La universalidad del cristianismo implica la validez, en todo el planeta, de la ética propuesta. Tal validez resulta independiente de las diferentes creencias o ideas predominantes, excepto que se opongan al cumplimiento de los mandamientos bíblicos. Ello se debe a que el amor al prójimo, que es esencialmente la empatía emocional, resulta ser la principal ley de supervivencia impuesta por el proceso evolutivo.
Al compartir penas y alegrías ajenas como propias, surge la sensación de igualdad, o proviene de una igualdad ya presente, por cuanto a todo individuo le resulta indiferente que lo bueno o lo malo le suceda a él como que le suceda a la persona amada. Ello asegura la supervivencia de la especie por cuanto la ética natural excede el ámbito familiar y se prolonga en el ámbito social.
La universalidad incluso abarca al reino animal. Ello se evidencia en el vínculo afectivo existente entre el ser humano y los animalitos domésticos, por ejemplo, cuando las alegrías o sufrimientos del perrito o del gatito nos afecta casi como si tales estados emocionales fueran propios. De ahí que la "igualdad" mencionada reaparece aún en estos casos.
En el ámbito de la política y de la economía, libertad e igualdad resultan generalmente incompatibles, y ello se debe a que tales conceptos hacen referencia a cuestiones sociales o económicas, mientras que, a nivel de lo emocional, que conduce al ámbito moral, no existe incompatibilidad posible. Ello se debe a que la libertad personal, respecto a los demás seres humanos, implica que nadie debería gobernar, mental o materialmente, al prójimo, es decir, que deberá existir igualdad entre los seres humanos, lo que se logra, justamente, mediante la empatía emocional.
Baruch de Spinoza estableció una descripción completa de las emociones. B. R. Hergenhahn escribió: “Spinoza creía que la experiencia de la pasión disminuye la probabilidad de supervivencia. A diferencia de una emoción, que se liga a un pensamiento específico, la pasión no se asocia con ningún pensamiento particular”.
“Muchos piensan que la explicación de Spinoza respecto de las emociones fue su aportación más importante en psicología. Partiendo de unas cuantas emociones básicas, como el placer y el dolor, demostró que hasta 48 emociones más se podían derivar de las interacciones entre esas emociones básicas y diversas situaciones que se presentan en la vida”.
“Spinoza explicaba las siguientes emociones y demostraba que todas implican las emociones básicas de placer o dolor: asombro, desprecio, amor, odio, devoción, esperanza, miedo, confianza, desesperación, alegría, decepción, lástima, indignación, celos, envidia, simpatía, humildad, arrepentimiento, orgullo, honor, vergüenza, lamentación, gratitud, venganza, cobardía, ambición y lujuria. Antes de Spinoza, nadie había tratado las emociones humanas en tanto detalle” (De “Introducción a la Historia de la Psicología”-Cengage Learning Editores SA-México 2009).
La base del cristianismo es su ética, y la base de la ética cristiana es el amor. El declive y la limitación esencial del cristianismo radica en la “interpretación libre” del significado del amor, por lo cual es esencial una definición de tal emoción que sea compatible con la realidad y con el espíritu implícito en las prédicas cristianas. Baruch de Spinoza escribió al respecto: “El que imagina aquello que ama afectado de alegría o tristeza, también será afectado de alegría o tristeza; y uno y otro de estos afectos será mayor o menor en el amante, según uno y otro sea mayor o menor en la cosa amada”.
También define al odio, como una "empatía negativa": “El que imagina que aquello a que tiene odio está afectado de tristeza, se alegrará; si, por el contrario, lo imagina afectado de alegría, se entristecerá; y uno y otro afecto será mayor o menor según sea mayor o menor el afecto contrario en aquello a que tiene odio” (De “Ética”-Fondo de Cultura Económica-México 1985).
Respecto de Cristo existen dos posturas extremas, por un lado están los "elevadores de Cristo", quienes lo alejan del ciudadano común, por lo que son también los "ahuyentadores de Cristo". En el otro extremo estamos los "rebajadores de Cristo" con la pretensión de acercarlo al ciudadano común.
Los ahuyentadores por lo general evitan cumplir el mandamiento del amor al prójimo negando que sea idéntico a la empatía emocional, aduciendo que el amor cristiano "es otra cosa distinta", y que moral y espiritualidad también son distintas. Además, aducen que, si Cristo es Dios, los seres humanos no estamos capacitados a actuar como Dios. De esa forma, el mandamiento del amor al prójimo desaparece para ser reemplazado por la nada subjetiva y el cristianismo desaparece como religión moral.
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