problemas, y prefieren contratar niños desde los siete años de edad; para evitar que se alejen del lugar de su tarea, los niños son encadenados a las máquinas y hasta se llega a limarles los dientes para que coman menos. En las minas, hay hombres que no conocen el sol: fueron concebidos y nacieron y mueren dentro de las galerías” (De “Introducción a las doctrinas político-económicas”-Fondo de Cultura Económica-Bogotá 1956).
Cuando jóvenes desprevenidos leen cosas por el estilo, es probable que se asocien a algún movimiento guerrillero, o terrorista, para comenzar a “hacer justicia” asesinando a empresarios “limadores de dientes” y a directivos de empresas, como ocurrió en los años 70 en toda Latinoamérica. Mientras tanto, niegan lo ocurrido en los países socialistas, como fue el caso de los masivos crímenes de Stalin, reconocidos posteriormente por los más altos jerarcas soviéticos.
El capital humano (empleados) es, por lo general, el capital más valioso que posee una empresa. De ahí que la explotación laboral sea poco atractiva cuando existe la posibilidad de que algunos empleados vayan a trabajar a empresas competidoras. (Si no hay competencia, por haber pocos empresarios, no se trata de una economía de mercado, o capitalista). Además, casi todo el empresariado sabe mejor que nadie que el trabajo esclavo es poco rendidor. Es por ello que, aun cuando sólo piense en sus ganancias, el empresario trata de brindar las mejores condiciones laborales a sus empleados, lo que no significa que todo empresario sea eficaz y exitoso con su emprendimiento. Ludwig von Mises escribió: “Descartando toda otra dialéctica, un solo razonamiento válido hay contra la esclavitud, a saber: que el trabajo del hombre libre es incomparablemente más productivo que el del esclavo. Carece éste, en efecto, de interés personal por producir lo más posible. Aporta a regañadientes su esfuerzo y sólo en la medida de lo indispensable que le permita eludir el correspondiente castigo. El trabajador libre, en cambio, sabe que cuanto mayor sea su productividad mayor también, en definitiva, será la recompensa que le corresponde” (De “Liberalismo”-Editorial Planeta-De Agostini SA-Barcelona 1994).
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1 comentario:
La cháchara contra las primeras décadas del capitalismo forma parte de la construcción, ensayo y calibración de un discurso político de revolucionarios profesionales cuyo objetivo último no es otro que el triunfo de los golpes de estado que pretenden ejecutar para alcanzar el poder, intención que llevan al extremo de coordinarse en una organización transnacional como la Primera Internacional Obrera.
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