A lo largo de la historia se ha repetido un fenómeno social por el cual, en nombre de la igualdad, un sector considerado a sí mismo como superior, propone la creación de una igualdad de nivel inferior en donde ubicará al resto de los mortales. Por lo general, tales procesos son dirigidos por individualidades con caracteres psicopáticos que tienen una capacidad similar a superior, para engañar a la gente, que la poseída por embaucadores y estafadores profesionales.
En la época medieval, se advierte parcialmente este fenómeno cuando la Iglesia Católica, y sus altos dirigentes, se consideran superiores al resto por cuanto, suponen, han sido llamados, o designados, por el mismísimo Dios, para orientar o dirigir al resto de los mortales, para quienes lo sobrenatural les ha sido vedado debido a su inferior naturaleza humana.
Los seres espirituales, o sobrenaturales, se consideran incluso por encima o fuera de lo ético, reservándose el derecho de infligirlo si ello hace falta para responder a supuestos fines superiores. Todo ello, sin embargo, se establecería en nombre de la igualdad propuesta por Cristo, ya que en el “Amarás al prójimo como a ti mismo” aparece implícita la idea de igualdad, por cuanto la palabra “prójimo” implica “cualquier habitante del planeta”. De ahí la tergiversación de la religión moral que se produce al distinguir entre “sobrenaturales” y “vulgares” (o naturales).
El caso más notable se establece en Rusia bajo el marxismo-leninismo; cuando se aplica el socialismo en respuesta a la búsqueda de una supuesta igualdad. Esta no habrá de ser una igualdad nacida de la empatía emocional, como la propuesta por el cristianismo, sino surgida de una supuesta igualdad económica. La nacionalización de los medios de producción y de la propiedad privada en general, no ha de implicar una “distribución de la riqueza entre los pobres”, sino que habrá de pasar totalmente a manos de la “nueva clase”, la clase dirigente socialista. El resto habrá de constituir una subclase bajo la categoría de una sub-igualdad, o igualdad de rango inferior.
Lo que impulsa la acción del revolucionario socialista es la idea de pertenecer a una secta minoritaria caracterizada por su “superioridad moral”, lo que legitima una acción de dominación mental y material sobre una mayoría caracterizada por su “inferioridad” en ese aspecto. Por supuesto que en el discurso que el socialista ofrece a la sociedad se escucha principalmente la palabra “igualdad”. Milovan Djilas escribió respecto de la clase dirigente yugoslava en la etapa comunista: “Si damos por supuesto que la calidad de miembro de esta burocracia o nueva clase propietaria, se basa en el uso de privilegios inherentes en la propiedad –en este caso de bienes materiales nacionalizados-, entonces la calidad de miembro de la nueva clase partidaria o burocracia política, se refleja en la obtención de bienes materiales y de privilegios mayor que la que la sociedad concedería normalmente para esas funciones”.
“En la práctica, el privilegio de propiedad de la nueva clase se manifiesta como un derecho exclusivo a que la burocracia política distribuya la renta nacional, fije salarios, dirija el desarrollo económico y disponga de la propiedad nacionalizada y la otra. Así es como se presenta ante el hombre corriente, quien considera al funcionario comunista como un hombre muy rico y que no tiene que trabajar” (De “La nueva clase”-Editorial Sudamericana SA-Buenos Aires 1957).
En la Argentina, desde hace algunos años, se está gestando el ascenso de una secta política, La Cámpora, que intenta apoderarse de la nación en todos sus niveles, es decir, político, económico, cultural, etc. Todo peronista se siente dueño de la nación con la intención explícita de excluir al resto, considerado enemigo. De ahí la reciente aceptación de privilegios vacunatorios (contra el Covid 19); privilegios considerados “normales” para todo peronista, pero inmorales para mucha gente que debió quedar encerrada en su casa y que debe soportar la burla del camporista joven que se vacuna quitándole la prioridad a gente que arriesga su vida cotidianamente (médicos, enfermeros, etc.) y gente mayor con posibilidades ciertas de morir por esa enfermedad.
La “nueva clase” presenta dos aspectos; el aparente, por una parte, y el real, por la otra. Para sus seguidores y sus opositores, ambos aspectos están intercambiados. Laura Di Marco escribió: “Como «vista previa» tenía dos retratos bien opuestos sobre La Cámpora. En un extremo, el que pintaba a la agrupación de Máximo Kirchner como nuevo eje del mal, o como una horda de villanos inescrupulosos cuya única intención era apoderarse del botín del Estado o de la famosa «caja» heredada del padre político”.
“La otra imagen, opuesta, remitía a un grupo de jóvenes héroes incontaminados que luchan por un mundo más justo librando una batalla desigual contra los diabólicos poderes de siempre, esos que impiden la «felicidad» del pueblo, tal como pretende el exitoso relato kirchnerista”.
“Entre esos poderosos «enemigos», La Cámpora ubica a los medios «hegemónicos», un concepto que no engloba sólo a las corporaciones mediáticas, a los grandes grupos, sino –y aunque esto no sea explicitado de ese modo- a todo aquel que no sostenga una posición claramente celebratoria del gobierno” (De “La Cámpora”-Editorial Sudamericana SA-Buenos Aires 2012).
El apoyo incondicional que tiene el kirchnerismo se debe, además del que surge del beneficiado por alguna forma de ayuda estatal sin contra prestación laboral, del gran número de envidiosos que ven en la posibilidad de llegar a una situación económica similar a la de Venezuela, la ocasión de lograr “la igualdad en la pobreza”; la “igualdad socialista” o sub-igualdad esencial a la que nos lleva inexorablemente la nueva clase en ascenso y formación.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
1 comentario:
Y estos nuevos totalitarios de izquierda consiguen tanto respaldo popular en primer lugar porque han logrado su objetivo de sentimentalizar la democracia. La actual política de muchos países hispánicos no se basa en el uso de la razón para analizar hechos y discursos sino en una continua apelación a las emociones. Las pasiones, generalmente las bajas, son el banderín de enganche de su electorado, y ello les permite vender unos argumentos que carecen de peso específico y coherencia y, además, vituperar a sus contrincantes de derecha.
Coadyuva mucho en el mismo sentido el que los electores de izquierdas asumen de buen grado la mentira si la creen útil para ellos y viene formulada desde un gobierno supuestamente paternalista en el que han abandonado las decisiones importantes de su vida.
Publicar un comentario