Por Alberto Benegas Lynch (h)
El marxismo infiltrado en la Iglesia sigue una ruta claramente trazada de cinco etapas. La primera retoma la tradición de los saduceos, es decir, pone acento en lo temporal y silencia en lo posible todo lo referente a la vida eterna. A través de análisis sociológicos se transmiten principios de izquierda desde el púlpito, en las pastorales, en las plegarias y aun en los cantos litúrgicos. En esta primera etapa resulta necesario preparar el terreno para convertir el templo en una asamblea del pueblo donde se analizan problemas sociales siempre desde la óptica socialista, todo ello disfrazado bajo el ropaje de la “concientización”.
La segunda etapa centra su atención especial en la desacralización. En la eliminación de la mayor cantidad de imágenes posibles. En disminuir, cuando no en ridiculizar, el valor de la devoción; tratar como puros mitos la Santísima Trinidad, la Asunción, la Encarnación, la Redención, el Premio y el Castigo Eternos, etcétera. Tratar en lo posible de no aludir a Dios y cuando se hace referencia a Jesús mostrarlo como un caudillo que, al igual que Moisés, establecieron un movimiento político-económico y social de envergadura.
En esta etapa, se hace necesario que algunos destacados dignatarios de la Iglesia hagan declaraciones públicas sobre temas políticos y que intervengan en la medida de sus posibilidades de modo directo en la acción que tiende a estructurar y establecer la política del momento. También en esta etapa se hacen condenas al comunismo y al liberalismo por igual. En realidad se trata de una cuestión estratégica puesto que considera que, en general, está muy arraigada aún la mala imagen de la expresión comunismo. Resulta más provechoso condenar la expresión mientras se penetra en su contenido, en lugar de presentar una posición frontal. Por tanto, el tiro va dirigido al liberalismo del cual muy pocos de los que lo atacan saben de qué se trata.
La tercera etapa –que como todas no sólo está destinada a la feligresía en general sino también a los seminarios de futuros sacerdotes- se refiere al llamado “cristianismo horizontal”. Tradicionalmente la Cruz se ha visto de un modo integral como que el brazo vertical se refiere a la relación de Dios con el hombre y el brazo horizontal alude a la relación del hombre con el prójimo.
El marxismo, amputando el significado global de la Cruz y cambiando su sentido se circunscribe a “los demás” transformándolo en un problema de relaciones sociales siempre sobre la base de la falta de respeto al prójimo inherente a la postura totalitaria. En esta etapa también se tiende a que la Confesión se refiera a los llamados “pecados sociales” en los cuales estarían incursos aquellos que patrocinan la sociedad libre puesto que “establecen un régimen de explotación inicua”.
La cuarta etapa se denomina del cristianismo marxista. Esta terminología podrá usarse en la medida en que se haya realizado bien el trabajo en las etapas anteriores. La expresión más relevante de esta etapa tal vez esté representada por el movimiento llamado Cristianos por el Socialismo que preside el obispo marxista de Cuernavaca. El documento final del último congreso de este movimiento se titula “La amistad estratégica entre cristianos y marxistas”, congreso al que, como todos los demás, asisten sacerdotes y profesores de teología de universidades católicas y seminarios de Iberoamérica.
En Estados Unidos, La declaración de la comisión laica que prepararon principalmente Michael Novak y William Simon ha hecho mucho por poner de manifiesto los errores garrafales sobre los que se basan documentos emitidos por obispos de ese país. En otras latitudes se han realizado esfuerzos igualmente meritorios para poner al descubierto el trasfondo totalitario de aquellas publicaciones elaboradas por prelados las cuales difunden con la máscara del cristianismo. Muchos de los sacerdotes son usados para estos propósitos, puesto que de buena fe creen que están procediendo bien y no ven el nexo entre lo que predican y la aniquilación del espíritu cristiano.
El reciente y muy resonante caso del padre Pellecer de la Compañía de Jesús constituye uno de los tantos testimonios aleccionadores donde el mismo sacerdote relata cómo fue adoctrinado en el marxismo y luego estimulado para ingresar al movimiento guerrillero de su país, Guatemala. Este accionar forma parte de la quinta y última etapa: el puro marxismo.
Ya no debe hablarse de cristianismo-marxista. No se los puede poner a la misma altura: “el cristianismo es un episodio, el marxismo una cosmovisión”. Así se llega al rechazo desembocado del espíritu cristiano. Esto es importante señalarlo sin disimulo porque como ha dicho el Papa San Gregorio Magno: “Aunque una verdad pueda escandalizar, es preferible permitir el escándalo antes que renunciar a la verdad”.
Curioso resulta en verdad que, aun desde el punto de vista de los que sirven como conductores del marxismo en la Iglesia (llamados teólogos de la liberación y sacerdotes del tercer mundo) sus posturas resultan contradictorias. Por ejemplo, sus reiteradas manifestaciones respecto de la pobreza. Incapaces de comprender el sentido bíblico de desprendimiento interior y de las bienaventuranzas a los pobres de espíritu basadas en la adecuada jerarquía entre Dios y las cosas de este mundo, se lanzan a condenar las riquezas materiales y alaban la pobreza, pero, simultáneamente, preconizan la redistribución de ingresos. Esto resulta por lo menos ridículo puesto que si la pobreza material fuera una virtud per se no habría que entregar bienes a los pobres ya que éstos quedarían contaminados.
Para seguir una ilación lógica a partir de las peculiares premisas de estos sacerdotes habría que promover la mayor destrucción posible de los bienes materiales. De este modo, las hambrunas y las pestes convertirían a la gente en virtuosa. Claro que las aludidas consideraciones de estos sacerdotes tampoco contemplan que riqueza y pobreza material son términos relativos y, por tanto, alguien es rico o pobre según sea el punto de referencia con que se lo compare.
En lugar de capacitarse en estudios bíblicos para conocer mejor la Palabra del Señor, estos sacerdotes incursionan en temas que no comprenden y se escudan en su investidura para sermonear sobre lo que ignoran. La feligresía busca afanosamente alimento espiritual y recibe absurdas y contraproducentes recetas políticas. Futuros sacerdotes buscan una más estrecha comunicación con Dios y, con demasiada frecuencia, reciben entrenamiento marxista. Debido a esto, no debe sorprender la alarmante reducción de las vocaciones sacerdotales y el menor interés de los laicos en su religión.
(Extractos de “Liberalismo para liberales”-Emecé Editores SA-Buenos Aires 1986).
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3 comentarios:
En alguna ocasión me han dejado atónito las posturas y mensajes de jóvenes pertenecientes a movimientos cristianos llamados “de base” porque me recordaban mucho a los de mis correligionarios de años adolescentes en la Joven Guardia Roja. Evidentemente mi rechazo es instintivo y total y para nada aparece la nostalgia en estos surrealistas episodios.
Hablando con un profesor marxista, investigador en el tema Religión de la Facultad de Filosofía, UNCuyo, me dio toda la sensación que la Iglesia y el cristianismo "pertenecían" al marxismo, y que él hablaba en nombre del marxismo-cristianismo y yo era alguien extraño al cristianismo.....
Se tomaron muy en serio a Gramsci, Lukacs y demás intelectuales orgánicos.
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