Puede considerarse al patriotismo como una prolongación afectiva de la predisposición hacia el amor al prójimo, confundiéndose la ética personal con la social. Así, el amor a la patria se prolonga hacia el universalismo, o amor hacia otras patrias. Por el contrario, quienes tienen predisposición hacia el egoísmo, tienden a querer mucho a su patria y muy poco o nada a patrias ajenas. Incluso tal egoísmo puede ser tan sólo el aspecto exterior de una actitud que tiene más de demostrativa que de afectiva, siendo el nacionalismo un "egoísmo colectivo".
Finalmente nos encontramos con actitudes de odio hacia otros países que se prolonga hacia el odio orientado a sectores de su propio país, existiendo una variedad amplia de posibilidades al respecto. Este es el caso de quienes, por cuestiones ideológicas, renunciaban a su patria ubicando a su nueva patria ideológica en el centro de su estima, llegando al extremo de intentar destruir su propia patria para hacerla dependiente de la que la reemplaza. Este fue el caso del socialista que adoptaba como nueva patria a la Unión Soviética, a la vez que se incorporaba a grupos armados que intentaban destruir su propia patria para hacerla dependiente del, entonces, Imperio soviético.
Es oportuno distinguir entre universalista, como es el caso de quien se siente "ciudadano del mundo", del internacionalista, tal el que desprecia la mayor parte de los países que todavía no adoptaron el socialismo.
En la actualidad, cuando alguien hace una crítica al socialismo, en forma personal o como simple ciudadano argentino, el marxista siempre contesta con una crítica hacia los EEUU, como si uno tuviese necesariamente que pertenecer o identificarse con ese país, dando por descontado que la Argentina carece de valor o bien que, simplemente, no existe.
La identificación del marxista con el Imperio soviético fue descrita por José Enrique Miguens de la siguiente forma: "Cuando yo comencé a actuar en política, las cosas eran muy claras. El socialismo era internacionalista, despotricaba contra el patriotismo, su himno era «La Internacional» y su insignia era la bandera roja, único himno y única bandera permitidos en sus desfiles y actos".
"Todavía recordamos, trémulos, las palabras del senador socialista Mario Bravo en el Senado de la Nación, cuando dijo que la única bandera que ellos seguían era la bandera roja y no «el trapo azul y blanco». El Partido Comunista de la Argentina tenía como emblema la hoz y el martillo cruzados sobre un fondo rojo. La simbología marcaba una decidida y coherente actitud cosmopolita y antinacional, que se reflejaba en todas las posiciones que adoptaban ante los problemas argentinos".
"De golpe -exactamente a partir de fines del año 1947- vimos asombrados aparecer banderas argentinas en los locales y mitines socialistas, con invocaciones a la patria y la soberanía. Y hasta el Partido Comunista cambió su emblema: la hoz y el martillo emergían sobre un fondo azul y blanco. Los papagayos intelectuales comenzaron a hablar de «socialismo nacional», cuidando mucho que no se fuera a confundir con «nacional socialismo» que sonaba mal, aunque muchos no viéramos la real diferencia entre ambas ideologías. ¿Qué había ocurrido para provocar esta unánime y repentina conversión?".
"La guerra mundial había dejado una enseñanza: el imponente poderío de los Estados Unidos y el alejamiento de las perspectivas de una revolución mundial surgida como fruto de la «inexorable marcha dialéctica de la historia». Había que ponerse a trabajar duro para salvar a la Unión Soviética y debilitar a Estados Unidos, que avanzaba por Europa con su Plan Marshall de ayuda económica".
"Tanto los soviéticos como otros observadores pudieron apreciar, con motivo de la guerra, la intensidad de los sentimientos nacionalistas de los pueblos, revelados por varios hechos cruciales:
a) La impresionante capacidad de resistencia demostrada por el pueblo ruso frente a la invasión germana, una resistencia que no estaba fundada en la defensa del comunismo sino en su apego a la «Santa Rusia» amenazada y violada por la invasión de extranjeros;
b) La fuerza de los sentimientos nacionales en las naciones europeas, que unió a casi todos los grupos políticos contra los invasores del Eje. La baja atracción diferencial del socialismo con respecto al nacionalismo se probó claramente durante el periodo del acuerdo von Ribbentrop-Molotov. Cuando los partidos comunistas europeos, cumpliendo órdenes de Moscú, pidieron a sus seguidores que no lucharan contra Alemania porque se trataba de una guerra imperialista entre dos burguesías nacionales, el repudio fue total. Mayor fue el ridículo que cayó sobre ellos cuando debieron modificar su posición luego de la invasión a la Unión Soviética y comenzaron a predicar la «guerra santa» contra el nazi-fascismo que habían defendido antes.
c) Las explosiones nacionalistas de posguerra en Asia y África, que los líderes soviéticos captaron como amenazas directas a los anteriores poderes coloniales; y la agitación nacionalista que comenzó a aparecer en América Latina, difícil de controlar para los norteamericanos" (De "Los neo-fascismos en la Argentina"-Editorial de Belgrano-Buenos Aires 1983).
En los años 70, con la guerrilla pro-soviética apoyada desde Cuba, se puso en evidencia el antipatriotismo de los terroristas y la adhesión parcial de poblaciones que simpatizaban con la agresión armada contra su propio país. El pueblo argentino, traidor en gran parte, evidenció a través de sus intelectuales, cierto porcentaje de adhesión. Enrique Díaz Araujo hizo un estudio de cientos de libros editados en la Argentina, sobre los años 70, llegando a la siguiente conclusión: "En síntesis, esta revisión abarca ochocientos catorce libros: seiscientos cincuenta y cinco proguerrilleros, ciento seis antiguerrilleros y cincuentra y tres presuntamente neutrales" (De "La guerrilla en sus libros"-Buenos Aires 2008).
Porcentajes:
A favor del Imperio soviético: 80%
A favor de la Argentina: 13%
Neutrales: 6,5%
Si estos porcentajes reflejaran los sentimientos y actitudes de toda la población, puede decirse que la violencia de los años 70 no debe considerarse como una "guerra civil", ya que uno de los contendientes estuvo en contra de la nación y el otro a favor. Además, puede observarse el antipatriotismo altamente predominante, lo que permite interpretar la profunda decadencia actual como la consecuencia necesaria de tales sentimientos negativos.
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1 comentario:
La izquierda, en la medida en que es fiel a sí misma, siempre ha utilizado el concepto nación como algo instrumental, no intrínseco, obviando que el sentimiento nacional es la forma más común de participación o toma en conciencia de nuestra vertiente de individuos sociales o de ámbito comunitario, usándolo como un arma disponible para la toma o mantenimiento del poder, manipulando las querencias naturales de las personas en favor de sus intereses tácticos o estratégicos.
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