Es posible distinguir dos tendencias principales que apuntan hacia la búsqueda de la felicidad; que es el objetivo común de todos, o casi todos, los seres humanos. Algunos responden al llamado del "principio de placer" suponiendo que los goces y las comodidades del cuerpo implicarán el mejor camino hacia tal objetivo; otros responden al llamado del "principio de felicidad", suponiendo acertadamente que los vínculos afectivos son el camino que el orden natural nos exige transitar para arribar a mayores grados de felicidad.
Los primeros, motivados por el egoísmo, relegan la moral a un segundo plano, ya que la ética natural se basa esencialmente en la empatía emocional, que poco tienen en cuenta. Los segundos, por el contrario, interpretan que la supervivencia de la humanidad se logrará cumpliendo con la exigencia de que la felicidad individual se ha de lograr simultáneamente con la felicidad de los demás, admitiendo la predisposición a compartir las penas y las alegrías ajenas como propias.
Estas dos formas extremas de afrontar la vida fueron consideradas por Sören Kierkegaard en su libro "Estética y Ética. En la formación de la personalidad". Al respecto, Carlos Goñi escribió: "El hombre estético vive de la inmediatez, busca el instante placentero, es hedonista, está pegado a las cosas, no se compromete con nada ni con nadie. Pero desespera necesariamente ante la imposibilidad de encontrar la eternidad en el instante. La única forma de huir del tedio, la inquietud y la inestabilidad propios de esta esfera es optar por una vida ética auténtica".
"El hombre ético, en cambio, está instalado en lo general: actúa como todo el mundo, es el hombre del compromiso matrimonial. El matrimonio refleja claramente esta esfera en que se recupera la sensibilidad estética en un orden más elevado y racional, representa la realización concreta del ideal ético, donde las demandas estéticas legítimas pueden ser llevadas a su plenitud. La existencia ética aporta a la esfera estética un bien del que ésta carecía: la libertad. El hombre auténticamente libre no es el esteta, que vive esclavizado por los placeres, sino el ético, que es capaz de escoger responsablemente" (De "Las narices de los filósofos"-Editorial Ariel SA-Barcelona 2008).
Para tener una idea de los porcentajes de ambos tipos de personas, es decir, de aquellos orientados por el principio de placer y por el de felicidad, podemos vincularla a quienes están a favor de la despenalización del aborto y de quienes no. Para los primeros, la comodidad y el placer individual es la meta superior que no debe ser impedida por nada, incluso al costo de eliminar una vida en gestación que, se supone, será una carga inoportuna para la vida futura. Para los segundos, que basan sus vidas en la empatía emocional, les resulta aberrante un acto como el que se pretende legalizar. Como mucha gente supone que es "bueno" todo lo que la ley humana permite, tal despenalización actúa como una señal que termina promoviendo el aborto. La solución del conflicto, propuesta por el sector ético, es la conversión de los estéticos a su sector.
Llevando las cosas al extremo, puede decirse que el hombre estético pareciera tener solamente sexo, antes que alma, ya que orienta su vida en función exclusiva del placer sexual, considerando como "bueno" todo lo que favorece el logro de su objetivo y "malo" lo que lo impide. El hombre estético traduce toda incomodidad en sufrimiento, por lo que es intolerante ante los pequeños inconvenientes de la vida cotidiana. Además, su capacidad para tolerar o soportar el sufrimiento, es mínima. Pero el mayor inconveniente que presenta es el de carecer de ética, por cuanto centra toda su atención en su propia persona y en su propio cuerpo, ignorando completamente a quienes le rodean y desinteresándose por todo lo que al prójimo le pueda suceder.
Cuando se habla de "conversión religiosa", generalmente se la asocia a la creencia en Dios o a cuestiones de tipo cognitivo o filosófico, mientras que lo esencial es el paso de la vida estética a la vida ética. Éste ha sido el caso de quienes conocieron la frivolidad de la vida estética, con sus ventajas y desventajas, hasta adoptar una vida ética, como fue el caso de San Francisco de Asís, de Blaise Pascal, de Sören Kierkegaard, entre otros.
En el caso de San Francisco, sin embargo, se advierte una tendencia hacia el rechazo exagerado de lo estético, en el sentido considerado. La voluntaria pobreza extrema, proviene de la aversión de las riquezas y las comodidades del cuerpo, que vuelven a tener una importancia vital, aunque esta vez para desdeñarlas. Por el contrario, la vida ética no necesariamente se establece renunciando a toda forma de placer, sino ubicándolo como complemento de lo afectivo o lo emocional.
Puede hacerse una analogía con el caso de un fabricante que, en lugar de mostrar los atributos de sus productos, se dedica principalmente a denigrar los productos de la competencia. De esta manera, poco mérito tendrá por haber superado a una competencia ineficaz. El buen empresario, por el contrario, se dedica intensamente a mejorar sus productos. En el caso religioso, quienes hacen ostentación de renuncias y sacrificios, no promueven la vida ética tanto como denigran la vida estética.
La vida estética se caracteriza por la ausencia de valores personales, como los que conducen al heroísmo, el buen ejemplo, la previsión del futuro, la responsabilidad social, etc. De ahí que toda sociedad en decadencia presente un neto predominio de la búsqueda de placer y comodidades del cuerpo por encima de la búsqueda de satisfacciones morales, que son las que surgen de los aspectos emocionales del ser humano.
El síntoma evidente de esta decadencia es la tendencia a lograr el embellecimiento del cuerpo dejando de lado el embellecimiento interior, es decir, deberían ser dos objetivos similarmente importantes. Si existe un objetivo concreto que nos brinde un sentido de la vida, éste ha de ser el de la construcción de una personalidad orientada hacia una vida ética. Sylvain Brind'Amour escribió: "Se creyó en otro tiempo que la personalidad era inmutable, pero hoy día un buen número de psicólogos nos dicen que cualquier persona sin distinción de edades, de clases sociales, puede rehacer su personalidad... Pero con una condición: que se la quiera rehacer de verdad. Pocas aventuras son comparables a la de encontrar y conocer a una gran personalidad. Entre las muchas definiciones que hay respecto del efecto que produce el encuentro con una personalidad, la siguiente es la que más nos gusta: «¡Personalidad, cuando te encontré bajé la vista; cuando te dejé, me fui con la frente muy alta!»".
"La mayor parte de los psicólogos de hoy día están de acuerdo en afirmar que es posible, para una persona normal, mejorar sustancialmente su propia personalidad. No sólo es susceptible de transformación sino que incluso, a semejanza de la inteligencia, nuestra personalidad puede ser medida. Seguramente, deseamos saber sobre qué se basan estos especialistas para determinar nuestro Coeficiente de Personalidad. Sencillamente sobre esto: analizan los hábitos del individuo a fin de conocer hasta qué punto son susceptibles de interesar y seducir a los demás".
"Los hábitos y las habilidades son cualidades adquiridas paso a paso y dominadas una a una. Por eso cuando un individuo desea transformar su personalidad, una de las primeras cosas que catalogará su psicólogo, serán los hábitos y habilidades de esa persona" (De "El desarrollo de la personalidad"-Editorial Mensajero-Bilbao 1972).
El método más adecuado para la mejora personal radica, sin embargo, en adquirir mayor información a través de ideas compatibles con las leyes naturales que nos rigen; ideas que han de ser aplicables por cualquier persona, en forma independiente a su personalidad actual. La palabra "transformación de la personalidad" implica un cambio similar al de una computadora a la cual se le ha agregado un nuevo programa; es esencialmente la misma computadora, pero puede adicionalmente cumplir con otras funciones que antes no prestaba.
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1 comentario:
Si la mejor manera de mejorar personalmente es adquirir buena información lo llevamos mal porque en el mejor de los casos la gran mayoría de la gente se limita a ver la televisión, un medio por lo general romo en cuanto a la transmisión de ideas elevadas, críticas o simplemente complejas. Luego están los que ni eso, los que ni siquiera ven la tele porque o están en el bar o están trabajando. Volvemos a la educación como única forma viable de cambiar las cosas, y eso a largo plazo siendo optimistas.
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