domingo, 18 de octubre de 2020

El peronista y el socialista en la visión de la psicología individual

Por lo general, las distintas posturas políticas son descritas a partir de aspectos cognitivos, asociados a las ideas predominantes en un individuo. Sin embargo, y en muchos casos, las orientaciones políticas y económicas de un sujeto dependen esencialmente de aspectos emocionales, como el amor o el odio dirigidos a diversos sectores y por diversas causas.

La psicología individual está asociada a Alfred Adler, psiquiatra que, como médico, observó en quienes perdían un órgano por accidente o enfermedad (pulmón, riñón, etc.), un desarrollo posterior del órgano sano que les quedaba, como un efecto compensatorio ya que funcionaban con bastante mayor eficacia que en la situación anterior. Este aspecto compensatorio provisto por la naturaleza le advirtió acerca de la posibilidad de que, en los aspectos psicológicos, este mecanismo actuara en forma similar.

De ahí que la psicología individual contemple la existencia de complejos de inferioridad, de distintos orígenes, que potenciarían las respuestas de quienes desearan superarlos. Incluso describe casos de científicos, artistas, deportistas, etc., que se distinguen netamente del resto gracias a la previa existencia de un complejo de inferioridad que debieron vencer. Este es el caso de los “ganadores” en la vida.

También observó casos en que no hubo voluntad ni una lucha por superar complejos de inferioridad apareciendo un débil complejo de superioridad compensatorio que impidió la potenciación benéfica antes mencionada, siendo este el caso de los “perdedores” en la vida. Alfred Adler escribió: “No importa el complejo, sino nuestra reacción ante él. Eso es lo que determina nuestro éxito o nuestro fracaso. Como soy psiquiatra, me interesan principalmente los que fracasan. Los que triunfan son los individuos que se enfrentan con sus incapacidades y tratan valerosamente de vencerlas. Los fracasados son los que se desaniman y se retiran pronto de la lucha. En la base de toda neurosis está un complejo de inferioridad, el resultado de una tentativa de compensación que no ha triunfado del todo” (De “Cómo aprovechar nuestro complejo de inferioridad” de Marie Beynon Ray-Ediciones Cosmos-Buenos Aires 1959).

Mientras que la humildad surge en quienes son conscientes de su inferioridad circunstancial, realizando esfuerzos por superarla, la soberbia surge en quienes son inconscientes de su inferioridad y tienden a desarrollar un complejo de superioridad compensatorio que los hacen transitar por caminos poco satisfactorios tanto para el individuo que los padece como para la sociedad en general.

Es posible encontrar casos históricos en los cuales los complejos de inferioridad por bastardía (de gran importancia en el pasado), definieron el destino de naciones, como la Argentina. Ello se debió principalmente a los complejos de inferioridad no resueltos de Perón, Eva y los Kirchner, si bien el caso de Néstor Kirchner se debió a causas distintas de la bastardía. Como ejemplo opuesto al mencionado, puede citarse el del “hijo natural” Leonardo Da Vinci, que se vio obligado por las circunstancias a ser un autodidacta, ya que por su carácter ilegítimo tenía limitado el acceso a colegios de buen nivel y universidades, llegando a ser uno de los grandes genios de la humanidad.

Los distintos grupos ideológicos, como se dijo antes, no surgen por una cuestión de ideas o creencias, sino por la existencia de complejos resueltos o bien no resueltos. Lo grave del caso es que el éxito de la compensación, logrado por una inusitada fuerza de voluntad, no siempre fue conducido por buenas intenciones, sino que, como en el caso de quienes tenían baja estatura, como Napoleón y Stalin, el éxito personal estuvo asociado a la muerte de gran cantidad de individuos.

Existen sectores del pensamiento político y económico que vienen definidos u orientados por líderes que no buscan la superación de complejos de inferioridad, sino que sólo buscan el éxito del complejo de superioridad compensatorio. Juan Agustín García advierte acerca de la existencia de efectos masificados en grupos de personas con adecuados niveles de instrucción, escribiendo al respecto: “Grupos heterogéneos, el jurado, los parlamentos, las comisiones administrativas, caracterizadas por el sentimiento de responsabilidad, que imprime su sello especial a su conducta, pero dejándolos con una manera de pensar y de sentir análoga a la de las turbas anónimas, son procesos intelectuales parecidos. Forman sus ideas y opiniones por contagio y sugestión, por la influencia de los demás”.

“Eliminan los caracteres propios individuales en aras del sentimiento colectivo, con el mismo resultado inmoral o mediocre. «Cuando los hombres están unidos –dice Sighele- sus fuerzas se eliminan en vez de sumarse. Muchas veces una asamblea hace las cosas de tal modo que cualquiera de los individuos que la componen lo habría hecho solo mejor»” (De “Ciencias sociales”-Editorial Claridad-Buenos Aires 1938).

Lo interesante de la visión de la Psicología individual es que agrega un aspecto más a tener en cuenta para la descripción de fenómenos sociales. Si bien no deben dejarse de lado las pertenencias a clases sociales, etnias, nacionalidades, religiones, etc., deberían agregarse en todo análisis los complejos de inferioridad y superioridad mencionados, que permiten dar coherencia o bien reemplazar las habituales descripciones en base solamente a clases sociales, etnias, etc.

Como ejemplo de complejo de inferioridad no resuelto, puede mencionarse el caso típico del peronista o del socialista, que odian a individuos según la clase social o económica de éstos, y esencialmente por el hecho de no pertenecer a la clase odiada. Es decir, el que odia a alguien por el dinero que ese otro posee, carece de valores intelectuales o afectivos suficientes; ya que, si los tuviera, no se haría mucho problema al verse superado, económicamente hablando.

La forma habitual de intentar “superar”, con poco trabajo, un complejo de inferioridad, consiste en sentirse realizado a través del líder político, populista o totalitario al que se aclama, y que, gracias a cuantiosos robos al Estado, logra alcanzar una riqueza inusitada, el lujo desmesurado y la ostentación asociada, que hace que sus envidiosos adoradores contemplen la superioridad económica del líder respecto de cada uno de los individuos de la clase social envidiada. Este ha sido el caso de los admiradores de Eva Perón y de Cristina Fernández, principalmente.

El Che Guevara promovía el “odio intransigente al enemigo”; un odio surgido no sólo en socialistas sino también en peronistas. A continuación se transcriben el saludo y las respuestas que el dirigente kirchnerista Luis D'Elia dio al periodista Fernando Peña cuando éste lo entrevistó desde una emisora de radio:

“¿Cómo te va sorete?” (Saludo de D'Elia al periodista).
Ante la pregunta: ¿Por qué le pegaste a la gente? (en una manifestación callejera), D'Elia responde:

“Porque los odio”. “Odio a la puta oligarquía”. “Odio a los blancos”.
“Te odio Peña, odio tu plata, odio tu casa, odio tus coches, odio tu historia, odio a la gente como vos que defiende un país injusto e inequitativo, odio a la puta oligarquía argentina, los odio con todas las fuerzas de mi corazón”.

“¿Entendés? Los odio. Te lo digo claramente, los odio. Ya decía Sarmiento en 1880 «no hay que ahorrar sangre de gauchos», es decir, «no hay que ahorrar sangre de negros». Nosotros somos bosta, caca, lacra, basura, para vos y la lacra como vos”.

“Sos un forro, un sirviente de la puta oligarquía nuestra, que la jugás de transgresor pero que no tenés bolas de bancar lo que bancamos nosotros. Vos vivís en San Isidro y yo en Laferrere….Los odio, odio a las clases altas argentinas que han hecho tanto daño, que han matado a tanta gente en nombre de una sola bandera, que es la bandera de la propia ganancia” (De youtube.com).

Lo que se conoce, desde la sociología, como “lucha de clases”, desde la psicología social se la conoce como “odio generalizado” a los integrantes de determinado grupo con cierto nivel económico. Ello no implica, por supuesto, que el sector odiado esté totalmente libre de culpas.

Como una gran parte de la sociedad argentina comparte los sentimientos negativos del mencionado dirigente, aunque con distintos porcentajes de ese odio, no debe extrañar demasiado la situación de decadencia que padecemos y el oscuro porvenir que se vislumbra.

1 comentario:

agente t dijo...

La psicología da una explicación mucho más convincente que el marxismo respecto de los conflictos sociales generalizados desde el ámbito de la política.