Resulta algo dificultoso definir con cierta exactitud las diferencias existentes entre liberales y conservadores, ya que ambos términos tienen un significado distinto en EEUU que en Europa y Latinoamérica. Este es el caso de la calificación de "liberal", ya que "liberals" en EEUU significa adherir a la socialdemocracia, algo bastante distinto al liberalismo tradicional.
La usurpación de la palabra "liberal" por parte de los opositores al liberalismo, ha promovido la necesidad de utilizar nuevas denominaciones, como "libertario", por ejemplo. Recordemos que estas calificaciones implican casos extremos, existiendo en la realidad cotidiana adhesiones parciales o intermedias.
A continuación se mencionan las diferencias advertidas por Alberto Benegas Lynch (h), aclarando bastante el tema. Por ser una figura representativa del liberalismo, conoce "de cerca" lo que implica, advirtiendo con cierta facilidad los desvíos a su propia postura:
El conservador muestra una inusitada reverencia por la autoridad, el liberal en cambio siempre desconfía del poder.
El conservador pretende sabios-filósofos en el gobierno, a lo Platón, mientras que el liberal, a lo Popper, centra su atención en marcos institucionales que apuntan a minimizar el daño que puedan hacer los gobernantes.
El conservador es aprensivo respecto de los procesos abiertos de evolución cultural, mientras que el liberal acepta que la coordinación de infinidad de arreglos contractuales producen resultados que ninguna mente puede anticipar y que el orden inherente al proceso de mercado no es fruto del diseño ni del invento de mentes planificadoras.
El conservador tiende a ser nacionalista-"proteccionista" mientras que el liberal es cosmopolita-librecambista.
El conservador propone un sistema en el que se impongan sus valores personales, mientras que el liberal mantiene que el respeto recíproco incluye la posibilidad de que otros compartan valores muy distintos mientras no afecten derechos de terceros.
Al conservador no le importa que se amplíe el ámbito del poder, siempre y cuando se promuevan sus intereses, el liberal, en cambio, hace de la libertad un valor irrenunciable y lo considera un sine qua non para las autonomías individuales.
El conservador es tradicionalista mientras que el liberal es respetuoso de las tradiciones. El tradicionalismo pretende la adhesión incondicional al stato quo sin comprender que si esto fuera estrictamente cumplido no habríamos pasado la edad de piedra. El liberal no es adicto a los cortes drásticos en los procesos históricos, considera que las modificaciones deben producirse en el contexto de una evolución paulatina a los efectos de que el proceso de pruebas y errores pueda ser tamizado y adecuado a las necesidades.
El conservador no entiende el significado del mercado y, por ende, lo subestima, considera que "el arte de la política en manos de estadistas" es lo primordial, mientras que el liberal pretende despolitizar todo lo que sea posible y estimula que los arreglos voluntarios ocupen el mayor espacio posible.
El conservador suscribe la alianza entre la iglesia y el Estado mientras que el liberal la considera nociva y peligrosa.
El conservador tiende a ser intolerante mientras que el liberal hace de la tolerancia su leitmotif.
Friedrich Hayek titula el apéndice de su obra Fundamentos de la libertad de un modo sugerente: "Por qué no soy conservador". Allí esboza sus objeciones al espíritu conservador y afirma que aquel siempre tiende a la negociación política y no a la preservación de principios puesto que es "partidario de la tercera vía sin tener metas propias lo cual lo lleva a pensar que la verdad debe estar en algún lugar entre los extremos y, como resultado, ha variado su postura según haya sido la fortaleza de los movimientos que se ubican en las respectivas alas".
(De "El juicio crítico como progreso"-Editorial Sudamericana SA-Buenos Aires 1996)
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2 comentarios:
En este texto Benegas Linch describe un conservadurismo notablemente alterado respecto del real. Si bien es aprensivo respecto de los procesos abiertos de evolución cultural no los prohíbe, simplemente demanda prudencia. Y no reverencia a la autoridad, sino al principio del mismo nombre, que es cosa distinta (defensa del respeto a la ley y a los contratos). Tampoco es cierto que no desconfíe del poder tanto como los liberales porque es partidario de un espíritu público generalizado que haga rendir cuentas a los gobernantes.
Por otra parte, lo que pasa es que su defensa de la libertad individual se hace desde otra perspectiva distinta de la liberal porque para los conservadores sí existe eso que llamamos sociedad y debe preservarse como manifestación de valores y costumbres arraigados y contrastados, no acríticamente aceptados, porque como dijo alguien “la libertad es un excelente caballo para cabalgar, pero cabalgar hacia alguna parte”.
En resumen, para el conservadurismo la libertad, con ser muy estimable e imprescindible, no es suficiente para dar una respuesta a la inquietud y al quehacer humanos.
Los promotores de la libertad muchas veces olvidan que esa libertad debe ir junto a la responsabilidad. Por otra parte, el liberal típico piensa que todo se arregla desde la economía, algo discutible.
El conservador, por lo general tiende a respetar la religión, al menos en su aspecto ético, mientras que muchos liberales incluso se oponen a toda forma de religión.
El tema es muy amplio debido a la gran cantidad de posturas intermedias.
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