A lo largo de la historia, algunos procesos sociales son aceptados, promovidos y repetidos aun cuando sus resultados sean nefastos para la sociedad. Este es el caso de los totalitarismos del siglo XX (fascismo, nazismo y socialismo) que tuvieron como antecedente, entre otros, a la Inquisición española. Puede denominarse como “totalitarismo” a la tendencia impuesta desde el Estado a uniformar la sociedad bajo los siguientes criterios:
a- Uniformidad de ideas o creencias
b- Uniformidad étnica o racial
c- Uniformidad de clase social o económica
En los distintos totalitarismos se ha presentado uno o más de estos criterios unificadores, ejerciéndose la violencia contra quienes se resistieron a acatarlos.
La locura totalitaria puede surgir como consecuencia de razonar en base a grupos sociales y no en base a individuos, en cuyo caso no surge la posibilidad de intentar igualar o uniformar, sino de sugerir actitudes para ser adoptadas en libertad, es decir, desde dentro hacia fuera (en lugar de la imposición totalitaria de fuera hacia dentro). Una vez que se promueve la mejor actitud individual (orientada a la cooperación social) el resto será una consecuencia a tener presente para mejorar el método de la adaptación en libertad.
El cristianismo, como ideología rival del marxismo, es denostado y descalificado por los marxistas asociándoselo al proceso inquisitorial, como si el propio Cristo hubiese sugerido la unión de la Iglesia con el Estado y la aplicación de la violencia para lograr la uniformidad religiosa y racial. Sin embargo, los mismos marxistas que critican la violencia ejercida hace unos cinco siglos por la dupla Estado-Iglesia (o Monarquía-Iglesia), apoyan, promueven y aplauden una violencia bastante mayor, esta vez ejercida en nombre de la implantación y la vigencia del socialismo.
Tomás de Torquemada trae desde nacimiento un apellido que indica su principal tarea: quemar herejes e infieles. Thomas Hope escribió: “Bajo la jurisdicción de Torquemada fueron quemadas unas dos mil personas. Más de cien mil fueron encarceladas y estigmatizadas. Toda una raza fue desterrada de España”.
Algunos autores aducen que el mayor asesino de judíos, Adolf Hitler, tenía un antepasado de ese origen. Algo similar ocurre con Torquemada. El citado autor agrega: “La sangre de Torquemada no era «limpia». Esa limpieza o pureza de sangre de la que se mostraba orgulloso todo español de alta cuna, principalmente porque era tan rara, había sido manchada a fines del siglo XIV por Álvar Fernández de Torquemada, abuelo de Tomás, quien, siguiendo la moda de la época, se había casado con una judía recientemente convertida al cristianismo”.
“Nada de extraordinario había en ello, salvo su efecto en la descendencia. En el caso de Torquemada contribuyó indudablemente a su odio maniático a los judíos, odio particularmente venenoso en los hijos cristianos de padres judíos” (De “Torquemada”-Editorial Losada SA-Buenos Aires 1944).
La dupla monárquica constituida por Fernando e Isabel, los Reyes Católicos que promueven los viajes de Cristóbal Colon al nuevo mundo, no ven con buenos ojos tener que compartir el poder con la Iglesia Católica, de ahí que proceden a gobernar sobre ella, dando el paso decisivo para establecer un Estado totalitario. Thomas Hope escribe al respecto: “La solución final del problema, la reducción de la Iglesia a una rama del Estado, sólo se produjo con el establecimiento de la Inquisición bajo Torquemada. Pero antes de eso Isabel había mostrado ya que no quería tolerar ninguna intromisión indebida del Papado. Para ello tuvo suerte con su Papa, Sixto IV, intelectual pero poco inteligente, impulsivo en la acción y vacilante en la decisión”.
Puede decirse que la Iglesia de España pasa a ser una organización que impone el terror y que tiene como finalidad la uniformidad de creencias y de raza, combatiendo por ello tanto a judíos como a musulmanes, que durante varios años, junto a los cristianos, vivieron en paz en el territorio español. Torquemada olvida toda su formación de sacerdote católico poniéndose al servicio de uno de los tantos totalitarismos que han existido a lo largo de la historia. “Hasta mediados del siglo XIV doscientos cincuenta comunidades judías vivieron en España en paz con sus vecinos cristianos y prosperaron. Prosperaron en realidad demasiado. Pues solamente en España gozaban los judíos de tal seguridad”.
“Los judíos españoles hubieran podido escapar a la persecución solamente con que hubieran tenido menos éxito en la acumulación de dinero. Pero su habilidad financiera les traicionó”.
Para eliminar el judaísmo en España, se los presionó a convertirse al cristianismo. Sin embargo, como muchos de ellos lo hicieron por conveniencia o seguridad personal, las cosas empeoraron para los católicos, ya que, como “nuevos cristianos”, se les abrieron muchas puertas antes cerradas por su condición de judíos. “Esas conversiones en masa crearon un problema completamente nuevo. Una vez que desapareció la barrera de la religión, los conversos afluyeron a los lugares de los que habían sido excluidos hasta entonces. Se introdujeron en todas las profesiones y universidades. Alcanzaron puestos importantes en el gobierno e inclusive se elevaron a altos rangos en la Iglesia”.
Desde la Iglesia surgen figuras importantes, como San Vicente Ferrer, que recorre España para adoctrinar a los nuevos conversos, pero también aparecen personajes como Alonso de Spina, que promovió combatir contra los nuevos conversos, ya que consideraba la condición racial (la sangre) como determinante de la personalidad, como posteriormente creyeron los nazis.
Al igual que en los totalitarismos del siglo XX, la Inquisición promovía la delación, castigando a quienes no colaboraban con la persecución de herejes y apostatas. “Promulgaron [los inquisidores] un segundo edicto ordenando a todos los hijos fieles de la Iglesia que, si esperaban salvar sus almas, proporcionasen toda la información posible respecto a los sospechosos de herejía o de apostasía, y, para el caso de que ignorasen las señales que caracterizan a un hombre que se adhiere a la fe judía, publicaron una larga lista de treinta y siete artículos para informarles más completamente al respecto”.
Entre los síntomas típicos de la severa crisis moral que afronta la mayoría de las sociedades actuales, puede citarse la gran cantidad de adherentes y simpatizantes del totalitarismo socialista, cuya principal diferencia con la Inquisición española radica en que, mientras ésta asesinaba a miles de inocentes, el totalitarismo socialista asesinaba en el orden de las decenas de millones.
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