Los políticos argentinos, en su mayoría, como también la mayoría del pueblo, coinciden en promover y apoyar toda medida económica o social que, tarde o temprano, nos aproximarán al modelo cubano. Si bien gran parte de políticos y pueblo aspiran a lograr resultados opuestos a los logrados en ese país, sus ideas coinciden esencialmente con aquellas que han conducido a los países hacia el socialismo.
En la Argentina, como lo sugiere la marcha peronista y el jerarca actual de la Iglesia Católica, se “combate al capital”. De ahí que se ataque a empresas y empresarios por varios frentes, hasta llegar a la conclusión de que los males del país se deben, no al que nada produce, sino al sector productivo, por ser incapaz de cubrir los enormes “gastos sociales” que le imponen los políticos a cargo del Estado.
Mientras que en países como Suecia, al observar el éxodo empresarial hacia otros países, motivado por los excesivos impuestos, decidieron cobrarlos a los individuos y no a las empresas, en la Argentina, en una situación similar, o bastante peor, se decidió aumentar los impuestos empresariales “para evitar el hambre” de amplios sectores de la población. Por supuesto, el cierre de fuentes de trabajo y el éxodo empresarial producen mayor desempleo y mayor pobreza. Esta idea, no tan difícil de entender, parece imposible de admitir por grandes sectores de la política y de la sociedad. La prédica anti-empresarial, continua y permanente, ha dado sus resultados.
Se desalienta, además, todo tipo de inversión, incluso las de “alto riesgo”, como es el caso del alquiler de viviendas. Ello se debe a la inseguridad que todo propietario advierte cuando quiere recuperar un inmueble cuyo inquilino no paga los alquileres mensuales ni tampoco muestra intención alguna de desalojarlo. Cuando, con mucha suerte, logra recuperarlo, luego de un largo tiempo judicial, es posible que los daños ocasionados premeditadamente por el mal-viviente desaconsejen al propietario intentar alquilarlo nuevamente. La ley, en la Argentina, siempre apoya al delincuente, al usurpador y al tramposo.
En este país, no sólo se desalienta la inversión y el trabajo, sino que se promueve la vagancia generalizada y el derroche de recursos económicos a través del Estado. Los planes sociales y las ayudas universales sin contraprestación laboral, junto a las jubilaciones sin aportes, pensiones por falsa invalidez y al excesivo plantel de empleados públicos, hacen que unos 26 a 27 millones de argentinos cobren alguna mensualidad estatal, mientras que sólo unos 6 o 7 millones son los que deben mantenerlos vía excesivos impuestos.
De la cantidad de receptores mencionada, existen jubilaciones y empleos estatales genuinos. Sin embargo, la cantidad de beneficios otorgados con fines electorales se incrementa continuamente, ya que predomina la subdesarrollada idea de que mayor cantidad de dinero colocada en el bolsillo de la gente, por el motivo que sea, promoverá la demanda y ello promoverá adicionalmente la oferta y la producción.
En los sistemas socialistas, siempre se ha priorizado la previa destrucción del capitalismo, es decir, la destrucción de empresas y el rechazo de toda forma privada de inversión. Las empresas y capitales en fuga, mientras tanto, y cuando pueden, se refugian en países más seguros, como los EEUU, que de esa forma se ven beneficiados por la acción de sus “enemigos” socialistas.
El atractivo de Cuba ha sido siempre el discurso y las palabras de sus dirigentes quienes, mentiras de por medio, han hablado maravillas de la educación y de la salud en la isla. Verdaderamente un milagro si tales supuestos éxitos hubiesen sido logrados con un sistema económico deteriorado y con un trabajo cubano que carece de toda forma de estímulos.
El argentino que aspira a que lleguemos a parecernos a la Cuba real, o a la Venezuela real, por lo general vive esperanzado de poder observar, a los sectores más pudientes, hurgar en recipientes de basura para alimentarse y poder sobrevivir. Incluso en los casos extremos de odio y envidia, aceptarían ellos mismos ver tan deteriorada su situación con tal de verse liberados de la envidia que los carcome hora tras hora y día tras día.
Tomás Santa Coloma, quien estuvo en Cuba, relata algunas de sus experiencias allí vividas: “Yo estuve en Cuba cuando intentaba hace 20 años hacer una vacuna a ADN contra garrapatas. El proyecto colapsó cuando Menem perdió las elecciones y entonces todos mis colegas de izquierda atacaron todos mis proyectos y me hicieron todo tipo de patrañas. Por eso y otros motivos muy turbios me fui del Instituto Leloir a la UCA, donde construí el BIOMED. Pero lo interesante es esto: Estaba viendo una presentación de un científico cubano, tan adorados por los kirchneristas, sobre la prueba de una vacuna en bovinos. Me llamó la atención la falta de análisis estadístico. Entonces le pregunté cuántos habían sido los controles y cuántos los tratados. La respuesta fue asombrosa. «La que está viendo». No podía creerlo…¿fue hecho con UNA vaca? Repregunté. Y la respuesta fue «Sí…en Cuba no tenemos muchas vacas»…”.
“Esa fue mi experiencia con la ciencia cubana. Ahh…tengo otra. Necesitaba comprar carbón [contra la diarrea] porque me dieron de comer algo podrido. En una ciudad de 3 millones de habitantes como La Habana, no escuché en una semana una sola ambulancia. No es que no tengan infartos…imaginen”.
“Pero sigamos con el carbón, en toda la ciudad había un solo hospital de guardia. Fui en taxi. Todo oscuro. Golpeé la puerta de hierro varias veces…al final apareció una persona. Le pedí pastillas de carbón o antibióticos y entonces se rió con ganas. Me dijo que hacía 40 años que no veía una pastilla de carbón en Cuba. Que tome mucha agua. Y que por las dudas pregunte en la farmacia que estaba enfrente”.
“Crucé, golpeé varias veces y apareció el farmacéutico. La respuesta fue la misma…«hace décadas que no tenemos». Bueno, al día siguiente seguía mal y me fui a ver a una médica que me recomendaron en el hotel. Me dijo que no podía hacer nada, que tome agua. Y me pidió que le regalara la birome, porque no les daban. Entonces le pregunté cuánto era su sueldo…«20 dólares por mes y comparto la casa con otras familias»”.
“Esa es la gran medicina cubana. No se les ocurra tener diarrea si visitan Cuba. Y no vayan a tener algo grave…quizás nunca llegue la ambulancia” (De “Facebook”).
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3 comentarios:
También es conocido que en Cuba ante un problema medianamente serio en cualquiera de las extremidades la solución más recurrente es la amputación.
Entonces sigue teniendo vigencia aquello de "cortar por lo sano", como en las épocas previas a la aparición de los antibióticos.....pero los socialistas hablan admirados de la "medicina cubana". La médica Hilda Molina comentaba que la buena medicina cubana es para los extranjeros que la pueden pagar, por eso tuvo serios conflictos con Fidel Castro hasta que pudo venirse a la Argentina...
Y, como es lógico, para los miembros de la nomenclatura cubana.
Los médicos cubanos son alquilados a otros estados, siendo una fuente de notables beneficios para el Estado cubano, ya que existe una notable diferencia entre lo que cobra efectivamente el profesional y lo que el país receptor paga por él. De esa forma no sólo suponen un medio de propaganda del régimen sino también una fuente de ingresos que ayuda a sobrellevar el continuo de períodos especiales que sucede en aquella isla desde la caída del Bloque del Este.
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