Mientras que las religiones morales, como el judaísmo y el cristianismo, prohíben expresamente el asesinato, los neopaganismos totalitarios, como el nazismo y el marxismo-leninismo, lo permiten y lo promueven, a veces en forma indirecta y silenciosa, otras veces abiertamente. Es quizás por ello que la sociedad rechaza la hipocresía de quienes aducen profesar el cristianismo mientras cometen asesinatos cuando las circunstancias lo requieren (como en el caso de las dictaduras militares), mientras que acepta el asesinato si ha sido motivado por "nobles ideales", como la instauración del socialismo.
En consonancia con lo que acepta la sociedad, o gran parte de ella, en la Argentina se enjuició retroactivamente la acción antisubversiva pero tomando como fecha de inicio el año 1976. El decreto del entonces presidente Raúl Alfonsín, respetuoso de la "libertad de cultos", evitaba con ello enjuiciar y castigar al terrorismo de izquierda mientras que también aseguraba el enjuiciamiento y castigo del sector militar. Evitaba castigar a quienes el paganismo adoptado les permitía matar a diestra y siniestra, mientras que castigaba a quienes hipócritamente no respetaban los mandamientos de la religión adoptada.
La parcialidad adoptada a favor de unos y en contra de otros, incrementó el resentimiento y la grieta social existente entre los diversos sectores de la sociedad. Ha sido un caso similar al del padre de familia que observa que su hijo A comienza a agredir a su otro hijo B, respondiendo éste con la misma brutalidad con que fue atacado, pero el padre decide castigar solamente a B por defenderse, mientras que premia y apoya a su hijo A a pesar de su acción negativa. De ahí que la absolución del terrorismo de izquierda sólo puede entenderse a partir de la anterior hipótesis de evitar el castigo de quien profesa una religión que admite el asesinato y castigar a quien profesa una religión que lo prohíbe.
La decisión de Alfonsin potenció la prédica izquierdista e indignó a los sectores que rechazaron siempre la violencia y la posibilidad de tener que vivir miserablemente, como ocurre mayoritariamente en la Cuba de los Castro o en la Venezuela de Chávez. Javier Vigo Leguizamón escribió: "Hay un pacto de silencio, respetado por jueces, fiscales, funcionarios: «Debe investigarse sólo a partir del 24 de marzo de 1976, no hacia atrás»".
"Así lo dispuso el doctor Alfonsin cuando, en una particular versión de «determinismo histórico», dictó el decreto 158/83, instando al enjuiciamiento de los ex Comandantes, pensando que era posible desmembrar la historia, segmentar la ética, parcializar la justicia".
"Pero así como es estéril pretender explicar los hechos del pasado en función de leyes orgánicas e inmutables, también lo es creer que, por decreto, pueden acallarse las voces que pocos recuerdan: la de las 908 personas desaparecidas con anterioridad al 24 de marzo de 1976".
"Generalmente hay una «historia oficial» y otra verdadera, la que descubren aquellos que gustan remar contracorriente, sumergirse en los recodos escondidos de las aguas turbulentas, en búsqueda de los detalles que permiten iluminar los procesos históricos" (De "Amar al enemigo"-Ediciones Pasco-Buenos Aires 2001).
El "niño mentiroso y perverso" aduce que ni siquiera hubo una guerra, para que las nuevas generaciones adoptaran la creencia que la represión militar fue motivada sólo contra una "forma de pensar". Sin embargo, los 1.094 asesinatos, los 2.368 heridos, los 756 secuestros extorsivos y las 4.380 bombas, efectos del odio que los ideólogos marxistas lograron instalar en la sociedad, nunca podrán borrarse de la memoria de quienes los padecieron.
Si bien los acontecimientos nefastos ocurridos en los años 70 se analizan generalmente en función de las leyes que provienen del Derecho, no debe olvidarse que son las leyes naturales las que deben considerarse en primer lugar. De todas formas, el decreto de Alfonsin hizo olvidar un anterior decreto, del entonces presidente constitucional Juan D. Perón, por el cual ordenaba "exterminar" a sus antiguos socios: los Montoneros, es decir, la represión legal e ilegal de la subversión fue iniciada en una etapa regida por un gobierno constitucional.
Carlos S. Nino, asesor presidencial de Alfonsin, titula un libro como "Juicio al mal absoluto" (Emecé Editores SA-Buenos Aires 1997). En él sostiene que "las violaciones a los derechos humanos suponen el mal absoluto", distinguiendo si tales atropellos provienen del Estado, o no. Sin embargo, desde el punto de vista de las leyes naturales, los crímenes no se distinguen por su origen, mientras que las víctimas de la guerrilla eran también "humanos" y nadie puede quitarles ese atributo, y mucho menos alguien que pareció desconocer que la guerrilla tuvo el apoyo de Estados extranjeros, como Cuba. De ahí que su libro debería haberse titulado: "Juicio parcializado al mal absoluto" ya que dejó afuera de todo enjuiciamiento a los ideólogos y a los ejecutores del terrorismo socialista. Encubrirlos penalmente significó ocultar la verdad y prolongar el antagonismo entre sectores.
Mientras que los cristianos tuvieron los mártires que ofrendaron sus vidas para posibilitar la vigencia de una religión que habría de promover el mejoramiento ético de las generaciones presentes y futuras, los mártires del socialismo han sido asesinos seriales, como Ernesto Che Guevara, que intentaban liquidar a quienes rechazaban someterse a sus pretensiones de dominación mental y material.
Mientras el hombre nuevo propuesto por el cristianismo implicaba "compartir las penas y las alegrías de todos los seres humanos", el hombre nuevo del socialismo, que falsamente predicaba algo similar, en realidad fue todo lo opuesto que pueda imaginarse. Michel Heller escribió: "El odio, sentimiento obligatorio del hombre soviético, se convirtió en una de las grandes características de la era staliniana. Los creadores soviéticos desempeñaron un papel capital en la propagación del odio, del que hicieron una virtud. Gorki inventó así la fórmula mágica: «Si el enemigo se niega a rendirse hay que aniquilarlo», completada muy pronto por una segunda: «Quien no sabe odiar no puede amar verdaderamente: el odio es amor»" (De "El hombre nuevo soviético"-Editorial Planeta-Barcelona 1985).
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