En el largo proceso de adaptación cultural del hombre al orden natural, el paganismo constituyó una etapa previa a la aparición de la religión moral. Sin embargo, lo que constituyó una etapa necesaria para darle paso a otras superiores, al perdurar en el tiempo, implicó un retroceso en tal proceso adaptativo. Edward McNall Burns escribió: “Bajo las condiciones que en la actualidad estimamos como de civilización, el hombre ha vivido tan sólo una parte de su historia total”.
“Durante siglos, su nivel de vida no se diferenció en modo apreciable del nivel de vida puramente animal. No poseyó escritura ni sistema de gobierno ni especie alguna de organización social. No construyó viviendas, no sembró, ni congregó manadas de animales. Fabricó armas y herramientas rudimentarias. Sin embargo, el hombre dispuso desde el principio de medios netamente superiores a los de sus parientes, los animales”.
“Su cerebro era mayor en relación a su cuerpo, tenía manos diestras y, además, gozaba de la facultad de hablar. Esta circunstancia, especialmente, lo capacitó para comunicar sus descubrimientos a sus contemporáneos y para legarlos a sus descendientes. De este modo, los conocimientos lenta y penosamente adquiridos por una generación son susceptibles de ser aprovechados y, a la vez, enriquecidos. Los seres humanos han llegado así a la posesión de lo que se conoce con el nombre de CULTURA, o sea el cúmulo de ideas, costumbres, hábitos y realizaciones sociales heredadas y transmitidas” (De “Civilizaciones de Occidente”-Ediciones Peuser-Buenos Aires 1953).
La religión moral, sin embargo, es descalificada en la actualidad, por varios sectores, como una etapa negativa que impidió el progreso humano, asociando además un desprecio absoluto hacia la inteligencia de nuestros antepasados. Herbert Spencer escribió: “Uno de los defectos más frecuentes de nuestra débil naturaleza es, indudablemente, olvidar que siempre hay un fondo de bondad en las cosas malas, así como siempre hay un fondo de verdad en las cosas falsas; y es tan común ese olvido, que aun personas que admiten teóricamente, o en abstracto, ese principio, rara vez lo aplican al juzgar opiniones ajenas”.
“Por regla general, se rechaza con indignación y desprecio toda creencia que esté en abierta oposición con la nuestra, sin preguntar o investigar, quizá, lo que abona o justifica, siquiera aparentemente, tal creencia. Y sin embargo, algunas razones existieron para su admisión. Alguna conformidad con la experiencia humana, conformidad tal vez vaga e imperfecta, mas con todo, real o efectiva. El cuento más absurdo puede tener su origen en un acontecimiento real, sin cuya verificación, la idea absurda de él dada no hubiera jamás nacido” (De “Primeros principios”-Editorial EMCA-Buenos Aires 1945).
Si tenemos en cuenta el caudal de conocimientos adquiridos por la humanidad, especialmente por medio de la ciencia experimental, vemos que la idea de adaptación cultural al orden natural surgió con bastante anterioridad. La construcción de la cultura universal está asociada al proceso de adaptación a las leyes naturales vigentes, incluidas las que gobiernan nuestras conductas individuales. La religión moral, por otra parte, promueve nuestra adaptación a las leyes de Dios, que no son otra cosa que las antes mencionadas leyes naturales, de donde surge la compatibilidad de la ciencia experimental con la religión moral.
La principal lucha entre paganismo y cristianismo se establece en épocas del Imperio Romano. Ambrosio Romero Carranza escribió: "Cegada por el orgullo, Roma no admitía que nadie le diera lecciones, y menos unos oscuros judíos llamados despectivamente galileos o cristianos. Los romanos sentíanse, en aquella época, un pueblo destinado por los dioses a mandar en el orbe entero, y no podían aceptar una religión que consideraba al romano, al bárbaro y al esclavo como iguales y hermanos".
"Prácticos y positivos en todo, los romanos lo eran igualmente en materia de religión. Desconocían por completo la devoción y el misticismo religiosos, y, por eso, el culto seco y frío tributado a los dioses latinos no pudo prosperar sino en la austera y formulista Roma de los primeros tiempos".
"Lo que predominaba en esta religión era la idea del contrato. Los romanos rendían culto a sus antepasados a trueque de que éstos no los importunasen, adorando a un sinnúmero de deidades abstractas para que protegiesen los acontecimientos familiares, los trabajos domésticos y los rurales. Pero ese culto, que rendían por medio de sacrificios, libaciones y sagradas palabras, no constituyó nunca una devoción que brotara espontáneamente de sus corazones".
"El culto religioso en Roma fue, ante todo, un ritual formulista que sólo podía ser empleado por el pater familias, quien oficiaba de sacerdote sacrificando a los dioses por él y por los suyos. Las devociones individuales eran ignoradas, y tampoco se conocía el arrebato místico...Más tarde, al culto doméstico se le añadió el culto público, y así como el pater familias había sacrificado por el bienestar de su hogar, el magistrado romano sacrificó por la prosperidad de la ciudad". (De "El triunfo del cristianismo"-Club de Lectores-Buenos Aires 1975).
Varios de los emperadores romanos combatieron a los cristianos de los primeros tiempos. Incluso el emperador-filósofo Marco Aurelio estuvo entre sus mayores enemigos. Romero Carranza escribe al especto: "Durante el reinado de Marco Aurelio el número de mártires se acrecentó extraordinariamente...Antes de ser ejecutados los mártires de Lyon, el legado romano había preguntado a Marco Aurelio cuál debía ser su actitud para con los cristianos que eran ciudadanos romanos, y la respuesta dura y cruel del emperador fue que se los condenara a la pena capital".
Mientras que Cristo promueve el Reino de Dios, o gobierno de Dios sobre el hombre a través de su adaptación a la ley natural, tanto el paganismo romano como los totalitarismos del siglo XX, deificaron a sus respectivos líderes para establecer gobiernos mundiales que poco o nada tenían en cuenta al orden natural. De esa forma promovieron el Reino del Hombre sobre los demás seres humanos. Harvey Cox escribió: "Al cristianismo primitivo le preocupaban menos los adeptos a Mitra y devotos de Osiris que otras dos religiones alternativas. Una era relativamente nueva, la otra muy antigua. La nueva era el recién inventado culto al emperador, en el que César era venerado como deidad. Ésta era lo que hoy podría llamarse una «religión civil»; tenía sus festividades, procesiones y sitios sagrados en todo el imperio. La adhesión a ella era exigida a todos los súbditos del emperador, dondequiera que vivieran y cualesquiera otras deidades adoraran. Este culto era el pegamento religioso e ideológico que mantenía unido al extenso imperio".
"La segunda religión alternativa era el clásico «paganismo», la adoración de Zeus y Apolo, Juno y Dionisio y los demás dioses olímpicos, cuyas interminables intrigas, aventuras lúbricas y sanguinarias rivalidades reflejaban tan hábilmente las flaquezas humanas. Para cuando el cristianismo comenzó a invadir su territorio, muchas personas ya habían reformulado las historias de esos dioses en forma metafórica. No obstante, la religión olímpica seguía ejerciendo una poderosa influencia cultural y moral. Su ventaja es que podía combinarse fácilmente con el culto al emperador. Si ya se veneraba a numerosos dioses, ¿por qué no uno más?" (De "El futuro de la fe"-Editorial Océano de México SA de CV-México 2011).
Los totalitarismos del siglo XX, como se dijo, adoptan posturas anticristianas similares a las adoptadas por los romanos en las primeros siglos de nuestra era; de ahí que puedan denominarse "neopaganismos", por cuanto presentan atributos similares. Lo grave del caso es que la férrea oposición no se limita a los rituales o a los planteos filosóficos o cognitivos, sino que implica un rechazo hacia la ética cristiana, es decir, un rechazo a las leyes naturales por cuanto el "amor al prójimo" no es otra cosa que la empatía emocional con que nos ha provisto la evolución biológica.
La barbarie totalitaria, que ya se advierte en los escritos de Friedrich Nietzsche, con su rechazo a la ética cristiana y su propuesta de alterar los valores éticos tradicionales. Luego, los agitadores de masas discípulos de Marx y Lenin, se identifican con Nietzsche, como es el caso de José Ingenieros, quien escribió: "El nazareno -inculto rumiador de misticismos plebocráticos- dictó para la grey su ética servil; las plebes agasajadas dijéronse cristianas y le dieron plena razón durante cuatrocientos lustros. Tuvo todas las suertes: no existían alienistas por ese entonces. Pasó desapercibida su enfermedad, vivió sin diagnóstico y le cupo la dicha de ser crucificado; la magnitud del martirio hizo olvidar las nieblas que sombrearon su mentalidad".
"Así triunfó en la leyenda; por sus lágrimas, no por su potencia. Triunfó cuando para los cerebros enfermos nadie osaba entreabrir las puertas de un manicomio".
"La moral cristiana es clorótica, compasible. Induce a prolongar las existencias inferiores con limosnas de absurdo altruismo: rebajan al que las da y ofende al que las recibe. Se ha convenido en llamarla moral; es, indudablemente, un buen negocio para los cobardes".
"Nietzsche es plenitud vigorosa. Nos empuja a ser siempre más, infinitamente, por todos los medios aptos para intensificar la personalidad. Su ética educa para la Vida laboriosa, alegre y fecunda. Induce a perseguir el único derecho incontrastable: la conciencia de la propia fuerza".
"El estudioso descubre en Cristo a un alienado místico, enfermo de locura sistematizada religiosa, indudablemente menos filósofo que un Hamlet o un Quijote. Y se explica: Cristo fue elaborado por la tradición sectaria de una multitud inferior, mientras Quijote o Hamlet fueron forjados por un genio". (De "Crónicas de viaje"-Ramón J. Roggero y Cía. Editores-Buenos Aires 1951).
En nuestros días, la continuidad de la postura de Nietzsche se manifiesta en los seguidores de Ayn Rand, quien promueve el egoísmo racional a la vez que sostiene que el egoísmo es una virtud y "el amor al prójimo es inmoral", es decir, la empatía emocional que poseemos como el principal atributo adaptativo, que nos caracteriza como miembros de la humanidad, es considerada como una falla del proceso evolutivo, ya que el amor al prójimo existe en forma independiente a su promoción por parte de Cristo. Al rechazar una ley natural tan importante, puede considerarse como la líder de una secta neopagana. Incluso uno de sus seguidores aduce que "la Madre Teresa es un mal ejemplo".
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