Siendo el capital el principal factor de la producción, ha de ser la capacidad y la predisposición para el ahorro la condición personal necesaria para el florecimiento del capitalismo. Por lo general, se asocia maliciosamente al capitalismo la figura de un individuo materialista en extremo, que sólo piensa en valores monetarios, mientras que, por el contrario, la capacidad de ahorro debe asociarse a personas trabajadoras que viven muy sencillamente pudiendo de esa manera conformar cierto capital.
El rentista es el individuo que pudo formar un capital productivo en base al ahorro y a las inversiones productivas, siendo el personaje descalificado por las tendencias socialistas, además de ser integrante del grupo “burgués”; siendo su vida la que puede correr el mayor riesgo ante la posibilidad del acceso al poder estatal por parte de grupos socialistas.
Mientras que quien ahorra e invierte tiende a limitar comodidades del presente apuntando a una seguridad futura, quien vive en base a créditos sacrifica la seguridad futura en beneficio de la comodidad del presente.
En los países subdesarrollados, cuya mayor parte de la población tiene poca predisposición al ahorro y a la inversión, se adopta una postura consumista, ya sea porque el nivel económico de la sociedad no lo permite (lo que constituye una consecuencia de la mentalidad reinante), o bien porque busca vivir lo menos sencillamente posible, incluso más allá de sus reales posibilidades económicas.
Guy Sorman describía el caso de algunos sectores del África observando que, al disponer ocasionalmente de bastante dinero, el agraciado lo derrochaba haciendo una fiesta para muchas personas, o algo semejante. Trataba de vivir “como rico” al menos durante un breve tiempo. En realidad, los ricos no son precisamente los que derrochan dinero sino los que mejor lo invierten.
Tampoco era posible formar capitales en las sociedades africanas en las que era casi una obligación, cultural y tradicional, compartir el dinero adquirido con los familiares y parientes.
La mentalidad consumista ha sido promovida por economistas como John Maynard Keynes, para quien el gasto, y no el ahorro, es el que permite el progreso económico de la sociedad. Se supone que, al haber mucho dinero circulante, el sector productivo recibirá un aliciente para producir más y mejor, algo que puede funcionar en la teoría pero que no funciona en el mundo real.
Los Estados tienden a funcionar también según la mentalidad predominante en la población respectiva. Es por ello que, aplicando criterios keynesianos durante varios años, la Argentina padece una crisis severa, ya que el Estado derrochador generalmente está asociado a un elevado nivel de corrupción.
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1 comentario:
Si bien es cierto que Keynes proponía aumentar el gasto en época de crisis aumentando la deuda pública, no llegó a defender en ningún momento la extensión de esa política también a las épocas de vacas gordas. Esto último, verdadera locura que aparta al dinero de un basamento real y que licua su valor, es propio de teorías monetarias más modernas de pura inspiración política.
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