Entre las ideas predominantes en la sociedad argentina, se advierte la creencia que la principal función del Estado, o de los políticos que lo dirigen, consiste en proteger a la población de los posibles perjuicios que puede ocasionarle el empresariado, mientras que también debería el Estado proteger al empresariado nacional de una posible competencia con el empresariado extranjero, por lo cual debe restringir importaciones aunque ello signifique limitar exportaciones.
La envidia generalizada hacia el sector productivo se traduce en un importante apoyo a gobiernos populistas o totalitarios, por lo que pocos son los que se arriesgan a invertir en el país, incluidos los argentinos, temiendo posibles expropiaciones. Aun cuando cambie el actual gobierno peronista, no cambiará demasiado la actitud de desconfianza ante la existencia de un numeroso sector mentalmente coincidente con la izquierda política. Sin inversiones sólo habrá pobreza y estancamiento.
Tampoco el sector productivo responde a las necesidades imperantes en esta etapa de decadencia, ya que es un sector que busca la protección estatal para no competir y poder actuar casi como un monopolio. La mentalidad antiempresarial limita enormemente las posibilidades económicas de la nación.
El excesivo nivel de impuestos y las leyes laborales vigentes (desventajosas para el empleador y para el desocupado) retraen la posibilidad de nuevos empleos por lo cual se ha establecido una verdadera trampa populista que traba e impide toda mejora de la economía.
A continuación se transcriben fragmentos de un libro de Roberto Cachanosky, quien escribió: "A principios del siglo XX, las exportaciones argentinas representaban el 3 por ciento de las exportaciones de todo el mundo. Si Argentina hubiese mantenido esa participación en el comercio mundial (no digo incrementarla) hoy debería estar exportando U$S 275.000 millones, unos U$S 235.000 millones más que lo que exportó en 2005. ¿Cuántos puestos de trabajo e inversiones perdimos de tener por exportar U$S 235.000 millones menos que lo que podríamos estar exportando? Buena parte de la dirigencia política, empresarial y sindical argentina piensa en pequeño. Solo aspiran a tener un mercado chico pero, supuestamente, seguro para sus intereses".
"Al empresario defensor del proteccionismo le conviene ese esquema porque, de esa manera, tiene cautivos a los consumidores locales, vendiéndoles productos de baja calidad a precios disparatados".
"A algunos dirigentes sindicales les conviene el proteccionismo porque surgen empresas que jamás podrían existir bajo condiciones de libre competencia, las que contratan a una cantidad de personal que les da poder a los dirigentes gremiales. Es como si los empresarios proteccionistas les dijeran a los dirigentes sindicales: «Vos defendé el proteccionismo, que yo contrato gente de tu gremio para que puedas tener un sindicato con afiliados que te dé poder político y caja»".
"Y a los políticos les encanta el proteccionismo por dos razones: a) ignorancia y b) corrupción. El punto b) es muy claro. En la medida en que el funcionario público puede otorgar un privilegio como el proteccionismo, que no es otra cosa que eliminarle la competencia a los productos locales, lo que hace es venderle al empresario protegido una renta que no tendría bajo condiciones de libre competencia, y el empresario está dispuesto a pagarle al funcionario público un «peaje» por tener ese privilegio. En definitiva, el peaje lo termina pagando el consumidor, que es el que asume los costos de la falta de competencia".
"El proteccionismo no es otra cosa que una restricción artificial de la oferta que establece el Estado. Esta restricción se puede instrumentar de diferentes formas. Aumentando los aranceles a la importación de productos, fijando cupos a la producción, poniendo trabas paraarancelarias, estableciendo derechos específicos que son impuestos de monto fijo a la importación de determinados productos, etcétera".
"Los argumentos que se esgrimen para proteger a los productores locales son muy variados, pero en general se sostiene que se los protege para que puedan desarrollarse y ser competitivos. Una vez alcanzada la edad madura, dicen los proteccionistas, los productores locales tendrán que competir".
"En los hechos esa edad madura nunca llega porque el sector protegido no tiene estímulos para invertir y mejorar la calidad de sus productos. ¿Por qué voy a ser más eficiente si no tengo competidores que me obliguen a serlo?".
"Uno de los argumentos más esgrimidos para «vender» políticamente el proteccionismo consiste en afirmar que de esa manera se protegen los puestos de trabajo. Como en el proteccionismo se va a esquilmar a los consumidores, hay que tratar de darles algún argumento que esconda el objetivo final de esa medida, que es el de esquilmarlos".
"Ahora bien, si la lógica más elemental indica que al restringirse la oferta aumentan los precios, esto quiere decir que el consumidor tiene menor capacidad de demanda. Puede comprar una menor cantidad de bienes dada la suba de los precios fruto del proteccionismo. Si el consumidor puede comprar menos bienes, quiere decir que no se pueden desarrollar muchos sectores que podrían crear puestos de trabajo. En consecuencia no es cierto que la protección de un sector determinado se traduzca en la defensa de los puestos de trabajo. En todo caso se defienden los puestos de trabajo de los sectores protegidos, pero esa defensa tiene como contrapartida menos actividad y menos puestos de trabajo en otros rubros. Es un juego de suma cero" (De "El síndrome argentino"-Ediciones B SA-Buenos Aires 2006).
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1 comentario:
Las barreras comerciales fijas y duraderas sólo aplazan las necesarias adaptaciones ante los cambios tecnológicos y económicos de la presente economía globalizada, conduciendo a una progresiva pérdida de mercados y empleos y al empobrecimiento general de la población, mayor a medida que se desciende en la escala social pues en estos sectores se dedica mayor parte de la renta, en realidad toda, al consumo.
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