Por lo general, la ética explícita proviene de la religión. En el caso de las religiones bíblicas, se supone que han sido reveladas por el Creador a algunos de sus enviados, por lo que la Biblia sería una especie de “manual de instrucciones” que todo fabricante responsable entrega a sus clientes. Además, la Iglesia Católica vendría a ser un “concesionario exclusivo” de la revelación, para protegerla de las diversas interpretaciones posibles.
Quienes no aceptan este proceso, tienden a rechazarlo junto a la ética propuesta, por lo que quedan excluidos de su posible utilización. Además, quienes desean aceptar los mandamientos junto al medio ideológico del que forman parte, se encuentran con misterios e incoherencias lógicas que le impiden un razonamiento al respecto, quedando en una situación similar a la de los primeros.
Esta indeseable situación ha promovido en algunos sectores la necesidad de encontrar una ética natural objetiva, basada en aspectos biológicos, que subsane los inconvenientes mencionados. Ante el rechazo que proviene del “concesionario exclusivo”, debe advertirse que estos intentos no llevan la intención de reemplazar la ética bíblica por una ética pagana, sino la de fundamentar adicionalmente la ética asociada a los mandamientos bíblicos. Paul Chauchard escribió: “¿Dónde encontrar las bases de un acuerdo común en materia de bien y de mal, a fin de que todos los hombres cualesquiera que sean sus opiniones políticas, filosóficas o religiosas, puedan entenderse sobra la manera en que hay que utilizar, orientándolo y limitándolo al servicio del hombre, el progreso científico y técnico?”.
“Los creyentes sienten una gran tentación de afirmar que sólo el recurso a una moral religiosa puede salvar a la humanidad. Esta moral que parece imponer límites a la ciencia desde afuera, en nombre de unos valores en los que no creen, no podría obtener el acuerdo de los incrédulos. ¿No deberían más bien los creyentes, que conocen la verdad de los grandes principios morales y su justificación teológica, distinguir mejor los planos a fin de hacer accesible a todos su moral?”.
“Ha llegado el momento de reunir a todas las buenas voluntades para desarrollar una moral humana objetiva propuesta a todo hombre deseoso de ser normal y de trabajar en una sociedad humanizante. S.S. Pío XII, quien denuncia los errores del mundo moderno, ha insistido muchas veces en la necesidad de volver a la moral natural cristiana basada en el conocimiento de la auténtica realidad del hombre apto para la libertad y para el pecado, no ha afirmado menos decididamente la utilidad de un trabajo común de creyentes e incrédulos, si este trabajo mira al bien real de la humanidad”.
“No creer en Dios no nos libra de las leyes morales del ser humano que existen independientemente de su justificación. El hombre es uno y no puede tener diversas morales” (De “Biología y moral”-Ediciones Fax-Madrid 1964).
La esencia de una moral científica, o biológica, radica en la posibilidad de observar las leyes naturales que rigen a los seres humanos, considerando que tales leyes son las leyes establecidas por el Creador, teniendo un carácter tan sagrado, o más, que los Libros Sagrados de las diversas religiones, escritos por hombres inspirados en Dios, pero intermediarios al fin. Por el contrario, la labor del científico experimental implica un estudio real y concreto de las leyes naturales o leyes de Dios.
Puede decirse que una ley natural es el vínculo invariante entre causas y efectos, o entre estímulo y respuesta. De ahí que el fundamento de la ética cristiana implique promover una predisposición a compartir las penas y las alegrías ajenas como propias, lo que se conoce en el ámbito de la psicología social como “empatía emocional”. Es posible, por lo tanto, que la “moral revelada” a los profetas, en realidad haya sido una moral observada en el comportamiento humano aunque interpretada según las creencias generalizadas de las épocas en que surgieron. El carácter sagrado de sus observaciones, basadas en las leyes naturales, no es menor que si fuesen directamente transmitidas por Dios. La simplicidad y accesibilidad de la empatía emocional a la observación directa, hacen prescindible toda revelación directa al respecto.
De la misma manera en que resulta más simple y efectivo el proceso de intercambio económico entre dos individuos, sin la intermediación del Estado, resulta más simple y efectivo el vínculo emocional directo entre dos o más individuos, sin suponer intervenciones de Dios en tales interacciones. La complejidad asociada a las intervenciones cotidianas de Dios en los acontecimientos humanos contrasta con la simplicidad de admitir que el vínculo de Dios con los seres humanos se establece mediante la existencia de las leyes naturales.
Si no se tienen en cuenta dichas leyes, no tiene sentido ni validez todo lo que se diga en materia de religión, incluso en materia de ciencia social. No es admisible que una religión o una rama de las ciencias sociales pretendan tener objetividad si ignoran las leyes naturales que rigen las conductas individuales. Mariano Grondona escribió: “El mundo de las cosas y de los hombres, la «naturaleza», tiene también sus «normas», su «ser», que no puede ser violado. En él reside la «ley natural». La ley natural es el conjunto de normas extraídas de la naturaleza del hombre y de las cosas”.
“Un Estado está, para quienes creen en el derecho natural, encuadrado y limitado por la ley natural. Quienes mandan no pueden violar las leyes profundas de la realidad sin ver afectado su derecho a mandar. Hay ciertos principios, ciertas leyes, que no derivan de ninguna autoridad sino de la naturaleza humana. Violarlas no es facultad de ningún gobernante y respetarlas es la condición del mando” (De “Política y Gobierno”-Editorial Columba-Buenos Aires 1969).
Si bien resulta inobjetable el proceso de contemplar la ley natural y adaptarnos a ella, surge el inconveniente de que tal ley no viene escrita en ninguna parte. Así como el físico va acercándose paulatinamente al conocimiento de las leyes del mundo material, estableciendo una ley natural humana, como descripción de la ley natural propiamente dicha, el científico social debe acercarse de la misma manera. Grondona escribió: “La crítica del derecho natural es una interrogación: ¿Quién fijará la ley que deriva de las cosas? ¿Quién determinará el contenido y el alcance del derecho natural? Si se deja la tarea al Estado, volveremos a la autolimitación: el Estado estará limitado por una ley que es producto de su propia voluntad”.
“Si la determinación del derecho natural corresponde a un ente no estatal –la Iglesia, por ejemplo-, habrá un Estado dentro del Estado. A él estará sometido, en definitiva, el gobierno. Si, por fin, se atribuye la fijación del derecho natural al pueblo, a la gente, habrá tantos derechos como partidos: cada uno fundará sus aspiraciones e intereses en su propia versión de la ley natural”.
La existencia de leyes naturales, en el caso del comportamiento del ser humano, hace presuponer a muchos que careceríamos de libertad y estaríamos encadenados a un riguroso determinismo. Por el contrario, la ausencia de leyes implicaría la existencia de un caos primordial que imposibilitaría la existencia del mundo tal como lo conocemos. La visión pesimista de tales individuos puede asociarse a un tren que está “determinado de por vida” a moverse sobre las vías “quedando a su elección” uno u otro de los sentidos.
Un automóvil tiene mucha más libertad que el tren, ya que, aunque sus movimientos están limitados por leyes físicas y por normas de tránsito, puede moverse por muchos más lugares. Finalmente, es el ser humano quien dispone de una libertad potencial mucho mayor que todos los demás objetos y seres vivientes. La ética natural, por lo tanto, debe contemplar la posibilidad de realización personal que potencialmente puede alcanzar un individuo.
Por lo general, se define la libertad como ausencia de restricciones por parte de otros seres humanos y ello se debe, justamente, a que toda forma de gobierno del hombre sobre el hombre tiende a impedir la realización del desarrollo personal de cada individuo. Todo sistema que implique anular los objetivos de realización personal, como es el caso del socialismo, tiende a ser antinatural y anti-ético, por cuanto se opone a que cada individuo alcance las potencialidades previstas por el proceso evolutivo en vista a la supervivencia del individuo y de la humanidad. Susanne K. Langer escribió: “La oportunidad de llevar adelante nuestra vida natural, impulsiva e inteligente, de concretar proyectos, de expresar ideas mediante la acción o la formulación simbólica, de ver, escuchar e interpretar cosas que encontramos sin temer a la confusión, de acomodar recíprocamente nuestros intereses y nuestras expresiones: ésa es la «independencia» por la que lucha el género humano. Ésta –y no algún derecho específico que la sociedad pueda conceder o denegar- es la «libertad» que acompaña necesariamente a la «vida» y a la «búsqueda de la felicidad»” (De “Nueva clave de la Filosofía”-Editorial Sur SRL-Buenos Aires 1958).
En el mismo sentido, Alfred N. Whitehead escribió: “El concepto de libertad ha sido reducido a la descripción de individuos contemplativos en conflicto con su generación… Ése es un error absoluto. Los inconmovibles hábitos de la naturaleza física, sus férreas leyes, determinan el escenario de los sufrimientos humanos. Nacimiento y muerte, frío y hambre, separación, enfermedad, la impracticabilidad general de los propósitos: todo esto es lo que contribuye a encarcelar los espíritus de mujeres y hombres. Nuestras experiencias no se hallan a la par de nuestras esperanzas… La esencia de la libertad es la posibilidad de realizar los propósitos. El género humano ha padecido, sobre todo, a causa de la frustración de sus propósitos más importantes, inclusive aquellos que pertenecen a la definición misma de su especie” (De “Aventura de las ideas”-Compañía General Fabril Editora SA-Buenos Aires 1961).
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1 comentario:
Podríamos decir que la libertad se predica de los medios pero no de los fines.
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