A fines del siglo XIX, España es derrotada militarmente por EEUU y pierde su dominio sobre Cuba, Puerto Rico y Filipinas. Asociada a una situación de decadencia, surgen dos posturas extremas. Por una parte, el sector gobernante que trata de encubrir la situación recurriendo a glorias pasadas para mantener su poder y sus privilegios; por otra parte, surge un grupo de escritores, la denominada "generación del 98" que se caracteriza por criticar los defectos observados en la sociedad española en vista a establecer una mejora ante la decadencia que se advierte. Pedro Laín Entralgo escribe al respecto: "La miopía de los que se obstinan en hacer interpretaciones gruesas del pasado ha construido, a la vista de este suceso, una inducción tan rápida como errónea: tan agria repulsa de vida española -piensan y dicen- no puede proceder sino de una destacada hostilidad contra España misma y contra la historia de España".
"A esta burda o maligna tesis polémica conviene oponer otra, menos tosca y más acorde con la verdad: los mozos del 98 critican con literaria ferocidad la vida española circundante, pero es crítica feroz -el adjetivo es del propio Azorín- tiene como supuesto su entrañable amor a España. ¿A qué España?...Por ahora me limitaré a dar una respuesta perogrullesca: amaban a una España distinta de la que contemplaban; amaban a España porque no les gustaba la que veían, movidos por una evidente y utópica «voluntad de perfección». El problema del historiador consiste, justamente, en precisar la idea que ellos tuvieron de esa «perfección»".
"Por obra de la condición creyente y soñadora de los hombres, el patriotismo consiste siempre en amar una determinada idea histórica de la patria. Uno no ama todas las Españas históricamente posibles -rojas, azules, blancas o amarillas-, sino tan sólo a las que se aproximan más o menos a la imagen utópica de la España perfecta que como modelo y patrón de su patriotismo tiene en su alma. ¿Qué tendría de «amable», por ejemplo, para un patriota católico una España hispaniparlante hecha según el gusto de los comunistas españoles? No perdamos de vista esta elemental consideración ante el problema que nos plantea el innegable amor a España de los hombres del 98".
"Todos ellos aman a España y a su cultivada condición de españoles. No en vano nacieron todos en el siglo inventor y exaltador del patriotismo español. «Soy español -escribió Unamuno-, español de nacimiento, de educación, de cuerpo, de espíritu, de lengua y hasta de profesión u oficio»; y la expresión «me duele España», tan personalmente suya, ha quedado como un amargo tópico en nuestro lenguaje cotidiano" (De "La generación del noventa y ocho"-Editorial Espasa-Calpe SA-Madrid 1967).
La situación de decadencia, de crítica o de encubrimiento posterior, se ha repetido en otros países y en otras épocas. De ahí que deberíamos los argentinos tener presentes esas experiencias para intentar emerger de la decadencia que "hemos sabido conseguir". C. L. Zulberger escribió respecto de la decadencia de Gran Bretaña: "Este país entró siendo rico en la Segunda Guerra Mundial. Era entonces una superpotencia imperial, y si bien salió de ella victorioso pronto se sintió pobre y debilitado. En momentos de necesidad descubrió que tenía pocas reservas de qué echar mano, excepción hecha de su honor y tradición. Por eso durante los últimos años hubo una incomprensible tendencia a no aceptar esa desagradable verdad. Ningún partido mayoritario, cuando estuvo en el poder, miró de frente la realidad. Hubo más recuerdos del pasado que fuerza para pensar en el futuro".
Por otra parte, el inglés A. P Snow expresó: "Más a menudo de lo que yo hubiera querido me entristece un mito histórico. No importa que el mito sea o no verdad. Para mí es doloroso. No puedo evitar el pensar en el último medio siglo de la República de Venecia. Como nosotros, los venecianos habían sido en un tiempo fabulosamente afortunados. Se habían enriquecido, como nosotros, accidentalmente. Igual que nosotros, habían alcanzado una gran habilidad política. Muchos de ellos eran tenaces, realistas, patriotas. Sabían, como ahora lo sabemos nosotros, que la corriente de la historia había empezado a ponerse contra ellos, y los más perspicaces se dedicaron a hallar la manera de salir adelante. Pero para conseguirlo era necesario romper el anquilosado esquema. Y descubrieron que tenían apego a ese esquema, como lo tenemos nosotros al nuestro. Nunca tuvieron bastante fuerza de voluntad para romperlo" (Citas de "La generación del 98" de José Blanco Amor-Falbo Editor-Buenos Aires 1966).
Las críticas a gobernantes y pueblo resultan desoídas, al menos lo suficiente para evitar la tragedia de la Guerra Civil que afectaría después a España. José Blanco Amor escribe al respecto: "Todo fue inútil. Los españoles de principios de siglo no quisieron enterarse de que el Estado había entrado en el ocaso de su grandeza. No les dio la gana de enterarse, y muchos han muerto convencidos de que nada decisivo había ocurrido en el orden nacional. Algunos no se enteraron todavía hoy".
"El pasado era un magnífico refugio, idealizado por la historia, la poesía y el heroísmo, y en él encontraban consuelo los tormentos. El ejemplo de esta actitud venía de arriba. Los políticos jugaban a turnarse en el poder. No se interesaban en los problemas más importantes de la hora, ni mucho menos intentaban alguna reforma que significara abolir los estamentos jurídicos y sociales de un Estado imperial sin imperio".
"Una generación se caracteriza siempre porque adopta una actitud determinada frente a un problema o a un conjunto de problemas determinados. La generación del 98 fue inconformista y crítica frente a lo que se llamó el problema de España. En esa posición estaban Ramón del Valle-Inclán, Miguel de Unamuno, Antonio Machado, Pío Baroja, Azorín, Ramiro de Maeztu, Jacinto Benavente y algunos otros que después tomaron caminos diversos".
"El mismo espíritu crítico y la misma actitud revulsiva adoptó la generación que los siguió, y muy especialmente algunas personalidades de excepción que se destacaron en ella: Ortega y Gasset, Marañón, Pérez de Ayala, Manuel Azaña. Estos cuatro vienen después como sistematizadores de los algunos temas que tomó como propios la generación del 98, sin que esto signifique ignorar el camino individual de cada uno".
"Ellos fueron iracundos, pero no demagogos. Nunca tuvieron la pretensión de galvanizar a grandes sectores de la opinión pública para volcarlos al servicio de una causa revolucionaria. Supieron llegar a todos sin dirigirse particularmente a nadie".
"Estos hombres hablaron, escribieron y pintaron cada uno desde su instante histórico para subrayar una vieja antinomia de la vida española: no había conexión entre pueblo y Estado. Esa antinomia adquiriría, según los casos, formas trágicas o pintorescas. Trágicas eran las guerras carlistas y pintorescos los pronunciamientos militares. Decadencia, apocamiento, falta de iniciativa, desinterés del Estado para poner al país en un pie de igualdad con los oropeles políticos, dinásticos y guerreros".
"Había dos Españas: una vivía de una grandeza que no se inspiraba en la verdad de la nación y otra era esa verdad misma en su esencia escueta".
Los diversos problemas sociales se repiten en distintas épocas y países, de ahi que debamos conocer los aciertos y los errores cometidos por otros para sacar algún provecho de ello. El sector político argentino toma como ejemplo al pacto de la Moncloa, algo difícil de reeditar en nuestro país dada la irresponsabilidad y la incapacidad de gran parte de los políticos. Por el contrario, debería antes mirarse el esfuerzo de la generación del 98 acentuando un resurgimiento ético que tanta falta le hace al sector político y al pueblo en general.
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3 comentarios:
El Pacto de la Moncloa fue en esencia un olvido conjunto de las responsabilidades que los dos antiguos bandos de la Guerra Civil podrían exigirse mutuamente. Y junto con ello un reparto del Poder que supusiera que, ganase quien ganase las elecciones, todos los partidos con representación tendrían parte de ese poder gracias a un sistema electoral proporcional. Fue un pacto de las oligarquías de los partidos firmantes que vinieron a sumarse a las oligarquías existentes desde el siglo XIX, cuando se suprimieron jurídicamente los estamentos pero se desarrolló una praxis política que en realidad ignoraba casi por completo las necesidades y la situación del pueblo llano. Contextualizando ambos momentos cabe señalar que los poderes fácticos (Iglesia, nobleza, grandes industriales) eran muy fuertes en comparación con las ansias reformistas de los liberales decimonónicos o la oposición democrática en 1975 (minoritaria frente a un comunismo hegemónico en ese campo) y no cupo más vía que la del pacto o componenda.
Corrected with https://www.corrector.co/
Por otra parte, la idea que se tiene del 98 es que entonces se alcanzó el punto más bajo de la depresión económica, política y cultural de la nación española. Supuestamente la humillación fue tan honda que quedó demostrado que lo que se creía constitución política y nación antigua , se derrumbó como un castillo de naipes. La realidad es muy distinta, pues aunque hubo un auténtico desastre militar y España se vio reducida a sus fronteras escuetas, sin territorios ultramarinos, no pasó de ahí. No hubo desastre económico ni político. Los mecanismos institucionales del sistema de la Restauración funcionaron bien, dando estabilidad y resolviendo conflictos. España siguió creciendo económicamente , se repatriaron capitales y se buscaron nuevos mercados, superándose la sensación de fracaso.
Ocurre con el Desastre del 98 y el régimen de la Restauración lo mismo que con las condiciones de vida de los obreros ingleses del siglo xix. Y es que siendo mejores de lo que nunca lo fueron las de sus antepasados campesinos, ha sobrevivido indestructible la mentira de la miseria del nuevo proletariado urbano, en contraste con la vida feliz, comunitaria y bucólica de quienes se dedicaban a las tareas campestres.
Lo que se dirimía en aquel momento no era ningún desastre, ni siquiera la crisis del sistema liberal, sino sobre todo la crisis, y el desastre, de las propias propuestas progresistas para reformar éste. Se bloquea la reflexión crítica sobre el propio pasado: entre 1900 y 1923 ó 1931, los radicales, antiguos liberales en el filo de dejar de serlo por aceptación del intervencionismo de todo tipo, hacen suya la herencia progresista del siglo xix, la misma que había fracasado estrepitosamente en el Sexenio 1868-1874, cuando la revolución progresista y democrática desembocó en tres conflictos simultáneos (Cuba, nueva guerra carlista y un cantonalismo precursor del actual independentismo) y en un desorden de todo tipo que los españoles tardarían mucho tiempo en olvidar.
Y es que no sólo no hubo revisión crítica de lo ocurrido, es decir de la incapacidad del progresismo para ofrecer una alternativa válida, atractiva y pacífica al sistema de la Restauración. En realidad, se reivindicó la línea exaltada y radical precisamente por eso, por supuestamente no haber sido ensayada. El fracaso anterior quedaba mudado en futurible inédito y la responsabilidad propia, salvada. Así es como el progresismo -los exaltados liberales, los republicanos, y los socialistas- puede proclamar una virginidad eterna, como la que Ángel Ganivet atribuía al ser del español. Los progresistas nunca se han equivocado porque afirman que nunca se les han dejado acabar el ensayo de lo que pretendían hacer. Y es verdad, siempre que lo han intentado se les ha interrumpido, porque de lo contrario el desastre sí hubiese sido mayúsculo. Pensemos en el carácter sovietizante de la Segunda República.
Corregido con https://www.corrector.co/es/
Muy interesante el comentario. Se ve que es un fenómeno complejo, y no tan simple como lo ven los políticos argentinos respecto del pacto mencionado. Siempre que uno se remite a algunos autores, no conociendo otras versiones, puede no ser fiel a toda esa compleja realidad.
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