Existen fenómenos sociales que se producen en pequeña escala y también a nivel de toda la sociedad. Este es el caso de la delación; así, algunos delatan ante una autoridad la autoría, falsa o verdadera, de cierta acción o expresión asociada a la víctima de la delación. Puede decirse que, quien escucha alcahueterías, es el principal promotor de las mismas. Transforma en un infierno la institución que dirige.
Alguna vez, quien esto escribe, en una escuela secundaria en donde trabajaba, se le “echó en cara”, por parte de un directivo, siete rumores o alcahueterías que tal directivo escuchó, siendo verdaderas sólo tres de las siete. Quien es difamado, por lo general desconoce totalmente lo que de él se dice. Mientras que, si al resto le llega alguna versión difamatoria por dos o tres vías distintas, tenderá a considerarla verídica.
El control social es ejercido en forma similar en las sociedades totalitarias. En realidad no deberíamos denominarlas “sociedades” por cuanto el control impuesto, vía delación, seguida de temor o terror, tiende a limitar severamente la comunicación y los vínculos entre los integrantes del grupo humano. Cuando un individuo sospecha que tal procedimiento es algo normal en el colectivismo, tiende a cuidarse de todos y a vivir incomunicado, ya que las autoridades totalitarias avalan e incluso premian al niño o al adolescente que delata a sus propios familiares ante una desobediencia o ausencia de adhesión a los líderes del Estado socialista.
El escritor Jorge Edwards, siendo embajador de Chile en Cuba, enviado durante el gobierno de Salvador Allende, fue declarado “persona non grata” por Fidel Castro, por emitir opiniones acerca del control social socialista. Al respecto expresó: “…Pero yo era chileno, un diplomático que venía de un país donde en el gobierno había mucha gente pro-castrista que pensaba que lo de Cuba era la panacea y la solución para Chile. Entonces yo, muy rápido, creo que al tercer día, me di cuenta de que ese no era el futuro que a mí me gustaría para Chile, porque era una situación donde había miedo”.
“Uno iba a una fiesta de un poeta y nadie hablaba, o se hablaba con cuidado, y yo decía: «¿Pero por qué, si estamos en la fiesta de un amigo?», y me respondían: «Es que hay espías, hay gente de la policía infiltrada». Y uno se preguntaba pero cómo es que habían llegado hasta ahí. «Siempre llegan –contestaban-, y además nunca se sabe quiénes son». Pensé: «Si esto se hace en Chile, me quedo sin país, termino exilado». Entonces escribí Persona non grata muy a conciencia, especialmente para que lo leyeran los chilenos”. (De “Conversaciones irreverentes” de Juan José Sebreli y Marcelo Gioffré-Editorial Sudamericana SA-Buenos Aires 2018).
Cierto sacerdote, de origen checoslovaco, que estaba en la Argentina, decidió retornar a su tierra natal luego de la caída del comunismo. Después de cierto tiempo de intentar predicar entre los suyos, decide volver a la Argentina por cuanto advirtió que la gente de su país, habituada al comunismo, lo escuchaba pero no hablaba casi nada, sospechando seguramente que el sacerdote podía también ser un espía, sin pensar que las cosas habían cambiado en las, hoy, República Checa y República de Eslovaquia.
Es oportuno decir que no existe una especie de reglamento o código socialista que recomiende tales prácticas de control social, sino que su aparición o surgimiento ya “vienen incorporados” en la psicología individual de todo adepto al marxismo-leninismo u otras ideologías totalitarias. También en la Argentina, en épocas de Perón, se recurrió a promover la delación de los “enemigos” del régimen. La idea totalitaria conduce a detectar y controlar al enemigo, es decir, al que no obedece o bien el que intenta pensar adoptando la propia realidad como referencia. Héctor Bianciotti, de la Academia Francesa, expresó en una entrevista: “Yo creo que estaba al mismo tiempo huyendo del campo y huyendo de la dictadura de Perón, que fue mucho más terrible de lo que la gente cree. No se ha sabido nunca en Europa lo que era la vida cotidiana durante la dictadura de Perón; algo simplemente atroz. Un pueblo convertido en policías los unos de los otros. En delatores” (Reportaje de la Revista “Gente”).
El miedo, también a nivel familiar, tiende a entorpecer la capacidad comunicativa de las personas, como fue el caso del británico Paul Adrien Maurice Dirac, uno de los mayores físicos teóricos del siglo XX. Su padre, un exigente y atemorizador docente de origen suizo, que enseñaba francés en Inglaterra, reprendía a su hijo por su deficiente pronunciación del francés, decisión cuyo efecto principal fue que, desde pequeño, el futuro Premio Nobel adoptara la postura de hablar lo menos posible. Se lo recuerda por sus aportes a la mecánica cuántica y por el hábito de responder mayormente con monosílabos cuando lo entrevistaba algún periodista.
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1 comentario:
Se suele decir que tras la Inquisición no había ningún afán unificador o purificador, sino simple extensión del terror para hacer imposible el surgimiento de la disidencia.
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