Puede denominarse "orden natural" al conjunto de leyes naturales que rigen a todas y a cada una de las partes constituyentes de todo lo existente. Debido a que tales leyes son invariantes, en el espacio y en el tiempo, puede decirse que constituyen un "orden natural" y que conlleva cierta finalidad implícita. Ya sea que tal finalidad no nos agrade, o bien que no se crea en su existencia, nos queda como única opción adaptarnos de la mejor manera a dichas leyes y a dicho orden. Carlos A. Sacheri escribió: "Han surgido en los últimos dos siglos diversas doctrinas, a veces opuestas entre sí, pero cuyo común denominador consiste en la negación de un orden natural".
"El materialismo positivista, el relativismo, el existencialismo, coinciden en negar la regularidad, la constancia, la permanencia de la realidad y, en particular, la existencia de una naturaleza humana y de un orden social natural que sirvan de fundamento a las normas morales y a las relaciones sociales" (De "El orden natural"-Ediciones del Cruzamante-Buenos Aires 1980).
Debiendo ser la moral una conducta acorde con lo que nos exige el orden natural, se advierte en el relativismo moral imperante una actitud de rebeldía contra dicho orden. Ello se observa principalmente en el rechazo a la "ley del amor", o a la empatía emocional, la principal regla de supervivencia de la especie humana, que consiste en la cooperación social basada en una predisposición a compartir las penas y las alegrías ajenas como propias. La rebeldía se observa, entre otros aspectos, en la promoción y en la aceptación de la violencia como una forma de "solucionar" los conflictos sociales existentes.
Si el orden natural, a través de la evolución biológica, ha previsto que, luego de la unión íntima de hombre y mujer, puede nacer un niño, gran parte de la sociedad se opone a dicha proceso proponiendo el aborto, rechazando lo que la naturaleza "dictaminó" al respecto.
La evolución biológica "dictaminó" también que todo ser humano es hombre o mujer. Sin embargo, una parte de la sociedad rechaza tal dictamen aduciendo que una percepción subjetiva e individual puede cambiar tales condiciones de hombre o mujer. Se ha llegado al extremo de un rechazo concreto hacia quienes mantienen una predisposición a adaptarse a las leyes naturales.
Incluso desde la religión se promueven pedidos para que Dios intervenga (a través de los milagros) para cambiar o interrumpir momentáneamente alguna ley natural que sea circunstancialmente desafavorable para los "creyentes". En el caso de la religión moral, se prioriza la supuesta intermediación de los santos, entre Dios y los seres humanos, para que se produzcan los milagros. Ello se advierte en la decisión de la Iglesia Católica de considerar "santo" al facilitador de milagros antes que considerar "santo" al cumplidor y aceptador de la ley natural. Kenneth L. Woodward escribió: "¿Es la madre Teresa de Calcuta una santa? Millones de personas ven en ella una «santa viviente», debido a su abnegado servicio a los enfermos, los moribundos, los miserables, los que no tienen casa ni hogar, los marginados".
"Si la diminuta monja albanesa...muriese mañana, uno se imagina que el papa y el mundo entero la llorarían. Y, sin embargo, no sería una santa; por lo menos oficialmente, a los ojos de su propia Iglesia. Su vida habría de ser investigada por las autoridades eclesiásticas competentes, se escrutarían sus escritos y su conducta, se citarían testigos que averiguasen su virtud «heroica», deberían comprobarse eventuales milagros obrados póstumamente por medio de su intercesión; y, sólo entonces, el papa la declararía oficialmente santa" (De "La canonización de los santos"-Emecé Editores SA-Buenos Aires 1992).
Con una actitud similar, se considera prioritaria la "virtud" de la creencia en lo sobrenatural (intervenciones de Dios interrumpiendo la ley natural) antes que el acatamiento a dichas leyes. Es por ello que la pregunta acerca de una supuesta "virtud religiosa" consiste en "¿Cree usted en Dios?" en lugar de "¿Cumple usted los mandamientos bíblicos?". La religión moral se ha desvirtuado hasta convertirse en un vulgar paganismo o también en una filosofía acerca de cómo funciona el mundo.
Mientras que la actitud del inquisidor consistía en castigar al que se oponía a la creencia en un Dios interviniente en los acontecimientos humanos, la actitud deísta implica advertir a los seres humanos acerca del autocastigo que proviene de la rebelión contra el orden natural. De ahí que Marco Tulio Cicerón haya expresado respecto de la ley natural: "Desconocerla es huirse a sí mismo, renegar de su naturaleza, y por ello mismo padecer los castigos más crueles aunque escapara a los suplicios impuestos por los hombres".
Si cada integrante de la sociedad actuara en conformidad con el orden natural, el orden social resultante implicaría una especie de "reproducción" de aquél. En la simbología bíblica se admite que el hombre está constituido "a imagen y semejanza de Dios". Por el contrario, si el hombre desatiende la ley natural, se rebela contra ella dando lugar al ateísmo auténtico.
El ateísmo activo, en nuestra época, no implica no creer en un Dios como el mencionado, sino que implica mutilar la "empatía emocional", principalmente, para ser reemplazada por "la lucha de clases sociales" o el "egoísmo racional", entre otros. En este caso, se supone que las emociones humanas perturban la mente debiendo la ética ser puramente racional. El ideal del psicópata (que carece de empatía emocional) es propuesto como "solución" para los problemas humanos.
La religión, desde el punto de vista adoptado, resulta ser el vínculo entre el ser humano y el orden natural, buscando establecer un orden social compatible con aquél. El ateísmo activo, por otra parte, es el que busca reemplazar el orden natural por un "orden artificial" surgido de la mente de un ideólogo, con la finalidad de promover la adaptación de la humanidad a sus designios, o caprichos. De ahí que la religión moral haya sido siempre el mayor enemigo del nazismo, del marxismo-leninismo y de algunos sectores del liberalismo.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
1 comentario:
Evidentemente una percepción subjetiva no puede cambiar el sexo del sujeto concernido. Esa persona ha venido al mundo siendo hombre o mujer y ese hecho impregna en lo físico todas las células de su cuerpo y le predispone con ciertas actitudes, reacciones y tonalidad afectiva diferentes según sea el sexo al que pertenezca, características que nos vienen de fábrica porque son un resultado de la evolución de la especie. La orientación sexual, es decir, la inclinación erótica por el otro sexo, por el propio o por ambos es otra cuestión distinta de la anterior y no necesita en ninguno de esos casos para existir de la negación del sexo al que biológicamente se pertenece porque muy probablemente se trate de una cuestión de historia y circunstancias personales y también, aunque de una forma más limitada, del uso de la libertad humana, de la voluntad. Por cierto, que esa carga biológica y psíquica que todos los individuos portamos puede ser considerada como una prueba de la existencia del orden natural cuya realidad se defiende en este hilo.
Publicar un comentario