Se considera a Adam Smith como el fundador de la ciencia económica. Al escribir la palabra "ciencia" se entiende que se trata de una descripción de algo perteneciente al mundo real y que está regido por leyes naturales invariantes. Esto implica que se trata de la obra de Dios, o de la naturaleza, asociada al proceso de la evolución natural.
La economía natural es aquella que se produce en forma espontánea, mientras sus actores deciden sus intercambios en forma voluntaria y libre. Por el contrario, a un sistema económico "artificial" (como ocurre bajo los sistemas totalitarios) no corresponde incluirlos como "ciencia", en forma independiente de sus resultados. Por lo general, todo proceso natural tiende a ser más eficaz que un proceso artificial. Las economías dirigidas desde el Estado entrarían en la categoría de "tecnologías económicas", o "ingeniería social", en lugar de ciencias económicas.
La ciencia económica describe el proceso del mercado, en donde los intercambios duraderos se logran cuando ambas partes intervinientes se benefician simultáneamente, mientras que se interrumpen cuando una o ambas se perjudican. Subyace a esta condición una competencia constructiva entre productores y también una competencia constructiva entre consumidores, siendo los precios de mercado una guía que brinda la información necesaria para la producción y el consumo.
La necesidad de los intercambios surge de una previa especialización (o división) del trabajo, advertida por Smith como un requisito importante, que no era tan evidente en su época y mucho menos en el pasado.
Para optimizar el sistema, es necesaria una base ética elemental. De lo contrario, el sistema estará alejado de sus mejores posibilidades. Tanto los estímulos como la laboriosidad de los actores, resultan imprescindibles para su mejor funcionamiento. Así como alguien dijo: "Si has de enseñar matemáticas a Juan, debes saber tanto de matemáticas como de Juan", en este caso podemos decir: "Si has de enseñar economía, debes saber tanto de producción y de intercambios como de los atributos personales de productores y consumidores".
Este conocimiento del comportamiento humano estuvo presente en la mente de Adam Smith, quien había escrito un libro titulado Tratado de los sentimientos morales. La optimización de la economía natural se deberá buscar, en lo sucesivo, en una adaptación de todo individuo al proceso del mercado, consistiendo tal adaptación en la misma adaptación que requiere nuestro comportamiento social, esencialmente basado en la búsqueda de una mayor empatía emocional.
Daniel Muchnik y Alejandro Garvie escribieron: "Para el filósofo y economista Adam Smith (1723-1790), las limitaciones morales del hombre están expresadas en su Tratado de los sentimientos morales (1759), dando un ejemplo de cómo hubiera reaccionado un ciudadano londinense ante una catástrofe en la China. Al conocer una terrible calamidad natural seguramente haría tristes reflexiones acerca de la fragilidad de la vida humana y una vez que estos humanitarios sentimientos se hubieran expresado, retomaría sus negocios o su vida de placer, procedería a descansar o a divertirse, con la misma naturalidad y tranquilidad que si no hubiera ocurrido nada. Sin embargo, el desastre más frívolo que le ocurriera en su vida personal le produciría una congoja infinitamente mayor".
"De esta manera, Smith destacaba el egocentrismo como una fuerte particularidad en la naturaleza del hombre. El desafío moral y social básico que esto planteaba a la sociedad capitalista era el de sacar el mayor partido a las posibilidades que existían dentro de esa restricción, en vez de desperdiciar energías en un intento por cambiar la naturaleza humana".
"Tomando otro camino, el padre del liberalismo económico trató de determinar la manera en que los beneficios morales y sociales deseados podrían producirse de la manera más eficiente, a pesar de contar con este dato «dado» de la naturaleza egoísta".
"Es claro que una sociedad no puede funcionar humanitariamente, ni de ningún otro modo, cuando cada persona actúa como si su satisfacción personal fuera más importante que la vida de otros millones de seres humanos".
"En la práctica, las personas en muchas ocasiones «sacrifican sus propios intereses en aras de los intereses mayores de otros», de acuerdo con Smith, pero esto se debería a factores intermedios como la devoción a los principios morales, a los conceptos de honor y nobleza, y no por amor al prójimo como a uno mismo".
"En su obra clásica La riqueza de las naciones (1776), Smith fue más lejos. Los beneficios económicos logrados por la sociedad no formaban parte de la intención de los individuos, sino que surgían sistemáticamente de las interacciones del mercado, bajo las presiones de la competencia y los incentivos del lucro individual. En sus análisis tanto morales como económicos, Smith dependía más de los incentivos que de las disposiciones personales para alcanzar un objetivo".
"De este modo, el egoísmo, el Mal, que residía en la naturaleza del hombre debía ser «canalizado» por las instituciones políticas y, sobre todo por incentivos del sistema de libre mercado" (De "El derrumbre del humanismo"-Edhasa-Buenos Aires 2006).
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
1 comentario:
Gran realismo el de Smith cuando reconoce que la actuación no egoísta del individuo se produce no por amor consciente a un prójimo no cercano sino por la influencia de las ideas o ideales que se asumen personalmente. Esta premisa deja clara la necesidad de articular un sistema moral común a la generalidad de la sociedad y también la de una economía sustentada en la satisfacción del interés particular de cada individuo perteneciente a esa misma generalidad.
Publicar un comentario