El peor defecto que puede tener un ser humano es la envidia, ya que implica un autocastigo que se inflinge cotidianamente. Dicha actitud lo lleva a sufrir por el bien ajeno y a calumniar al envidiado en base a falsas acusaciones. Así como la envidia lo lleva a entristecerse por el bien ajeno, también ha de alegrarse por lo malo que le pueda suceder al envidiado, que pasará a ser su enemigo.
El odio es la actitud o predisposición a evitar el bien y a favorecer el mal ajeno. De ahí que la envidia se presentará asociada a la burla y a la mentira, si bien en forma disimulada ante la plena conciencia de que se trata de una debilidad. Sintetizando:
Odio = Envidia + Burla + Mentira
Una breve fábula aclarará este nefasto proceso: “Un día una rana vio en el prado a un buey y, sintiendo envidia por su corpulencia, infló su arrugada piel. Entonces preguntó a sus hijos si era tan grande como el buey, pero le contestaron que no”.
“Estiró de nuevo su piel con mayor esfuerzo y les preguntó quién era el más grande de los dos. Ellos dijeron que el buey”.
“Cuando, indignada, quiso nuevamente hincharse con más fuerza aún, reventó y quedó muerta”.
“El débil perece cuando quiere imitar al poderoso”.
(De “La matemática de la virtud” de Claudia Noseda-Editorial del Nuevo Extremo SA-Buenos Aires 2007).
En este proceso se advierte que el envidiado no interviene voluntariamente y es posible que ni siquiera se entere de esa situación. Se observa, además, que existe una dependencia autoimpuesta por el propio envidioso respecto del envidiado. Jorge Luis Borges escribió: “Odiando, uno depende de la persona odiada. Es un poco esclavo de la otra. Es su sirviente”.
El envidioso es altamente competitivo, pero, como tiende a perder siempre, se opone a la competencia que existe en los distintos ámbitos de la sociedad, como es el caso de la economía. Friedrich Nietzsche escribió: “No se odia mientras se menosprecia. No se odia más que al igual o al superior” (De “Citas y frases célebres” de Samir M. Laâbi-Editorial El Ateneo-Buenos Aires 2000).
Existen diversas propuestas para combatir el odio, que es la principal causa de la violencia existente en el mundo. Las principales son:
1- Cambiar la envidia por la emulación: en lugar de darse por vencido ante la superioridad del envidiado, debe intentarse igualarlo y superarlo.
2- Eliminar las desigualdades económicas: la base y fuerza del mensaje socialista radica en que, al menos teóricamente, promueve la igualdad económica para proteger al envidioso de su nefasta actitud.
3- Cambiar la escala de valores: con una adecuada elección de la escala de valores individual, es posible revertir esta penosa situación.
La primera alternativa no resulta fácil de adoptar sin una previa intención de establecer un cambio de actitud, que se establecerá junto al cambio en la escala de valores adoptada. En el segundo caso, se cae en el absurdo de intentar adaptar la sociedad a quienes manifiestan el peor de los defectos. Por el contrario, la sociedad debe adaptarse a los que menos defectos tienen, que en realidad son los mejor adaptados a la ley natural.
La tercera alternativa ha de ser la única efectiva, si bien no resulta fácil su adopción, ya que implica cambiar una escala de valores asociada a la búsqueda del bienestar y los placeres del cuerpo, por una escala de valores asociada a la búsqueda de la felicidad. Esta última implica priorizar lo emocional y lo intelectual por encima de lo material y lo superficial.
En las sociedades en crisis, los más envidiados son los que poseen mayor nivel económico, ya que se supone, erróneamente, que han de ser los más felices. Sin embargo, como la felicidad depende mayormente de la cantidad de vínculos afectivos, debe tenerse en cuenta que disponemos de millones de seres humanos que pueden, potencialmente, convertirse en nuevos vínculos afectivos. Así, podremos compartir sus penas y sus alegrías alcanzando un aceptable nivel de felicidad, alejando completamente toda posibilidad de envidia, por cuanto los seres humanos tienen mayor valor que lo material y están disponibles en cantidades bastante mayores (no son escasos). Adicionalmente tenemos la posibilidad de establecer vínculos similares con los animalitos domésticos, otra posible fuente de felicidad.
El individuo típico de una sociedad en crisis es el que prioriza las necesidades del cuerpo sobre las necesidades afectivas y sobre las cognitivas, que a veces ni siquiera son "necesidades". Alguien puede aducir que, ante una severa crisis económica, no existe otra alternativa que dedicar todo nuestro tiempo y toda nuestra mente a resolver nuestra situación laboral personal. También debe decirse que tal crisis llegó principalmente por cuanto la sociedad adoptó previamente una predominante escala de valores errónea, y que la única manera de revertir la crisis implica volver a adoptar una escala de valores que exalte lo emocional y lo intelectual, lo que se ha de traducir en una mejora ética generalizada.
En el socialismo real tampoco desaparece la envidia por cuanto no ha habido un cambio esencial en la escala de valores materialista, ya que la ideología marxista-leninista promovió el odio a niveles alarmantes. Vladimir Bukovsky escribió respecto de la sociedad soviética: “En el fondo, jamás he podido entender del todo a los socialistas”. “¿Por qué esta reacción enfermiza ante la desigualdad material? ¿De dónde les viene a los socialistas tanta envidia, tanto espíritu mercantil? La mayor parte de ellos son intelectuales, se supone que viven en un mundo de ideas y no de cosas. Su teoría asombra por su incoherencia: por una parte, no dejan de criticar el consumismo, el materialismo y los intereses creados; por otra, es precisamente este aspecto de la vida el que más los emociona, es precisamente en el consumismo donde pretenden establecer la igualdad. ¿Acaso creen que si se da a todos una ración igual de pan, en el acto se convierten en hermanos? A los hombres los hacen hermanos los sufrimientos y esperanzas compartidos, la ayuda y el respeto mutuos, el reconocimiento de la personalidad del otro. ¿Pueden ser hermanos los que cuentan celosamente los ingresos de los demás, los que no apartan su envidiosa mirada de cada bocado engullido por el vecino? No, yo no quisiera tener por hermano a un socialista”.
“Ésta es la igualdad social que, por algún motivo, siempre se ha de conseguir al precio de destruir lo bueno sin mejorar lo malo. No sé porqué será así. Por lo visto, es más fácil. Destruir no es lo mismo que construir. Si usted tiene una buena casa y la de su vecino es mala, para ser iguales es más fácil destruir la casa de usted que reformar la de su vecino. Si usted tiene más dinero que su prójimo, es más fácil quitárselo a usted que dar más al otro. ¿Dirá que estoy exagerando? En absoluto. Por ejemplo, en Inglaterra hay educación privada que es considerada como buena, y la estatal, que tiene la fama de ser mala. ¿Qué nos proponen los socialistas? Claro, suprimir la buena. Mejor si no es para nadie que sólo para unos cuantos. Esto también es igualdad. Al fin y al cabo, de esta forma se estableció la igualdad en todos los países socialistas, a costa de una penuria total y uniforme” (De “El dolor de la libertad”-Emecé Editores SA-Buenos Aires 1983).
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1 comentario:
El espíritu mercantil de las personas-tipo de izquierdas es francamente muy llamativo porque aunque critiquen el afán de lucro de los que llaman ricos o poderosos es precisamente, y tal como se menciona en esta entrada, ese aspecto material y consumista de la vida lo que más les interesa, dejando de lado otro tipo de aspectos o valores contenidos en las relaciones humanas.
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