viernes, 14 de febrero de 2020

Argentina ¿país rico o pobre?

En el caso de un individuo particular, si se desea vislumbrar el posible nivel económico que ha de alcanzar, debe tenerse en cuenta tanto sus aptitudes morales y laborales como la condición material inicial recibida por herencia. En el caso de las naciones ocurre algo similar; en estos casos las naciones "heredan" de la madre naturaleza un medio geográfico favorable, o no, para el desarrollo económico, mientras que sus respectivos pueblos muestran aptitudes morales y laborales adecuadas, o no, para lograr el desarrollo económico.

Denominando capital material inicial al medio geográfico y capital humano a las aptitudes mencionadas, tenemos los siguientes casos posibles:

a) Capital material adecuado + Capital humano adecuado = Desarrollo
b) Capital material inadecuado + Capital humano adecuado = Desarrollo
c) Capital material inadecuado + Capital humano inadecuado = Subdesarrollo
d) Capital material adecuado + Capital humano inadecuado = Subdesarrollo

El último caso es el que involucra a la Argentina junto a otros países de la región; situación que fuera contemplada en el siglo XIX por Juan Bautista Alberdi, quien escribió: "Los pueblos de Sud América nos creemos ricos y gastamos como ricos lo ajeno y lo nuestro, sólo porque tenemos vastos territorios, dotados de clima y aptitudes capaces de servir al trabajo del hombre para producir la riqueza".

"Esta simple cosa es todo lo que se oculta a nuestra vista: que la riqueza capaz de producirse no está producida, y que el suelo y el clima, que tomamos por riqueza, no son sino instrumentos para producir la riqueza en las manos del hombre, que es su productor inmediato, por la acción de estos dos procederes humanos: el trabajo y el ahorro o conservación y guarda de lo que el trabajo ha producido" (De “Estudios económicos”-Librería La Facultad-Buenos Aires 1927).

En cuanto al factor humano, puede decirse que el argentino típico, o "promedio", es el que se insinúa en nuestro subconsciente, cuando salimos a la calle y reaccionamos de alguna manera ante algo que nos desagrada. En una apretada síntesis, Carlos A. Méndez-Thort escribió:

"El problema de la Argentina es usted.....
Que no le gusta leer
Que no quiere estudiar
Que no le gusta madrugar
Que no quiere trabajar
Que si no lo ven, infringe la ley
Que si puede, evade impuestos
Que le echa toda la culpa al gobierno
Que no le importa nada «el otro»
Que saca ventajas cuando puede
Que siempre busca «la más fácil»
Que no le interesa «hacerlo bien»
Que vive esperando el viernes"

(De facebook.com)

A finales del siglo XIX, se advertía gran corrupción en la sociedad argentina de entonces. José M. Estrada escribía en 1890: "Veo bandas rapaces, movidas de codicia, la más vil de todas las pasiones, enseñorearse del país, dilapidar sus finanzas, pervertir su administración, chupar sus sustancias, pavonearse insolentemente en las más cínicas ostentaciones del fausto, comprarlo y venderlo todo, hasta comprarse y venderse unos a los otros a la luz del día" (Citado en "Raíces históricas de la corrupción en la Argentina" de Víctor N. Vimo-Editorial Argenta Sarlep SA-Buenos Aires 1993).

Como el liberalismo promueve la distribución de la riqueza a través del trabajo y de los intercambios, la palabra "liberalismo" resulta ser en la Argentina una "mala palabra". Por el contrario, tiene bastante aceptación la "redistribución de la riqueza" (por medio del Estado y producida con el trabajo ajeno). Puede decirse que, así como el norteamericano vive para trabajar y el europeo trabaja para vivir, el argentino trata de vivir del trabajo ajeno.

Si la riqueza del suelo convierte a un país en rico (según la creencia mayoritaria) y como ese suelo es de todos, se supone que el rico le roba al pobre algo que no le corresponde. Pocas veces se piensa que el trabajo y el ahorro es la fuente de la riqueza. La prédica socialista y populista se basa en despertar el odio entre el sector productivo y los sectores automarginados del trabajo productivo, ya que nadie les prohibe realizar tal tipo de trabajo. Tomás Bulat escribió: "La idea de la Argentina como país rico es sin duda una de las creencias más fascinantes y arraigadas del nativo promedio. La riqueza, según la fantasía, no es algo que se produce, que se genera, que se transpira, sino algo que «está ahí»".

"Una de las consecuencias más calamitosas de esta creencia es suponer que la riqueza es una herencia de la cual los argentinos somos beneficiarios forzosos. Como este país es rico, y yo me considero parte de él, ¿para qué voy a trabajar? ¿Por qué voy a generar lo que ya existe de sobra? ¿Por qué tendría que vivir mal o con pocas cosas si mi país es rico? Sólo tengo que reclamar la parte que me corresponde de esa riqueza, y chau. Sin duda, ésta es una de las muchas discusiones en las que suele perderse la brújula de los argentinos".

"Para ser más gráficos, supongamos que caminamos por las montañas de San Juan y alguien nos dice que en esa montaña hay mucho oro. La pregunta es, entonces, ¿cuánto vale esa montaña? La respuesta es que hasta que no se organice un grupo de técnicos y obreros, se instale maquinaria y se invierta dinero, la montaña sólo tiene valor paisajístico".

"Hasta que no haya intervención humana, sea en forma de capital o trabajo, esa montaña de oro no vale nada más que eso. Por lo tanto, la Argentina es un país con muchas potencialidades pero pocas realidades. Los países no son ricos. Los hacen ricos sus ciudadanos cuando se organizan y trabajan" (De "Estamos como somos"-Editorial Sudamericana SA-Buenos Aires 2015).

La postura optimista, acerca del futuro de la Argentina, puede personificarse en Domingo Faustino Sarmiento, mientras que la postura pesimista puede serlo en Ezequiel Martínez Estrada. Graciela Scheines escribió al respecto: "Lo que para Sarmiento es coyuntural -Rosas y el caudillaje, la barbarie, el desierto, los resabios de la España inquisidora del siglo XVII: ejército, iglesia y administración pública-, para Martínez Estrada son invariables históricas y, como tales, imposibles de desarraigar. Un fatum sinistro obliga a los gobernantes a recorrer el mismo itinerario de equivocaciones, el presente es espejo del pasado y anticipo del futuro, cada funcionario reencarna a un prototipo reiterado y previsible".

"Si Sarmiento descarga todas las culpas sobre un hombre, Rosas, y confía en que derrotado el tirano se abre un destino de progreso ilimitado para el país, Martínez Estrada reduce a Rosas a un prototipo, lo hace derivar de un molde que genera inacabables Rosas en los diversos hitos de la historia nacional" (De "Las metáforas del fracaso"-Editorial Sudamericana SA-Buenos Aires 1993).

Si el problema argentino es esencialmente moral, el inicio de una posible solución radicará en la adhesión a la ética natural vinculada a la empatía emocional. Juan Bautista Alberdi escribió: “La religión cristiana es el único medicamento que puede curar la República de sus achaques morales. Ella es la religión de la libertad porque enseña el dogma de la igualdad y el de la hermandad de los hombres, además de inculcar las cualidades del hombre libre: humildad, mansedumbre, indulgencia, desprendimiento”. “La religión misma es el primero de los bienes humanos” (Citado en “Alberdi y su circunstancia histórica” de Guillermo G. Mosso-Mendoza 1984).

2 comentarios:

agente t dijo...

La visión del trabajo como algo negativo y a rehuir viene de lejos:

"Ya Eusebio, en el siglo IV, escribía: "Dos formas de vida fueron dadas por la ley de Cristo a su iglesia. Una es sobrenatural y sobrepasa la forma de vida común... Completa y permanentemente se separa de la vida común y ordinaria de la humanidad, y se dedica al servicio de Dios solo... Esa es la forma perfecta de vida cristiana. Y la otra, más humilde, más humana, permite a los hombres... dedicarse a la agricultura, al comercio, y a otros intereses más seculares al igual que a la religión... Y una especie de piedad de segunda clase se les atribuye". Esa diferenciación entre trabajos más o menos santos se fue fortaleciendo a lo largo de la Edad Media con aportes como pudo ser la visión de una sociedad esclavista como la romana o la caballeresca y militar de los pueblos germánicos. Desde luego, a inicios del siglo XVI, nadie habría discutido que había trabajos más dignos y menos dignos; que ciertas ocupaciones no eran propias de los señores o simplemente de gente que se preciara e incluso que el trabajo era, a fin de cuentas, un castigo impuesto por Dios a nuestros primeros padres por su caída en el huerto del Edén. La Reforma presentó una visión radicalmente distinta del trabajo.

De entrada, el regreso a la Biblia permitió descubrir –¡más de un milenio para darse cuenta!– que Adán ya había recibido de Dios la misión de trabajar antes de la Caída y que esa labor consistía en algo tan teóricamente servil como labrar la tierra y guardarla (Génesis 2: 15). Aquel sencillo descubrimiento cambiaría la Historia de Occidente –y con ella la de la Humanidad– de manera radical."

En "El trabajo, (Las razones de una diferencia) 1" de César Vidal

Fernando dijo...
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