Mientras que la ética individual y social es la base del cristianismo original, la base del catolicismo, pareciera, constituye un extraño y complejo proceso que consiste en vincularnos a lo sobrenatural. Quienes sostienen que no existe diferencia esencial entre catolicismo y cristianismo, en cierta forma rechazan la profecía del propio Cristo ya que, si todo marcha bien y la Iglesia transmite fielmente su mensaje, no habría razón para la nueva presencia anunciada.
Entre los autores que encuentran importantes diferencias entre ambos mensajes puede mencionarse a Agustín Álvarez, para quien la vida le ofreció dos circunstancias trágicas: el terremoto de Mendoza en 1861, en el que mueren sus padres, y la influencia negativa que recibe de sus educadores católicos. A continuación se transcriben fragmentos de un artículo en el que expresa las diferencias advertidas:
LA SUBVERSIÓN CATÓLICA DE LA MORAL CRISTIANA
Por Agustín Álvarez
La doctrina de la libertad de las almas fue despojada de la mayor parte de su poder de regeneración de las sociedades humanas, mediante la sustitución del culto del redentor -asunto de la Iglesia- a la redención efectiva del hombre por el cumplimiento "del más hermoso código de la vida perfecta que haya trazado ningún moralista" (Renán en "La vida de Jesús")-asunto de la humanidad.
Sobrevino, en consecuencia, el abandono del sentimiento de la fraternidad humana por la adoración de la virgen, de los apóstoles y de los mártires, para alcanzar el bien, no por la superioridad moral de los vivos, sino por la intervención valiosa de los muertos en santidad, que fue para la moral lo que había sido para la medicina el abandono de los métodos de Hipócrates por el culto de Esculapio, lo que hubiera sido para la vida civil la sustitución del culto de Solón al estudio del derecho.
A pesar de ello, la incomparable concepción de la grandeza de la humanidad ha sido el verdadero milagro de los siglos, levantando a la humanidad seudocristiana sobre la humanidad judía y gentil, para estancarla por mil años en el ideal inmóvil, por la inmovilidad del entendimiento, bajo el despotismo asiático de la Iglesia vencedora y ensoberbecida por la omnipotencia sin límites; la costosa grandeza de alma supeditada por el fácil culto de los santos, y la devoción ritual sustituída a la mejora de los sentimientos por la educación del entendimiento, entregaron la más alta moral que ha conocido el mundo al usufructo de las almas bajas, que pusieron la libertad y la justicia de la tierra al servicio de los fuertes y el cielo a la merced de los privilegiados, haciendo de las penas y las recompensas futuras, y de los milagros, las indulgencias y las reliquias, artículos de comercio eclesiástico.
Antorcha del espíritu fue la Iglesia mientras oprimida luchaba con los oprimidos por los fueros de la conciencia moral recién nacida; lápida del entendimiento, cuando triunfante con los poderosos "se inoculó el virus de la superioridad social", y el orgullo y la intemperancia de la santidad humana; alegría de esta vida, mientras fue esperanza de mejores tiempos en este mundo por el ansiado imperio de la fraternidad y la benevolencia entre los hombres cuando llegase "el reinado de Cristo en la tierra", que se transformó, bajo el reinado de la Iglesia, en esperanza de mejores tiempos en el otro mundo y desesperanza consecutiva del presente, relegado a simple estación de pruebas para el infeliz transeúnte de la tierra, en la que nada había que hacer sino vegetar en la oración y la penitencia porque nada había que esperar mejor que lo existente.
Y muerta la esperanza en el mejoramiento de las condiciones del hombre en el mundo, la cristiandad vegetó bajo la horrible pesadilla del purgatorio y del infierno, desde el siglo IV hasta el siglo XIII, en que empezó a despertar de la sola esperanza de la dicha póstuma a la esperanza de la dicha en la vida, de la insana fe exclusiva en la libertad y la justicia de ultratumba a la sana y animosa ambición de la libertad y la justicia en la tierra también, que en el breve espacio de tres siglos, y especialmente en los pueblos de habla inglesa, ha realizado maravillas de tolerancia, de paz doméstica, de benevolencia mutua, de sensatez humana, en fin, por la sustitución del blando imperio del derecho, la justicia y la razón, al duro despotismo salvador de la Iglesia, por la libertad moral de todos substituída a la omnipotencia espiritual de los obispos.
La moral del galileo, que es la distinción entre las buenas y las malas acciones en relación al bienestar de los demás, será eternamente la médula espiritual de la humanidad en marcha, porque consiste en la mejora indefinida del corazón del hombre, sin dependencia de sistemas, para alcanzar la salvación de cada uno por la bondad de los sentimientos, que son bendición para todos. y porque la moral de los cristianos, bajo la dirección de la Iglesia, consistió sólo en la afección a Jesús para ser salvados por la devoción, el bien para el cielo llegó a ser diferente del bien para la tierra, y lo que él se proponía suprimir -la explotación y la persecusión del prójimo- sobrevino con la distinción entre los elegidos y los repudiados, entre los amigos y los enemigos del Señor, y el consiguiente espíritu sectario, que es la fuerza y la lepra de los partidos, fulanistas o principistas. la fraternidad humana perdió casi toda su significación bajo el dogma eclesiástico de la separación eterna en la otra vida, que implicaba la separación absoluta en esta vida, entre los predestinados a la dicha eterna y los condenados a la eterna desdicha.
(De "¿Adónde vamos?"-Ediciones Modernas-Buenos Aires 1944).
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1 comentario:
Buen punto de vista y buena descripción de esa institución que no hace falta nombrar.
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