A partir de la existencia de leyes naturales y de un orden natural, puede considerarse a la religión como la forma tradicional o histórica de adaptar al ser humano a dicho orden. Algunos seres humanos observan con detenimiento las actitudes y comportamientos individuales, con sus respectivos efectos, y luego sugieren corregirlos para optimizarlos. Así, una religión personal puede ser aceptada masivamente para convertirse en religión de toda la sociedad.
Entre las definiciones de la palabra “religión” tenemos la siguiente: “unión de los adeptos”. Tal unión ha de ser doble; la del ser humano con el orden natural, o con Dios; y la de los seres humanos entre sí. De ahí la existencia de los dos mandamientos de Cristo: el del amor a Dios y el del amor al prójimo.
Loa seguidores de Cristo, para tener una victoria segura ante las religiones rivales, elevaron a Cristo desde la función de intermediario entre Dios y la humanidad, a la condición de “Dios hecho hombre”; una religión que limita y relega todo mérito humano al considerar que la religión no surge de seres humanos inspirados en la idea de Dios, o de un orden natural, sino de seres dependientes de las intervenciones de Dios quien interrumpiría las leyes naturales ante los pedidos realizados por los hombres.
En lugar de tratar de adaptarnos a las leyes naturales, o leyes de Dios, se le pide a Dios que las interrumpa por cuanto se busca la adaptación inversa, es decir, se busca que Dios se adapte a los deseos y necesidades humanas. Anthony de Melo escribió: “Milagro no significa que Dios responda a los deseos humanos, sino que el hombre responda a los deseos de Dios”.
Una vez que Cristo es elevado de categoría, surge de inmediato la posibilidad de “intermediarios entre Dios y el hombre”, por lo cual aparecen diversas posturas en pugna que tienden, a la larga, a reemplazar la religión original alejándola de las necesidades humanas y llegando al extremo, como es el caso de la Iglesia Católica, de predicar abiertamente al marxismo-leninismo, la ideología opuesta al cristianismo.
Mientras que Cristo predica el amor al prójimo, Lenin y sus secuaces promueven el odio hacia “la clase social incorrecta”. Mientras que los primeros cristianos daban sus vidas en defensa de la nueva religión, los seguidores de Lenin destruían toda vida opositora para imponer su pseudo-religión. Mientras Cristo proponía dar en ayuda parte de lo propio, los socialistas proponen dar de lo ajeno, nunca de lo propio. Mientras Cristo proponía difundir su religión en todo el planeta, los seguidores de Lenin destruían templos cristianos y prohibían su religión cuando llegaban al poder.
Según “El libro negro del comunismo”, de S. Courtois y otros, se estima en unos 100 millones la cantidad de víctimas del comunismo, especialmente bajo el gobierno de Stalin en la URSS y el de Mao-Zedong en la China comunista. Ello implica que asesinaron entre 4 y 5 veces más gente inocente que los seguidores de Hitler, con unos 22 millones, según el libro mencionado.
Además de algunos sacerdotes católicos que formaban parte de la guerrilla marxista, un gran sector del clero predica el marxismo en forma casi natural. Luego, una vez que tal prédica llega a las mentes de los jóvenes y adultos “creyentes”, puede estallar la violencia, aunque los ideólogos no quieran reconocer sus culpas. Así, una de las críticas al sistema capitalista es la “concentración de poder económico en pocas manos”. El sacerdote (monseñor) Rafael Rey expresó: “Yo no puedo entender la economía de un país que esté al servicio de ocho familias. No puedo entender una economía que esté al servicio de unos pocos nada más y que olvide completamente a los que se están muriendo de hambre”.
En cuanto a la pregunta acerca de si el “neoliberalismo” es cristiano, Rey responde: “No, no son cristianos. El neoliberalismo no es cristiano porque se preocupa por el crecimiento de la riqueza y nada más. Y no tiene en cuenta a las personas, le importa muy poco las personas. Entonces, no puede ser de ninguna manera cristiano” (De “El péndulo de la fe” de Carlos Leavi y Walter Zarza- Grupo Editorial Norma-Buenos Aires 1999).
Olvida este señor que el liberalismo no promueve la concentración económica, sino la economía de mercado con competencia, lo que implica que propone la existencia de muchos dueños y de muchas empresas. Incluso desconoce que las empresas más grandes están divididas en acciones que pueden pertenecer a miles de pequeños dueños. Por el contrario, lo que él propone como solución es la concentración de poder, y no sólo económico, en una sola familia; como la de los Castro en Cuba. Debido a su jerarquía eclesiástica, debería informarse mejor e incluso debería tener alguna mínima dosis de dignidad y así dejar de promover una ideología que asesinó a ¡cien millones de individuos durante el siglo XX!
Resulta sencillo comparar la Alemania Occidental del milagro alemán con la Alemania Oriental del muro de Berlín; la Corea del Sur capitalista con la Corea del Norte comunista, la actual China con economía capitalista con la anterior Chica comunista. En caso de hacerse tal comparación puede advertirse el grave error en que incurre el citado eclesiástico.
En la actualidad, la toma de tierras en la Argentina parece ser el indicio de su derrumbe definitivo, ya que, ante el desinterés del gobierno por remediar la situación, parece ser una señal de que muy pocos se van a arriesgar a invertir en tierras o en propiedades que podrán ser usurpadas fácilmente. La falta de inversión produce falta de trabajo y mayor pobreza. Los ideólogos marxistas, por supuesto, apoyan todo lo que sea robo y “distribución de la riqueza ajena”, aunque finjan que les interesa la situación de pobreza de la gente. Rafael Rey expresó respecto de las tomas de tierras ajenas: “A los que toman la tierra les asiste un derecho porque la tierra es un don de Dios para todos. Dios nos ha regalado el planeta a todos. Y todos tienen derecho a la tierra…”.
Todo parece indicar que el mencionado eclesiástico profesa alguna simpatía por las reformas agrarias de tipo socialista. Sin embargo, “la colectivización forzada de la agricultura a comienzos de la década de 1930 despojó a los agricultores de sus tierras. Lo que no es tan bien conocido es que la confiscación forzada de los suministros de cereales que la acompañó resultó en una enorme hambruna que causó la muerte de seis millones de personas solamente en Ucrania. La colectivización no sólo mató a seis millones de personas, sino que paralizó permanentemente a la agricultura soviética” (De “Marxismo: mitos y realidad” Nº 5-La Nación-Buenos Aires 1985).
Mientras que Cristo distinguía entre individuos justos e individuos pecadores, para dirigirse principalmente a éstos, los marxistas asocian las virtudes a la clase social de los pobres y los defectos a la clase social de los ricos, o a los menos pobres. Tanto los marxistas como gran parte de los eclesiásticos católicos, suponen que las mejoras sociales vendrán del lado de la economía (y no precisamente de la economía que genera riquezas).
Cuando le preguntan a Rey: "¿Cree que algunas doctrinas políticas como el marxismo, que pretenden hacer del hombre el artífice de su destino constituyen una perdición para la sociedad?", responde: "Creo que todo depende de la inspiración que tengan. Puede ser que algún partido político o alguna corriente esté inspirada en el Evangelio, en valores espirituales, o en la doctrina social de la Iglesia. Entonces, el pertenecer a una corriente así no sería nada malo; sino todo lo contrario".
Pareciera que la misión de la actual Iglesia Católica fuese la de provocar una masiva conversión desde el cristianismo hacia el marxismo-leninismo y, a la vez, alejar al cristiano del liberalismo, con lo cual es de esperar mayor violencia social, mayor pobreza y mayor cantidad de tiranías como la de los Castro, de los Chávez, de los Maduro, etc.
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1 comentario:
La historia de la Iglesia Católica ha sido hasta inicios del presente siglo la del acceso, compartición y mantenimiento en el poder de la propia organización, pero con el actual Papa el objetivo parece más bien ayudar a otros a eso mismo. Se alinea con los globalistas y con los neomarxistas, estando estos últimos generalmente integrados en la estrategia de los primeros.
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