El conocimiento científico llega al gran público a través de divulgadores e historiadores de la ciencia, que vendrían a ocupar un lugar similar al de los comentaristas deportivos respecto del deporte. Si bien no colaboran con los científicos en actividad, sus escritos muchas veces despiertan el interés de niños y jóvenes que luego dedicarán sus vidas a la actividad científica. No son pocos los médicos que eligieron su carrera luego de leer “Los cazadores de microbios”, de Paul de Kruif.
Mientras que los historiadores de la ciencia recopilan información acerca del desarrollo de la actividad científica, los epistemólogos y los filósofos de la ciencia tratan de encontrarle alguna significación adicional, de donde surgen las diversas interpretaciones de lo que la ciencia significa o de lo que debería ser en el futuro. Incluso la propia definición de “ciencia” tiende a ser impuesta por los “comentaristas” y no por los propios actores de la actividad. Paolo Rossi escribió: “En la mitad de la década de los ochenta casi ninguno –tanto entre los historiadores como entre los filósofos de la ciencia- pensaría en sostener como obvia la célebre expresión de L. Lakatos que afirma que la filosofía de la ciencia está vacía sin la historia de la ciencia, y que la historia de la ciencia está ciega sin la filosofía de la ciencia”.
“Hoy sabemos que la epistemología no genera ciencia y que no existe un método al que ateniéndose escrupulosamente pueda estarse seguro de efectuar descubrimientos y de enunciar proposiciones verdaderas. Del mismo modo sabemos que la filosofía de la ciencia no genera historia de la ciencia y que no existen reglas a las que ateniéndose escrupulosamente pueda estarse seguro de efectuar descubrimientos y de enunciar proposiciones historiográficamente relevantes” (De “Las arañas y las hormigas”-Editorial Crítica SA-Barcelona 1990).
De la misma manera en que los predicadores cristianos reemplazan lo que Cristo dijo a los hombres por lo que los hombres dicen sobre Cristo, en el ámbito científico son los filósofos y epistemólogos quienes relegan a los científicos hasta distorsionar severamente la esencia de la actividad. Se llegó al extremo de que varios de ellos ni siquiera eran adeptos a la ciencia o bien apenas la conocían, creyendo que eran ellos quienes debían conducirla a partir de sus elaboraciones mentales subjetivas. Para colmo, si alguien intenta conocer la ciencia a través de algún libro acerca de tal “filosofía de la ciencia”, es posible que se aleje de la actividad lo más pronto posible. El citado autor agrega: “La imagen moderna de la ciencia está basada en afirmaciones que les resultan del todo obvias a los miembros de la misma: los métodos y resultados del conocimiento científico son integralmente transmisibles y no requieren ningún tipo de entendimiento especial; el saber científico, entendido como una construcción perfectible, está basado en la colaboración de los ingenios y necesita, para sobrevivir, instituciones específicas; a diferencia de lo que sucede en las formas de saber mágico u oculto, ese saber es, por principio, accesible a todos, y la verdad aparece como algo que debe someterse a la prueba de la experiencia y a la confrontación con teorías alternativas. Los epistemólogos a veces tienden a olvidarlo, pero la tarea de los historiadores ha sido siempre la de mostrar que lo que aparece como obvio y natural, es, en cambio, el resultado de procesos complicados, de decisiones difíciles, de opciones realizadas en situaciones diferentes de las actuales”.
En síntesis, la ciencia experimental, antes que un método concreto, implica un conjunto de restricciones que debe cumplir toda descripción realizada. Tales restricciones son las siguientes:
1- El investigador propone una hipótesis
2- Si la hipótesis no es verificable, no formará parte de la ciencia experimental
3- Si es verificable y es confirmada por el experimento, se acepta provisoriamente
4- Si no es verificada positivamente, se la rechaza
Por otra parte, Claude Bernard escribió: "La teoría es la hipótesis verificada, después de someterla a la crítica del razonamiento y la experimentación. Pero una teoría será buena cuando se modifique con los progresos de la ciencia y permanezca constantemente sometida a la verificación y a la crítica de los nuevos hechos que aparezcan" (De "Introducción al estudio de la Medicina experimental"-Editorial Losada SA-Buenos Aires 1944).
La definición "mínima" antes sintetizada, ha de modificarse un tanto para cada una de las ramas de la ciencia experimental. André Marchal escribió: "Si hay una sola actitud científica impuesta a todos los científicos, cualquiera sea el objeto de sus investigaciones, y si los principios metodológicos fundamentales tienen carácter general y atañen a todas las ciencias, no sucede lo mismo con las reglas de aplicación de dichos principios. Ellas siempre originaron discusiones, a veces vehementes. Cuando han de ser aplicados, los principios generales de investigación comunes a todas las ciencias deben ser suavizados y ordenados de acuerdo con la misma naturaleza de la disciplina examinada. Desde el momento que se abandona el dominio puramente filosófico para entrar en el de la técnica no se puede discutir más sobre el método científico; ha de hablarse del método propio de tal o cual ciencia, según el objeto y la naturaleza de la misma" (De "Metodología de la Ciencia Económica"-Editorial El Ateneo-Buenos Aires 1957).
Últimamente, la proliferación de filósofos y sociólogos que poco o nada conocen acerca de la historia de la ciencia, la han denigrado ante el público estableciendo que se trata sólo de una “construcción social”, o bien de una actividad “orientada a aumentar el poder de las multinacionales”. De ahí que, en realidad, tales acusaciones van dirigidas contra otras actividades que poco o nada tienen que ver con la ciencia experimental.
En la actualidad se han instalado en las universidades ciertos filósofos y sociólogos idealistas que creen que la ciencia experimental es un proceso tal como el existente en sus subjetivas mentes, incluso interpretando torcidamente las actividades científicas buscando cierta compatibilidad con sus modelos mentales nada científicos. Así, se llega al extremo de que autores, que admiten el relativismo moral, propongan una “ética objetivista” en la cual se desconocen totalmente los aspectos afectivos llegando al absurdo de considerar al egoísmo como “una virtud”.
En lugar de partir de axiomas constituidos por aspectos puramente psicológicos, parten de dogmas surgidos de sus mentes tratando luego de hacer pasar sus elucubraciones como grandes descubrimientos. Al respecto, Sebastián Soler escribió: “La psicología, en vez de integrarse con el estudio de los procesos psíquicos, tal como ellos realmente son, se forjará más bien sobre una serie de esquemas generalizantes, basados en conceptos a priori, aplicables a un tipo ideal y uniforme del hombre, del cual se predicarán metafísicamente ciertas cualidades genéricas, muchas veces de naturaleza ética o lógica, de manera que la psicología más parecerá un desarrollo deductivo que una inducción basada en la experiencia real del acontecer psíquico. Aun con respecto a las formas más empíricas de psicología, Cassirer hace observar la paradoja de que en la base de las construcciones psicológicas, en vez de hechos encontramos axiomas”.
“Lo que entonces se constituyó fue una especie de psicología metafísica. «La psicología metafísica –dice Wilhelm Wundt- acuerda muy poco valor, en general, al análisis empírico y a la vinculación causal de los fenómenos psíquicos. Al tratar a la psicología como una parte de la metafísica filosófica, su propósito capital se encamina a lograr una determinación conceptual de la ‘esencia del alma’ que esté en consonancia con la general concepción del mundo, a la que esa psicología corresponde. De ese concepto metafísico de alma así construido, se intentará después deducir el contenido real de la experiencia psíquica. La esencial diferencia entre la psicología metafísica y la empírica consiste en que aquélla no deduce los hechos psíquicos de otros psíquicos, sino de un substrato totalmente distinto de aquéllos, ya sea de la acción de una específica sustancia espiritual, ya sea de propiedades o sucesos de la materia»” (De “Ley, historia y libertad”-Abeledo-Perrot Editores-Buenos Aires 1957).
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
1 comentario:
Publicar un comentario